Se acabó la Eurocopa, con alegría por la contundente victoria de España, y con ella el monopolio del fútbol colonizando nuestro tiempo de ocio. Mi recomendación de esta semana está dirigida tanto a quienes, aficionados entusiastas, aún añoran la vorágine de los partidos, ahora que los ecos de la competición ya se han apagado, como a esos otros que, por fin liberados del frenesí colectivo, aspiran a unas jornadas tranquilas, felizmente alejados de la omnipresencia futbolística de este último mes.
Y es que estoy convencido de que el librito (y no hay nada peyorativo en el diminutivo) que hoy les traigo puede interesar tanto a los forofos del balompié como a sus más furibundos detractores, pues se trata de una novela sencilla, entrañable, sin demasiadas pretensiones, que nos ofrece una visión amable, simpática, apacible del deporte rey, en la que prevalece la dimensión lúdica e inocente del juego de la pelota que hasta sus más porfiados críticos pueden compartir. Porque el fútbol, más allá del mercantilismo que lo envuelve, de su abusiva tecnologización, de la hiperinflación de las competiciones, de la ridícula exacerbación de los rigores tácticos, de los delirantes excesos de los fanáticos hooligans, de la corrupción económica y la utilización política de algunos de sus gestores, de la polarización siniestra -como ocurre, por cierto, en el resto de los ámbitos de la vida social- hecha de ideología, banderas, de filias y fobias, de "nosotros" y "ellos", sigue siendo para muchos, entre los que me cuento, una de las formas más felices de recuperación de la infancia, parafraseando a Fernando Savater.
Esas nobles connotaciones de ilusión, encantamiento, anhelo, esperanza, alegría, espíritu festivo, compromiso, fraternidad y tantos otros benéficos valores, se las encontrarán ustedes en Cómo llegamos a la final de Wembley, una novela emotiva e inspiradora de Joseph Lloyd Carr, publicada en España en 2018, aunque su primera presentación en el Reino Unido es de 1975.
El subtítulo que encabeza el libro en su versión original -Cómo el Steeple Sinderby Wanderers ganó la FA Cup- ya es indicativo de lo esencial de la historia que cuenta. Nos encontramos ante un modesto equipo de aficionados, un grupo heterogéneo y más bien disparatado de jugadores de un pequeño pueblo de quinientos cuarenta y siete habitantes, que, eliminatoria tras eliminatoria, dejando en la cuneta a equipos de mayor entidad y categoría, acabará por jugar en Wembley la final de la legendaria y muy prestigiosa FA Cup británica, venciendo en el partido definitivo a otro equipo clásico, el escocés del Glasgow Rangers.
Para valorar convenientemente esa dimensión romántica y con ribetes de mito de la novela, debo señalar -sobre todo para quienes no son aficionados al fútbol- que la Copa de la Football Association, es el torneo más antiguo del mundo en este deporte. Disputado por primera vez en la temporada 1871-1872, debe su encanto y su añejo y entrañable “sabor” no sólo al hecho de su longevidad, sino, sobre todo, a que, a diferencia de la mayor parte de los demás torneos que en el mundo existen, la competición se caracteriza por albergar en su seno a todos los equipos que quieran participar en ella, lo que incluye a escuadras amateurs, grupos de amigos o, como es el caso en la trama del libro, abnegados practicantes futbolísticos en pueblos perdidos, cuyos equipos militan en los últimos escalones del muy vasto organigrama del fútbol británico, que alberga a clubes ingleses, pero también, especialmente en los primeros años del trofeo, a galeses, escoceses e irlandeses. Además, parte de la secular magia del campeonato reside en que las eliminatorias se resuelven a partido único, que se disputa siempre en el campo del equipo de menor rango, lo que favorece las gestas heroicas y propicia las sorpresas con carácter épico.
Y, en efecto, el ficticio Steeple Sinderby Wanderers hará historia desde su diminuta aldea minera de Yorkshire, el poblachón situado a diez metros sobre el nivel del mar en la estación seca (las parciales inundaciones de su terreno de juego cuando la lluvia invernal castiga la región constituirán una de las indudables causas -pero ni mucho menos la única- de los inesperados éxitos del equipo), superando una ronda tras otra en una sucesión de emocionantes partidos narrados con sencillez, ternura y un aguzado humor muy british, por un Carr que, jugador aficionado en su juventud, conoce bien la trascendencia simbólica del fútbol y la infinidad de connotaciones sentimentales a las que su práctica y su contemplación se abren.
Cómo llegamos a la final de Wembley resulta sobresaliente, más allá de la emoción de los choques y las peripecias de la competición, de las acciones deportivas y las vicisitudes de los encuentros, por la verosímil ambientación en el húmedo entorno del villorrio: el paisaje anodino, los interminables campos, el escuálido cultivo de remolacha azucarera, el clima gélido, los escasos y no muy relevantes monumentos, las dudosas glorias del pasado local, los dos pubs en los que los lugareños ahogan en alcohol el tedio existencial, las viviendas poco iluminadas, los excrementos de los animales de granja “flotando” por doquier. También es memorable el retrato del inefable puñado de personajes que transformarán, con su entrega, con su energía, con su ingenio, con su convicción, la vida de la aldea -ese perdido estercolero rural, como lo califican sus oponentes- “embarcándola” en un proyecto inspirador e insensato, ilusionante e imposible que cambiará la existencia de todos ellos para siempre.
No quiero olvidar otro de los indudables encantos del libro: el tono cercano y amable, el carácter entrañable y simpático de la historia que se nos narra, el humor afable, una suerte de inocencia, de bondad en la interpretación de los hechos vividos, la melancolía y la nostalgia que impregnan, en el recuerdo a toro pasado, la rememoración de esos insólitos acontecimientos que transformaron la vida de esos hombres y mujeres comunes, ordinarios, corrientes, banales incluso si no fuera por el suceso que, en cierto modo, los convirtió en leyenda, tras su humilde aunque heroica gesta.
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Joseph Lloyd Carr. Cómo llegamos a la final de Wembley. Editorial Tusquets. Barcelona, 2018. Traducción de María del Puerto Barruetabeña. 208 páginas. 16.15 euros