Mi vida se consume en la aflicción y mis años entre gemidos; mi fuerza desfallece entre tanto dolor y mis huesos se deshacen
Salmo 31, 11
Vivir es sufrimiento, sobrevivir es encontrar sentido al sufrimiento
VÍCKTOR FRANKL
Hace dos entradas escribíamos dolor y sufrimiento de las víctimas de abusos de poder, conciencia y sexuales en la Iglesia y en la Iglesia de Salamanca, en la figura de un sacerdote amigo: Policarpo Díaz. Son relatos llenos de lágrimas y dolor, pero también de esperanza, ya que no somos prisioneros de nuestras heridas, siempre podemos nacer de nuevo, como Nicodemo. Aunque los seres humanos podemos hacer daño y no sepamos mirar a los ojos a las víctimas, Dios sabe hacer nuevas todas las cosas, abriendo esperanzas y futuro, a veces a empellones.
En esta entrada quisiera pensar el sufrimiento, esa realidad que forma parte de la existencia humana, como la muerte o la vida, la alegría y la felicidad. Todos sufrimos enfermedades y sufrimientos físicos, pero también sufrimientos morales como la soledad, desengaños, traiciones, pérdida de seres queridos, perdida del trabajo, preocupación económica, desesperanzas. En los momentos límites, podemos tener más preguntas que respuestas y quedar atrapados en el pozo del sufrimiento. Las preguntas por el sentido no se plantean para ser respondidas, ellas nos revelan la condición humana.
Pensar el sufrimiento es ante todo hacerse solidario con el que está sufriendo y pensar en la cura, pensar en la justicia, pensar en la urgencia del cuidado. Paul Ricoeur, pensando en las guerras y genocidios del siglo XX, pensaba que el sufrimiento es casi el único desafío de la filosofía y el pensamiento. Supongo que también de la teología. Lo que realmente inquieta en determinados momentos de la existencia es su exceso y desmedida de la injusticia.
Vivir, comenta Viktor Frankl, es asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea y, cumplir con las obligaciones que la vida nos asigna a cada uno de nosotros en cada momento. Somos seres potencialmente resilientes, capaces de resistir a la destrucción y capaces de reconstruir sobre circunstancias adversas.
La realidad de la vida humana es limitada y vulnerable, expuesta siempre al sufrimiento, amenazada constantemente por la enfermedad, la desgracia o la muerte. Muchos sufrimientos son consecuencia de la limitación de nuestra naturaleza humana, otros pueden ser provocados por desastres naturales, y otros muchos por el mal uso de nuestra libertad. El sufrimiento está grabado en el corazón de la naturaleza humana, a veces amplificado por nuestros egoísmos e indiferencias.
Si por un lado, nadie escapa al sufrimiento, tanto físico como espiritual, también se viven momentos de alegría, satisfacción y realización. San Agustín recordaba que somos un pueblo de aleluya. ¡Y aleluya es nuestra canción! La verdadera alegría no la encontramos en los pozos de la maldad y el sufrimiento, sino en las fuentes de la bondad y del bien. No perdamos el humor, la alegría, el sentido del vivir en medio del sufrimiento de la existencia.
Para Schopenhauer, sólo se puede penetrar desde fuera al ser íntimo de las cosas, pero el ser humano es la cosa en sí, el noúmeno, se abre el camino desde dentro. El lugar donde se muestra es en el cuerpo de deseo, la pasión, el esfuerzo, la voluntad. La voluntad es voluntad de vivir, es la afirmación del deseo, pero se encuentra limitada por el sufrimiento, el dolor y el hastío. La vida humana es una lucha por la existencia, con la certidumbre de quedar vencido. Schopenhauer no busca una salida religiosa. Para librarse del dolor de la existencia, es necesario librarse de la voluntad de vivir, no buscando el suicidio, sino la nada, el nihilismo.
Nietzsche, por su parte, defiende la visión dionisíaca de la vida. La vida del pensador fue una vida de sufrimiento, pero desde éste, realiza un camino de conocimiento que le proporciona un cierto margen de felicidad. El dolor vence la vida y la voluntad, por ello es preciso buscar un sentido al sufrimiento. La felicidad no se consigue escapando de los problemas, sino trabajándolos para ponerlos a nuestro favor. El amor a la vida en Nietzsche supone que hay que aceptarla sin vestimenta, sin máscaras, sin moldes.
El pensador y literato Fiodor Dostoievski, en su obra Memorias del subsuelo, escribe sobre el sufrimiento de forma irónica y casi nihilista, afirmando que el ser humano nunca renunciará al sufrimiento genuino, a la destrucción y al caos. El sufrimiento: ¡pero si esa es la única causa agente de la conciencia!. Gracias al sufrimiento el ser humano sale de sí mismo y se enfrenta a lo innegable, permite conocer el verdadero valor de la vida y del amor. El sufrimiento descubre en toda su profundidad la voluntad de vivir.
Nadie queremos el sufrimiento, a pesar del miedo y el dolor, forma parte de nuestra naturaleza. Todos recordamos el grito de Job, describe de cerca lo que está viviendo: “Lo que más temía me sucede, lo que más me aterraba me acontece: vivo sin paz, sin calma, sin descanso, en puro sobresalto”. No es fácil manejar el dolor, pero cuando nos situamos con lucidez ante el sufrimiento no es raro que rompa a gritar y lamentarse. Pero también hay que decir que hay sentido en el sufrimiento, el dolor siempre tiene algo que decirnos, nos madura y nos hace más humanos. El sufrimiento es fuente de conocimiento, abre perspectivas cognitivas sobre la persona, los demás y las relaciones entre ellos. La vida humana en el sufrimiento ofrece también espacios para el crecimiento y permite descubrir valores existenciales desconocidos. El sufrimiento pertenece a la transcendencia del ser humano, en cierto sentido destinado a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo.
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