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Sánchez o el derecho a la ternura (en el Día de la Madre)
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Sánchez o el derecho a la ternura (en el Día de la Madre)

Actualizado 06/05/2024 09:07
Fernando Gil Villa

Por Fernando Gil Villa (catedrático de sociología y escritor)

El 24 de abril, el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, se dirigió a la ciudadanía a través de una carta en la que anunciaba un paréntesis para reflexionar sobre si valía la pena seguir en el cargo después de diez años de acoso político y mediático a su familia, y en especial a su mujer. "No me causa rubor, soy un hombre profundamente enamorado". Con esta declaración, situaba la política en el campo de las emociones, algo tan poco habitual que logró que representantes de partidos de todo el espectro político se mofaran del asunto. Este es uno de los puntos más interesantes del suceso al que, sin embargo, no parece haberse prestado la suficiente atención. Puede parecer lógico que a los "hombres duros" de la derecha, que cultivan en su liderazgo rasgos de masculinidad en semblantes, gestos y lenguaje, algunos de los cuales atacan de hecho, por activa o por pasiva, la androginia y la diversidad de géneros, se rían de lo que consideran una sensiblería propia de un adolescente y no del hombre hecho y derecho que debe encarnar el hombre de Estado. Menos lógico parece que ironicen quienes lideran partidos más más o menos progresistas. Uno -Carles Puigdemont- dijo que salía "llorado de casa". Otra -Yolanda Díaz-, que sobraba melodrama. En este último caso la contradicción parece más sangrante si suponemos que el feminismo no sólo respeta sino que fomenta la expresión de las emociones.

No he visto muchas referencias al libro que escribió hace ya tiempo el político colombiano Luis Claudio Restrepo, "Derecho a la ternura", quien fuera comisionado de paz en el gobierno de Uribe. El primer párrafo es muy elocuente:

Estamos acostumbrados a opinar sobre los grandes derechos pu?blicos, aquellos que figuran en co?digos y constituciones, haciendo parte de discursos poli?ticos y promesas electorales... Pero parece sospechoso y hasta ridi?culo hablar de esos derechos de la vida cotidiana que permanecen confinados a la esfera de lo i?ntimo, sin que nadie ose pronunciar sus nombres en las asambleas donde se debaten con grandilocuencia los pro- blemas poli?ticos de la e?poca. A esta categori?a de derechos dome?sticos, relegados y vergonzosos, pertenece el derecho a la ternura.

De modo que Pedro Sánchez no ha descubierto en su carta el Mediterráneo, digo, el Atlántico, al reeditar una reivindicación procedente de una América Latina a la que algunos siguen considerando deudora de España. Claro que ese no fue el caso de María Zambrano, quien, en sus conferencias en México, hace casi un siglo, reclamaba la puesta en valor de las emociones frente al racionalismo puro y duro. "Sienta el pensamiento, piensa el sentimiento", coreaba casi al mismo tiempo Unamuno.

Pero no, antes que mirar a Iberoamérica, algunos prefieren mirar a la antigua Roma, recordando la famosa frase según la cual la mujer del César no sólo debes ser honesta, sino que debe parecerlo. Quiero pensar que no saben que esa fue la excusa usada por el emperador romano para repudiar a su mujer, Pompeia, en un contexto cultural donde los matrimonios no se basaban precisamente en el amor. Si lo saben, entonces se trata de una burda pedrada machista.

Lo extraño, por tanto, no es el gesto del presidente, sino que a algunos españoles les haya parecido extraño ese gesto. Al parecer, hay que seguir teniendo valor para trasplantar el arbusto de la política en la parcela del sentimiento. Esa tierra es incompatible con las nuevas formas que toma la violencia en nuestra época, de las que dan muestras diarias los representantes del pueblo, los mismos que luego piden educación en valores y respeto a la convivencia, recordándonos las tesis de Clausewitz: hacer política es hacer la guerra por medios simbólicos. Esta tierra tiene que vivir hoy sin abono de las religiones, y no me refiero sólo a la católica, el cual puede contribuir al desarrollo de la ternura. Pero ahora sólo queda la obsesión por el éxito y el poder, rotos los frenos de la ética.

Y es que el siglo XXI es el siglo de la deshumanización (revival del anexionismo bélico y del populismo punitivo, políticas de tolerancia cero, aumento de los delitos de odio, de los linchamientos, de los suicidios y de su ideación entre los más jóvenes, haters, etc.), un fenómeno que afecta de lleno a la esfera política con ataques directos a la democracia con dictadoras enmascaradas, asaltos a los parlamentos y negación de los resultados electorales.

En este panorama, el separatismo no es sólo un programa político, sino también existencial. Primero blindamos nuestra santa voluntad separándola de la realidad . A renglón seguido separamos la razón utilitaria de los sentimientos, para proteger a toda costa nuestro interés particular. Me pregunto si hay algún político dispuesto a ir a la cárcel con tal de despedirse por última vez de su madre sin intermediarios, algo que no hizo el señor Puigdemont el lunes que falleció su madre, el mismo en que el presidente Sánchez anunció que seguía en el cargo. Por cierto, tal vez esa hipótesis sea especialmente creíble entre nuestros acogedores y republicanos vecinos franceses quienes hace tiempo dejaron de considerar al rey como padre para pasar a considerar a las madres como reinas. No pocos de sus más célebres personajes no acabaron nunca de llorar su desaparición.

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