Lunes, 24 de junio de 2024
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Somos racistas
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Somos racistas

Actualizado 08/05/2024 07:53
Juan Antonio Mateos Pérez

Desde que tengo memoria, sabía que había algo mal con nuestra forma de vida cuando las personas podían ser maltratadas por el color de su piel.

ROSA PARKS

En una sociedad racista no es suficiente con no ser racista. Debemos ser antirracistas.

ANGELA DAVIS

Decimos que no somos racistas, pero cada día se multiplican las noticias de comentarios ofensivos y odio en las redes, en el futbol, en las aulas, en la calle. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel. La gente aprende a odiar. También podemos aprender que las diferencias no tienen que separar, se debe amar la diferencia, no sólo para tolerarla, sino para incluirla y reconocerla. Somos diferentes precisamente para darnos cuenta de la necesidad que tenemos unas personas de otras. Igual que aprendemos a odiar, también podemos aprender a amar.

El racismo está en la médula de nuestras culturas, muchos no lo creen o no quieren creerlo. Posiblemente las personas blancas no hemos sufrido esa violencia y rechazo, con lo que nos cuesta creerlo. Ahí están expresiones como “trabajar como un negro”, “no soy racista, pero…”, “no podemos ayudar a todos”, “Si te gustan tanto acógelos en tu casa”, “nos quitan el trabajo”, “dejar entrar a las personas refugiadas, produce un efecto llamada”, “no quieren integrarse”, “me engañaron como a un chino”, “vas echa una gitana”, “la chica nueva es sudaca”, “es una merienda de negros”, “deja de hacer el indio”, “panchito”, “paki” “judiada” y otras muchas que están en la médula de nuestra sociedad. Ahí están los chistes de negros, gitanos, chinos, etc. Porque hacer humor de un colectivo oprimido, sea el que sea, no es humor es bullyng.

Por otro lado, en nuestra cultura que casi todo el año es máscara y carnaval, en muchas fiestas se acude disfrazado, ahí está el fenómeno “blackface”. Es un término que se originó en Estados Unidos, y se refiere al maquillaje que utilizan las personas blancas para imitar a las personas negras. Este fenómeno está muy extendido también en nuestro país, sólo hay que pasearse por el carnaval, la cabalgata de Reyes, Halloween o la fiesta de una facultad. Esta forma de caricaturizar a una persona o personaje negro tiene su origen en países esclavistas (No olvidemos que España fue uno de los últimos países en abolir la esclavitud), a la vez que excluían a la población negra, la representaban mediante prácticas racistas de suplantación sobre todo en diferentes espectáculos.

Está práctica del blackface, despersonaliza a la persona convirtiendo al otro en una masa sin rasgos, ni identidad propia. Si no es persona todo es posible, incluso la violencia y el racismo. Siendo algo vergonzoso y discriminatorio como vemos, sigue siendo una práctica común, pocos se la cuestionan, argumentan que es sólo divertimento. El racismo y la xenofobia siguen siendo las causas más frecuentes de discriminación, según diversos informes europeos y nacionales, y producen un enorme sufrimiento en todos los países del mundo, dificultando el progreso de las sociedades democráticas.

Hoy en día, la sociedad está desplegando un nuevo racismo que busca ser democrático y respetable, negando que sea racismo. En este nuevo racismo, las minorías no son inferiores, sino diferentes. Se representan estereotípicamente como infractores de la ley y las normas, es decir, como diferentes, siendo una amenaza para nosotros. Este nuevo racismo consiste, en una serie de prácticas discriminatorias, a veces sutiles, basadas en representaciones socialmente compartidas, como los estereotipos, los prejuicios y las ideologías. Se muestran a veces hacia esas minorías, no tanto sentimientos de odio, sino de incomodidad, inseguridad y, en ocasiones, temor. Las manifestaciones del racismo en nuestras sociedades suelen ser extremadamente sutiles, como la negación del interculturalismo.

La lucha contra esta lacra de odio, el racismo, la xenofobia y todas las formas de discriminación, deben ser una prioridad en la agenda política nacional y de la Unión Europea. Pero vemos cada día que estamos en “horas bajas”, muchos políticos dan cada día lecciones de racismo y xenofobia de forma gratuita y sin sonrojarse. Nos recordaba la pensadora Simone Weil: la igualdad es una necesidad vital del alma humana. La misma cantidad de respeto y de atención se debe a todo ser humano, porque el respeto no tiene grados.

Los estudios nos dicen que, en España, la mayoría no es racista, aunque vivamos en un sistema que, sí lo es, adobado por muchos como algo normal y cotidiano. Debemos tratarnos todos como personas y entender la riqueza de la diversidad, una persona que llega de otra cultura, no tiene que abandonar su identidad para integrarse en la sociedad. La escritora y poeta Maya Angelou, nos recordaba que todos debemos saber que la diversidad es un bonito tapiz, y debemos entender que todos los hilos del tapiz tienen el mismo valor, sin importar su color.

Todo esto pone de manifiesto la necesidad de crear nuevas formas de organizar las relaciones entre los seres humanos, tanto individual como colectivamente, en clave más universalista y menos excluyente. Nuestra universalidad espacial nos obliga a estar abiertos a numerosos lugares y albergar dentro de nosotros una pluralidad de continentes, religiones y culturas. Para ello debemos no sólo aprender a pensar en los otros haciendo justicia, sino comprendiendo que la diferencia entre la mayoría de los seres humanos es una historia escrita desde la exclusión y la injusticia.

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