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La Pasión de Jesús vista a través de los evangelios y por forenses, 3ª parte
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La Pasión de Jesús vista a través de los evangelios y por forenses, 3ª parte

Actualizado 10/03/2024 11:22
Isaura Díaz Figueiredo

La muerte de Jesús es descrita con ligeras diferencias por los evangelistas, como hemos mencionado. Después de la muerte, el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz, reclamado por José de Arimatea, uno de sus discípulos y hombre misericordioso, y preparado por él para ser colocado en el sepulcro. De esa tumba Jesús resucitará tres días después, pero en este punto estamos más allá de la Pasión y en la plenitud de Su Gloria.

La muerte de Jesús fue analizada por médicos que concluyeron que la agonía provocada por la tortura romana fue extremadamente dolorosa. Desde el siglo I se buscó alguna respuesta clara a los motivos que desencadenaron la muerte de quien, según las Sagradas Escrituras, diera su vida para limpiar los pecados de toda la Humanidad como supremo gesto de amor.

Más allá de lo que sostiene la fe cristiana, la existencia de Jesús fue probada por científicos e historiadores y desde la medicina clínica y forense se hicieron innumerables estudios sobre las verdaderas causas de su muerte y del "milagro" ocurrido cuando, al ser atravesado por una lanza, brotó agua de su cuerpo en lugar de sangre.

Renombrados especialistas coinciden: "Él sufrió una de las formas más duras y dolorosas de pena capital jamás imaginada por el hombre", investigación realizada por el Dr. Christian Answers.

Y agrega: "Incluso antes de que la crucifixión empezara, Jesús mostraba claros síntomas físicos relacionados con un intenso sufrimiento. La noche previa a la ejecución sus discípulos dijeron haberlo visto en agonía sobre el Monte de los Olivos. No sólo no durmió en toda la noche, sino que además parece haber estado sudando abundantemente. Tan grande era el sufrimiento, que había pequeños vasos sanguíneos que se rompían en sus glándulas sudoríparas y emitían gotas rojas tan grandes que caían al suelo (Lucas 22:44). Este síntoma de intenso sufrimiento se llama hematohidrosis o sudor de sangre".

Según ese estudio, el hijo de Dios "estaba físicamente agotado y en peligro de sufrir un colapso".

Después de la flagelación, el largo vía crucis y la dolorosa crucifixión, "Jesucristo murió por asfixia, insuficiencia cardíaca aguda y finalmente un infarto de miocardio pero, si hubiera necesidad de realizar un informe final de las causas clínicas de su fallecimiento, serían al menos diez.

Síndrome de estrés agudo, hipertensión arterial de origen psicosomático, anemia aguda por pérdida sanguínea, insuficiencia cardíaca congestiva, insuficiencia respiratoria aguda, síndrome pleural con derrame, shock por hipotensión, infarto de miocardio, ruptura de ventrículo y muerte.

Los tres momentos de mayor sufrimiento

La flagelación

El doctor Camargo, especialista en Cuidados Intensivos: El castigo que usaban los romanos: "La flagelación era un preliminar legal a toda ejecución. A la víctima le desnudaban la parte superior del cuerpo, lo sujetaban a un pilar poco elevado y con la espalda encorvada, de modo que al descargar sobre ésta los golpes no perdiesen fuerzas. Golpeaban, sin compasión ni misericordia alguna".

El instrumento era un azote corto (flagrum o flagellum) con varias cuerdas o correas de cuero, a las cuales se ataban pequeñas bolas de hierro o trocitos de huesos de oveja, que causaban profundas contusiones y hematomas. Los huesos de oveja –que las cuerdas de cuero tenían en las puntas– desgarraban la piel y el tejido celular subcutáneo.

Al continuar los azotes, las laceraciones cortaban hasta los músculos, destrozaban la carne, lo que producía una pérdida importante de sangre y plasma. Hay que tener en cuenta que la hematohidrosis (sudoración de sangre) previa había dejado la piel muy sensible en Jesús.

La corona de espinas

Después de la flagelación, vienen las burlas de la soldadesca con las víctimas. A Jesús le fue colocada, como emblema irónico de su realeza, una corona de espinas (era parecido a un “casco” que envolvía desde la frente, la parte superior de la cabeza y la posterior) irritando gravemente los nervios más importantes de la cabeza, causando un dolor cada vez más intenso y agudo con el paso de las horas.

De acuerdo a las Escrituras, no recibió ningún alimento, lo que se habría agravado por la pérdida de líquidos tras las abundantes hemorragias. Eso permite suponer que estaría gravemente deshidratado y al borde de un colapso o shock.

Cuenta la Biblia que al momento de la "coronación" congregaron a toda la corte conformada por entre 400 y 600 hombres para burlarse de él: "Allí lo desnudaron, lo hicieron sentar sobre un banco de piedra, le echaron en las espaldas una capa corta color grana y le encasquetaron la corona de espinas con fuerza sobre la cabeza, le pusieron una caña por cetro en la mano derecha y empezó la farsa… ¡Salve, rey de los judíos! Y le golpeaban la cabeza con una caña y lo escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias" (Mr.15:15; Mt.27:26-30; Jn 19:1-3).

La crucifixión

El dolor y el daño causado por la crucifixión fueron concebidos para ser sumamente intensos, "al punto en que se anhelaría constantemente la muerte"., la perforación del nervio medio de las manos por un clavo puede causar un dolor tan increíble que ni la morfina sería de gran ayuda.

Por ser un dolor intenso, ardiente como relámpagos atravesando el brazo hacia la médula espinal. La ruptura del nervio plantar del pie con un clavo tendría un efecto asimismo terrible". Además, la postura del cuerpo sobre ese tipo de cruz alargaría por varios días la agonía, ya que ésta fue pensada "para hacer extremamente difícil la respiración".

El doctor Farrar escribió: "Una muerte por crucifixión parece incluir todo lo que el dolor y la muerte puedan tener de horrible y espantoso: vértigo, calambres, sed, inanición, fiebre, tétano, vergüenza, humillación, larga duración del tormento, horror de la anticipación, mortificación de las heridas no cuidadas...". Lo resumió como "una sinfonía del dolor" producida por cada movimiento, con cada inspiración, incluso una pequeña brisa sobre la piel podría haberle causado un dolor intenso.

Por su parte, Zugibe cree que "Cristo murió de un colapso debido a la pérdida de sangre y líquido, más un choque traumático por sus heridas. Además de una sacudida cardiogénica (cuando el corazón no puede bombear suficiente sangre y oxígeno al cerebro y otros órganos vitales) que hizo que su corazón sucumbiera".

La Biblia dice que, cuando el soldado romano le atravesó el costado izquierdo a Jesús, "la lanza liberó un chorro repentino de sangre y agua" (Juan 19: 34). El forense James Thompson considera que "esto no solo prueba que Jesús ya estaba muerto cuando fue traspasado, sino que también es una evidencia del rompimiento cardíaco". Cualquiera que fuese la causa final de la muerte, no hay duda de que fue extremadamente dolorosa.

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