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Itinerarios salmantinos: Agustín Casillas, una pared para su arte
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Itinerarios salmantinos: Agustín Casillas, una pared para su arte

Actualizado 27/10/2023 11:53
Charo Alonso

En la esquina de Carmelitas y Filiberto Villalobos se encuentran dos exquisitos frisos blancos en el dorso de piedra de uno de los bloques más singulares de una Salamanca en expansión

Donde da la vuelta no el aire, sino el autobús. En la esquina de Carmelitas y Filiberto Villalobos, junto al Pato Rojo, que a los salmantinos siempre nos ha gustado situarnos con los bares de toda la vida. Ahí descubre la cámara de Amador Martín dos exquisitos frisos blancos de Casillas, en el dorso de piedra de uno de los bloques más singulares de una Salamanca en expansión que lo llamó 'El edificio alto de la Caja de Ahorros'.

Tras la Guerra Civil, el Instituto Nacional de la Vivienda se afanaba por trazar nuevos barrios ahí en los aledaños de la Salamanca monumental, junto a los terrenos de los Maristas, del hospital de la Santísima Trinidad, casi hasta el Calvario… entonces se levantaron las casitas pequeñas de Salas Pombo en el barrio del extinto convento de San Bernardo, casi a la sombra de un inusual edificio erigido por el arquitecto Joaquín Secall, que tanto trabajó para la Caja de Ahorros y que se caracterizaba en los años 40 por alejarse del regionalismo imperante y alzar bloques austeros y funcionales. Nieto de José Secall y Asión, zaragozano que ganara el puesto de arquitecto municipal y levantara entre otros edificios el Palacio del Obispo y la casa de los Huebra, Joaquín Secall, fallecido en 1957, aplicó su espíritu práctico para este gran edificio en cuyo arco de entrada al patio se escribió posteriormente el nombre de Mariano Rodríguez.

Constructor y empresario controvertido nacido en San Miguel de Valero, era Mariano Rodríguez un hombre hecho a sí mismo. Posiblemente de su mano se remozara el enorme edificio de Secall, hecho de piedra de Villamayor para no desentonar con el cercano centro salmantino al que mira desde su altura. Y uno de los cambios fue cubrir el costado que daba a la antigua calle Héroes de Brunete con una pared de sillares de piedra colocados aleatoriamente, sin desbastar, lo que le dio una apariencia inusual en la que destacan ahora los dos frisos del escultor Agustín Casillas. Realizados en hormigón blanco para adornar, en 1962, el stand de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, fueron colocados en la pared de piedra donde el tráfico constante, el paso apresurado a los hospitales o a la Estación de Autobuses, nos impide levantar la vida y disfrutar de una de las obras más originales del maestro Casillas.

Ama la cámara de Amador el trabajo de Casillas, su persona discreta, su historia de empeño en tiempos de penuria. Coetáneos y amigos, Núñez Solé, Casillas y Damián Villar vivieron escindidos su pasión artística y la necesidad de ganarse la vida. El padre de Casillas, encargado de obras, como aparejador era el padre de Núñez Solé, vio muy pronto el talento de su hijo y le apuntó a las clases de la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy con 12 años, donde fue su maestro de dibujo lineal el arquitecto Lozano Lardet. Sin embargo, se imponía el esfuerzo de ganarse la vida. Casillas trabajó bien joven con el decorador y escayolista Eroteide Cascajo, quien marcó su vida laboral, y por la noche, juventud divino tesoro, acudió a las clases de la Escuela de Artes y Oficios donde tuvo como maestro a Montagut. Fuerza y entrega que sufren dos contratiempos: su servicio militar en África y, sobre todo, la muerte de su padre que le convierte en cabeza de familia. Como sus coetáneos, repito, devoción y obligación, trabajo y arte.

Casillas, reconocido tempranamente, practica como lo hace Núñez Solé con diversos materiales probando técnicas, técnicas que, como afirma Amable Diego, alumno suyo en el poco tiempo que Casillas dio clase, enseñaba generosa y gustosamente. Núñez Solé trabajó en la empresa familiar de derivados de hormigón, Casillas lo hizo como decorador y escayolista. Ambos sabían del barro, la madera, la piedra, la escayola y el hormigón que también practicaría Ángel Mateos. Y ambos descubren nuevas formas de trabajo, como el relieve hundido, una técnica que ya practicaban los egipcios y que puede confundirse con el bajorrelieve. En ella, el escultor hace una incisión y trabaja y vacía, buril sobre la piedra, como –en palabras del profesor Eduardo Azofra- si fueran plateros haciendo un repujado.

Con esa técnica sobre el hormigón fresco, presto al trabajo del artista, Casillas realiza su lectura alegórica del ahorro como le han encargado. Códice de vida se inicia con el niño estudioso, el hombre que trabaja la tierra y se une a la mujer, el padre que –en las imágenes de la época- trae el dinero a casa mientras ella cuida del hijo y por último, el matrimonio anciano disfrutando a la sombra del árbol cuajado de frutos, del ahorro duramente amontonado durante su vida. Una visión plana, esquemática, ajena a los adornos, sencilla, sintética, moderna y tremendamente efectiva con los símbolos de la época del ahorro, la sempiterna hucha, la imagen del árbol y del trabajo de la tierra. Y pese a este esquema plano, de rasgos que economizan, la imagen redondeada del niño desnudo, exquisito en su rostro, su tripita, su pequeño sexo, su delicada factura que nos recuerda las primeras cabezas, piezas escultóricas que tallaba Casillas teniendo como modelos a los miembros de su familia. Una familia amorosa que sabía retratar, infancia detenida.

Dos frisos alargados que contienen a las figuras sedentes, tumbadas, cinta que recorre la vida como un negativo o un trozo de película extendido ante nuestros ojos. Realismo expresionista en estas piezas, en estos seres con detalles muy medidos… la empalizada, la iglesia, la escuela, el árbol, la hucha, los útiles de trabajo, el fruto… ejemplos de sencillez, de vida recoleta y que sigue el ejemplo de los mayores que continuan el ciclo de la vida. Una vida ante nuestros ojos que deben aprender las virtudes del ahorro y las bondades de la previsión, conceptos ciertamente usados en la época que los artistas deben traducir, una vez se les ha encargado el trabajo que adorne, en la Feria de Muestras de Salamanca, el espacio privilegiado de la Caja de Ahorros, auténtico motor de la ciudad de entonces. Una ciudad que ahora transita, se apresura bajo el trabajo hendido del escultor que dibuja sobre las placas de hormigón, blanco y dispuesto al trazo de sus manos. Un mural que recorrer con la misma admiración y cariño con el que Amador fotografía cada detalle… mimo en la mirada enamorada… Casillas en la ciudad que amamos y amaba.

Charo Alonso. Amador Martín