Más de 120 millones de personas obligadas a huir en medio de la apatía y la inacción del mundo. El informe de Tendencias Globales de Desplazamiento Forzado, publicado anualmente por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) constata la terrible realidad del desplazamiento forzoso de personas. El 2023 terminó con la impactante cifra de 117,3 millones de personas refugiadas y desplazadas. Si se le suman los desplazados en lo que va del 2024 por los conflictos de Sudán, República Democrática del Congo, Ucrania, Myanmar, Palestina, Siria, Afganistán, y otros, superan los 120 millones de personas refugiadas, a día de hoy.
Una tendencia que, históricamente, va en aumento año tras año. Para no remontarnos más atrás, hace una década el número de personas desplazadas por la fuerza, era de una por cada 125. Actualmente lo es una de cada 69. Casi el doble de personas que diez años atrás, se ven obligadas a huir para salvar sus vidas. Cifras que denotan el fracaso en el mantenimiento de la paz y la seguridad por parte de la comunidad internacional, los gobiernos, las organizaciones empresariales y de los ciudadanos en general.
Los refugiados son personas obligadas a desplazarse por las guerras, violencia, persecuciones, violaciones de los derechos humanos y ahora también por el cambio climático. Del total de personas desplazadas en el mundo, 43,4 millones son refugiadas, es decir, personas que se han visto obligadas a buscar refugio fuera de su país, cruzando una frontera internacional. Mientras que 68,3 millones son personas desplazadas internamente, continuando dentro de sus países, aunque en otro lugar distinto al de su origen.
Es común a todas las personas refugiadas, exiliadas, expatriadas o acogidas (sinónimos que expresan una misma realidad) su voluntad de poder volver a sus casas tan pronto como sea posible, pero de una manera voluntaria y segura. En 2023 y según el citado informe, más de un millón de personas refugiadas volvieron a 39 países, entre ellos a los antes mencionados y 5,1 millones de personas desplazadas internas también regresaron a sus lugares de origen. Esa voluntad de volver a casa es una de las razones por la que los refugiados buscan cobijo en los países vecinos de su entorno, por la cercanía o por la falta de capacidad económica para ponerse a salvo en lugares más lejanos.
Más allá de las impresionantes cifras, el informe de ACNUR pone de manifiesto, no solo que se trata de personas refugiadas y desplazadas, tan humanas como nosotros. También señala el grado se solidaridad de los países. Así, el 75 % de las personas refugiadas o necesitadas de protección internacional, son acogidas en países que tienen una renta, una economía baja o media, es decir, que disponen de pocos recursos. Nos estamos refiriendo al hecho de que 45 de los países menos desarrollados, aquellos que no llegan a representar 1,4 % del PIB (Producto Interior Bruto) mundial, han recibido en acogida a más del 21 % de la población refugiada total. Estos países sí son solidarios, los más ricos o con más recursos no parece que lo sean tanto.
Cuando, quien escribe estas líneas, estudiaba en la universidad la asignatura de Geografía Humana, me llamó poderosamente la atención el fenómeno de las migraciones que, cuando son forzosas, llevan tras de sí el drama humano, en la mayoría de los casos. Un gran número de refugiados o desplazados forzosos van a parar a los conocidos como “campo de refugiado”, lugar improvisado y preparado para la estancia temporal de personas que han sido obligadas a abandonar el sitio en el que vivían. Pero que, aun así, no se libran de la persecución y violencia inhumana, cual es el caso de los campos de refugiados de Sabra y Shatila en Beirut, cuando en 1982 se vieron asaltados y la masacre acabó con la vida de más de 3.000 refugiados.
Esa estancia temporal puede prolongarse a lo largo de los años. Según datos de ACNUR, una persona puede pasar una media de 17 años en un campo de refugiados, hasta que pueda regresar a su país u obtener permiso reglamentario para establecerse en otro país distinto. En el campo de refugiado se intenta hacer realidad las palabras del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, cuando dice que: “Todas las personas tienen derecho a estar a salvo y a tener acceso a alimentos, medios de vida básicos, agua, alojamiento y a estar abrigadas”.
Más que la vida, la supervivencia en los campos de refugiados no es fácil. Hacinados, en muchos casos sin aseos y con escasas raciones de comida, los niños enferman fácilmente y las enfermedades contagiosas de suceden. En agosto de 2008 tuve la oportunidad de ver uno de los campos de refugiados existentes en Jordania (país que en el 2020 disponía de 10 campamentos con 2.206.736 refugiados registrados).
Tras el visionado del campamento quedé impresionado de la dignidad con la que los refugiados llevaban tan lamentable situación, así como de la colosal labor humanitaria llevada a cabo por ACNUR. La necesaria solidaridad no dejaba lugar a dudas, había que pasar a la acción y pronto me hice socio del Comité español de ACNUR, atendiendo la petición reiterada de mi estimado amigo Antonio Garrigues Walker, entonces Presidente de dicho Comité, hoy Presidente de Honor.
A nivel comunitario, y ante la problemática que suscita la inmigración hacia Europa en la que se mezclan refugiados con inmigración irregular, la próxima Comisión Europea está dispuesta a explorar “ideas innovadoras” para gestionar las demandas de asilo desde fuera del territorio comunitario, con fórmulas consensuadas con otros países. Y, en cuanto a España, La reforma de la ley de extranjería entra en su recta final de tramitación parlamentaria, que contempla la acogida de los menores inmigrantes no acompañados, por parte de las comunidades autónomas, como una forma de «solidaridad obligatoria».
El 20 de junio se ha celebrado el Día Mundial del Refugiado. Centrado este 2024 en la solidaridad con las personas refugiadas, por un mundo en el que se les dé acogida, según el llamado de ACNUR. No parece que haya tenido mucho eco. Confiemos en que no haya sido otra oportunidad de solidaridad perdida, en el camino de ayudar a esas personas refugiadas o desplazadas que, mayoritariamente, permanecen en silencio ante la sociedad y en el olvido de una gran parte del mundo.
Escuchemos a Jam Festival 2021: Estoy Aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=KH3LglTMt-c
© Francisco Aguadero Fernández, 28 de junio de 2024
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