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Preguntas sin fácil respuesta
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Preguntas sin fácil respuesta

Actualizado 24/05/2024 08:02
Mercedes Sánchez

Hoy, especialmente, estoy en blanco en lo que se refiere a inspiración, porque divago de un tema a otro sin fijar ninguno y las palabras se posan por segundos en cuestiones diversas, sin encontrar poesía que las sustente ni cemento que las una.

No obstante, siempre se asientan, como mariposas, en algún punto, y en este caso llama mi atención la Inteligencia Artificial, con su voracidad, que se anuncia como apoyo (y sin duda lo será) mas no exento de preguntas que no se resolverán, a buen seguro, hasta que esté tan empleada y se vuelva tan común que sea entonces cuando se inicien los debates, una vez que ya nos hayamos convertido en habituales usuarios. Y es que las cuestiones no están en para qué sirve (demostrado queda que vale para todo y no se niega su utilidad). Pero ¿quién tendrá la propiedad intelectual de lo producido por ella? ¿la persona que da las instrucciones para que se elabore algo nuevo? ¿la que crea el programa que lo genera? ¿quién tendrá la autoría de un escrito, de una pintura, de cualquier obra de arte realizada con ella?

Ya empieza a haber distintas respuestas posibles, y comienzan los tribunales a dictar sentencias, en algunos casos concretos, que, con otros enfoques, en otros países, determinan cosas diferentes.

Mientras tanto, se exhorta a los distintos gobiernos a fomentar su uso, a invertir cifras millonarias en su expansión…

Como sucede ante casi todo, tengo mis reservas. Por supuesto, no ante las posibles ventajas, que son muchas, sino, desde luego, ante el uso que se haga de ella, y sobre todo a su generalización sin control. Especialmente cuando aún no existe ningún marco que la regule.

La Inteligencia Artificial, para entendernos, tiene como objetivo la creación de máquinas que piensan de forma similar a la inteligencia humana. De momento, se asegura, no hará nada por sí sola que previamente no haya sido programado por un ser humano. Se le achacaba, por ejemplo, falta de empatía emocional con las personas, pero ya se están introduciendo parámetros emocionales y de sensibilidad. Por tanto, las respuestas que nos da son más adaptadas a nuestro perfil de seres que sienten. Se valoran como mejoras, aplicadas a la interacción. Por ejemplo, con personas de mucha edad que pasan mucho tiempo solas: un robot, con expresión y voz humanas, podría hacer compañía a los mayores que así lo precisaran. Pero también aparece la cruz: ¿la IA podría llegar a manipular a esa anciana? Como se pueden suplantar voces, rostros, etc., ¿podría llegar a sustituir a algún familiar? ¿en qué medida? ¿hasta qué punto? ¿en qué ámbitos? ¿dónde está el límite? ¿y el marco legal? IY va más allá: ¿puede la IA aprender por sí misma y llegar a tener mayor inteligencia que el ser humano? ¿puede, incluso, dominar a la raza humana?

Actualmente, al común de los mortales todas estas preguntas nos parecen de una película de ciencia ficción. Pero no debemos olvidar que se lleva utilizando de forma restringida desde su creación, nada menos que a partir de la Segunda Guerra Mundial, y ahora es cuando se empieza a divulgar más sobre ella. Creo, sinceramente, que conocemos tan solo una ínfima parte de lo que, a día de hoy, es capaz de hacer la IA, pero hay que ser también conscientes de que llamadas programadas conectan con nuestros teléfonos para ofrecernos publicidad, de que los dispositivos que utilizamos recogen continuamente informaciones de cada una de las cosas que hacemos, por dónde caminamos, a qué horas, cuáles son nuestros hábitos, incluso en qué lugares solemos tomar el café, o con quién quedamos. De hecho, ya se está matando con drones en las guerras.

El universo de comodidad de nuestros dispositivos (comprar en línea, buscar restaurante en el que comer, conectar con nuestros seres queridos, organizar viajes, hacer reservas, anotar la lista de nuestra compra, planificar nuestras agendas, fijar fechas de nuestras citas médicas, archivar nuestras fotos, y un larguísimo etcétera) ofrece datos, al segundo, de todo ello, a las llamadas “nubes” en las que todo se archiva. Esto no es que sea futuro, es ya presente. La pregunta es: ¿qué hará en el tiempo venidero la IA con nuestros datos? Incluso: ¿qué está haciendo, ya, ahora mismo, a día de hoy, la Inteligencia Artificial con el manejo de tanta información?

Mercedes Sánchez

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