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Ministerio de Igualdad: rechazo de una moral impuesta
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Ministerio de Igualdad: rechazo de una moral impuesta

Actualizado 25/05/2023 08:01
Antonio Matilla

Un estudio sociológico realizado en un Instituto de Enseñanza Secundaria de Madrid, nos trae “la sorpresa” de que muchos alumnos varones están rechazando lo que ellos consideran un feminismo extremo que se ha implantado mediante la Ley del Sí es sí, la Ley Trans y otras iniciativas legislativas emanadas desde el Ministerio de Igualdad.

En un artículo firmado por Erika Montañés en el ABC del domingo 21 de mato, “El efecto bumerán de las políticas de Igualdad entre los adolescentes”. Como siempre, no todos los adolescentes piensan lo mismo, pero hay un porcentaje importante que, por el efecto de las políticas del Ministerio de Igualdad, muchos adolescentes varones “se sienten culpables hasta que se demuestre lo contrario”, “dicen haber perdido el derecho a la presunción de inocencia” por culpa del feminismo radicalizado, de manera que “el antifeminismo y el negacionismo de la violencia de género se están asentando cada vez más entre los adolescentes. El giro que se ha dado a las políticas de igualdad, ha derivado en justo lo contrario: la emergencia de discursos antifeministas. Los jóvenes han reaccionado en contra de lo que consideran la corriente de pensamiento “mainstream” o principal, que les lleva a considerar, dentro de la rebeldía típica de la adolescencia, que lo “políticamente correcto” es complacer a la mujer.

Esta rebelión de muchos adolescentes varones, motivada por el hecho de sentirse víctimas y de la angustia y desesperación ante un futuro incierto, pueden acabar politizándose desde posiciones contrarias al feminismo. Muchos llegan a pensar, y ejemplos hemos tenido recientemente, que si fueran mujeres el futuro lo tendrían más fácil.

La revolución de Mayo de 1968 en París, California, Madrid, Berlín y en todas las democracias occidentales, con matices, desde luego, impuso la primacía de los jóvenes contra tos adultos, representantes inmediatos, en casa, del Poder del Estado, y llevó a la separación entre generaciones. El Papa Francisco insiste mucho en la necesaria relación, diálogo y convivencia entre todas las generaciones. Si esto -el encuentro y el diálogo en profundidad entre ancianos, adultos, jóvenes y adolescentes- ocurriera con más frecuencia, los jóvenes podrían ayudarse en el recuerdo vivo de sus padres y abuelos.

Los padres y, sobre todo, los mayores podrían recordarles a los adolescentes que “el hombre” –escribo ahora en castellano inclusivo, porque el “el hombre” incluyo a la ministra Irene Montero y sus ayudantes, que también son humanos- es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Les recordarían que en tiempos del franquismo y, en general, en toda la Europa ya democrática, incluida Inglaterra, se quiso imponer a la fuerza una moral sexual puritana, de raigambre protestante, victoriana y también ultracatólica –el ultracatolicismo consiste, sobre todo, en olvidar la misericordia como componente esencial del Evangelio-. Estas morales puritanas parece que están volviendo a ponerse de moda. Pero tienen un defecto “de nación”: no tienen en cuenta la realidad de las personas, en este caso los adolescentes y, como los fariseos contra los que se peleaba el evangelista San Mateo, conducen a actitudes hipócritas que les llevan a predicar una moral, pero practicar la contraria.

Si los adolescentes actuales hablaran más con personas de las generaciones de sus padres y abuelos, descubrirían pronto que ese mecanismo de imponer una moral ya se experimentó en su día y fue un fracaso. Fue un fracaso porque no es adecuado imponer una moral a los adolescentes y que lo adecuado es dialogar, dialogar y dialogar, aunque nos cueste a ambas partes –adultos y adolescentes- noches sin dormir y no pocos disgustos, pero sin renunciar nunca a la comunicación.

Este diálogo se ha vuelto muy difícil, porque la moral que subyace a las leyes que se están imponiendo desde el Ministerio de Igualdad, se elabora en referencia al paradigma temporal de la ley de la Memoria Democrática y en mutua interacción con ella. La Ley de la Memoria Democrática se sitúa en los primeros años 30 del siglo pasado, lo que hace casi imposible dialogar con testigos vivos de aquellos tiempos y solo queda la posibilidad de dialogar, bien con los historiadores, que estaría muy bien, pero que parece un trabajo harto pesado para adolescentes, o con los políticos que manipulan los datos históricos para hacerlos coincidir con unas imposiciones ideológicas que no son nuestras, porque han nacido en el ámbito anglosajón, como por ejemplo la ideología woke y la práctica de la “cancelación” (la censura de toda la vida, pasada por las nuevas tecnologías y, si fuera necesario, el escrache).

El ámbito cultural anglosajón está permeado por las nuevas tecnologías y, su derivado, las redes sociales. Y son las redes sociales el lugar de diálogo de muchos adolescentes, no la mesa camilla o los sofás alrededor del fuego en invierno, donde poder hablar, escuchar, preguntar y discutir, discutir mucho entre los mayores, los jóvenes y los adolescentes…y no olvidemos a los niños, que tienen el derecho a crecer libres, seguros y rodeados de afecto real, no solo virtual.

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