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La mirada del asombro
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La mirada del asombro

Actualizado 15/11/2023 07:59
Juan Antonio Mateos Pérez

El hombre tiene que despertar al asombro.

LUDWIG WITTGENSTEIN

"Son filósofos verdaderos aquellos a quienes gusta contemplar la verdad"

PLATÓN

En el camino de la vida lo más sorprendente son los encuentros fortuitos, inesperados, que nos deslumbran y nos ayudan a creer en humanidad. Muchos hombres y mujeres que nos han precedido a lo largo de la historia nos han dado un ejemplo de vida y valores sólidos, podemos empaparnos de su ejemplo. Sabiendo que los encuentros más fascinantes acontecen en nuestro interior, en el hondón del corazón, reelaborando el néctar de las mejores miradas de los diferentes encuentros

Es necesario estimular el pensamiento crítico e independiente y poder trabajar en aras de un mejor entendimiento del mundo, promoviendo la paz y la tolerancia. La filosofía es fundamental para construir un mundo más habitable, más libre, más justo. Cualquier materia enseña a pensar, pero es la filosofía la que nos lleva a un pensamiento crítico, esto le permite cuestionar todo lo establecido, incluso así misma, su contenido o su método. Quiere ir más allá del pensamiento establecido, de las ideas y creencias comunes. El filósofo y el pensador deben anhelar la búsqueda de la verdad, aunque regresen con las manos vacías. La filosofía, al igual que el buen pensamiento, es acertar en lo importante.

Pero el pensar no es tarea fácil, hilvanar el pensamiento es un proceso arduo y laborioso, se requiere habitar el silencio y desvelar el pensamiento desde la reflexión más allá de la mera opinión. La verdad siempre tiende a ocultarse y hay que aprender a buscarla, pero sobre todo amarla. Es el amor a la verdad el camino que nos aparta de los convencionalismos y nos ayuda a librarnos de las esclavitudes. Amor a las verdades en torno a la vida, la realidad, el mundo o la existencia. Nos recordaba nuestro querido Miguel de Unamuno, que la filosofía responde a las necesidades de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción.

Fue allá en la antigua Grecia donde empezó todo, Cicerón le atribuyó a Pitágoras el nombre “Filosofía”, el gran pensador, no queriendo pasar por sabio, se describía como amante de la sabiduría. El origen de su nombre está en la humildad y desde ella, se empezaron a preguntar por las causas de las cosas, así buscaron una physis, una naturaleza, un arché, un principio de donde todo surgiera.

Pero no sólo fue suficiente un principio, era también importante la pregunta por el hombre y por la Ética. Más allá de todo relativismo y pluralidad de la Polis, se ponen las bases de la universalidad del bien, que se colocaba dentro del saber. Se empezará a pensar la libertad del individuo frente al determinismo del cosmos, donde la conciencia individual, choca contra la fatalidad del destino. Desde aquí surge la necesidad, anajké, que por su origen y por su destino hace inteligible el cosmos y se conectará con lo divino. Se comienza a pensar lo religioso y por medio del logos se accede a Dios, combinando la metafísica del ser y la estética, siendo Dios lo más hermoso y bueno.

Para poder ahondar en la verdad, debemos recuperar el asombro, que es lo que da sentido a la rutina, es la puerta del descubrimiento y, el descubrimiento sabiamente saboreado nos ayuda a profundizar en la vida y a vivirla con más plenitud. El asombro se despierta desde una mirada honda, raíz de lo auténtico, origen de la verdadera filosofía. El asombro precede a la pregunta por todo lo que nos rodea: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre?.

Esta verdad en nuestros tiempos está difuminada en “el imperio de lo efímero”, vivimos en una modernidad líquida donde todo vale, creando una “era del vacío”. Incluso un crepúsculo de los dioses o de los grandes relatos con los que intentamos explicar la realidad, celebrando el fin de las utopías, de las cosmovisiones o del moralismo. La posverdad es lo que queda de la verdad en los tiempos posmodernos. Pero esa renuncia a la verdad, también supone una renuncia a todo lo que es bueno.

Nos recordaba Gilles Lipovetsky, que la obligación ha sido reemplazada por la seducción; el bienestar se ha convertido en dios y la publicidad, en su profeta. En el ambiente se respira una aversión al deber moral y que incapacita para cualquier tipo de compromiso estable. Ese vacío dejado por el deber, contribuye a disolver el necesario autocontrol de los comportamientos y a promover un individualismo conflictivo.

No podemos ser náufragos del asombro. No podemos por menos que recordar a Platón, cuando afirmaba que en el asombro, uno se sale de sí mismo y es capaz de situar el foco de atención en lo externo. Porque la filosofía no es más que la valentía de buscar respuestas a las preguntas más inquietantes y complejas. Su preocupación fundamental fue la de encontrar una forma de vida feliz para los hombres, tanto en su vida individual, como en la social, totalmente unidas para el pensador. Se dio pronto cuenta que, para establecer una teoría del comportamiento humano, una moral o una teoría del Estado, primero hay que saber qué es el hombre y qué es y como vino a ser el mundo en que vivimos. La moral y el Estado necesitan de forma previa una teoría del hombre y del universo, a eso los pensadores lo llaman metafísica. Pero también es necesario investigar en que consiste el saber, si es posible el conocimiento y enfrentarlo con nuestras propias dudas.

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