Siempre pensé y defendí, que la política era la solución para casi todo. Sin política, con mayúsculas, o micropolítica, con minúscula, las cosas no funcionan. Pero ahora la política está dejando de ser la solución, para convertirse en el problema. Según el último estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) actualizado el 18 de enero de 2023, los problemas políticos en general, están entre los tres primeros problemas de España. Los políticos, los partidos y la política, son una de las principales preocupaciones para los españoles.
La política se ha convertido en un espectáculo y con frecuencia en un esperpento. La virtualidad del mundo moderno parece que ha trastornado todo un poco. Saltamos de lo virtual o surrealista al mundo real y nos comportamos como si siguiéramos estando en aquel estadio virtual, con lo cual, cuesta diferenciar la fantasía de la realidad, la verdad de la mentira, la honestidad de la apariencia de honestidad. Cada cual se cree y se encierra en su verdad trivial.
Es un terreno abonado para el florecer de los populismos. El origen del populismo nos remonta a la Rusia de la segunda mitad del siglo XIX. El descontento producido en el campesinado por los términos en que se concedió su emancipación fue tal, que trascendió a otros estratos de la sociedad y en 1870 prendió el germen del populismo, siendo su cuna los ambientes universitarios e intelectuales. Vinculado pues a los movimientos democráticos rusos de la época, tomaron el nombre de narodnismo, luego traducido al español como populismo y que encierra el lema de "ir hacia el pueblo". Esencialmente, fue un movimiento intelectual, con inspiraciones revolucionarias, que tuvo como característica más sobresaliente la confianza en la comuna campesina, como base de una nueva organización social, pretendida.
Pocos años después y aunque por motivos bien distintos, al otro lado del Atlántico, los agricultores estadounidenses que habían ido perdiendo poder e influencia frente a los intereses empresariales emergentes del este, dejaron de creer en sendos partidos nacionales que consolidó el sistema bipartidista estadounidense, y a los que veían como una maquinaria de control político ajena a sus intereses y problemas. El descontento generalizado, especialmente en el campo, comenzó a gestar un movimiento político y social que culminó en 1892 con la creación del Partido del Pueblo, comúnmente denominado populista, que participó con éxito en las elecciones nacionales.
Dando un salto en el tiempo, la primera vez que oí hablar de populismo no entendía de qué iba. Luego me enteré de que se trataba de aquel movimiento político de corte populista, fundado a finales de los años cuarenta del siglo XX en Argentina por el general Juan Domingo Perón. El conjunto de ideas políticas y de justicia social en las que se basó el justicialismo o peronismo, adolece de excesos retóricos, términos y conceptos extremadamente generalistas, imprecisiones, falta de coherencia, con enunciados vagos sobre la justicia social. Aquella doctrina peronista, pretendía diferenciarse y alejarse del liberalismo capitalista, impregnado de individualismo, y del marxismo dogmático orientado a la colectivización. Ambos sistemas políticos imperantes y enfrentados en aquella época. Históricamente, el peronismo es considerado como un fenómeno crucial, no solo en relación con la historia argentina, también en relación con los fenómenos políticos contemporáneos más globales.
Actualmente, el populismo es un concepto de gran difusión en entornos coloquiales o de la opinión pública en general, pero menos utilizado en el ambiente académico, evasivo e impreciso en la ciencia política contemporánea.
En estos momentos el populismo está en auge, tanto en América como en Europa campa a sus anchas. Hace tres décadas el populismo de izquierdas prendió su germen en Venezuela con el chavismo. Recientemente, el populismo de derechas arraigó fuertemente en Estados Unidos con Trump, y Bolsonaro en Brasil. Aunque con menor intensidad, o más sutil, también en Europa tenemos brotes populistas. Desde el 2016 una especie de internacional populista parece no tener límites, algo que nos recuerda a otros tiempos que no deberían volver.
Estos movimientos sociopolíticos actuales bien podríamos catalogarlos de neo populismos. Se empapan del espíritu y los recursos del tiempo en el que se dan. Caracterizados por la teatralidad y la escenificación, actuaciones de cara a la visualización televisiva, convocatorias por medio de redes sociales, compartir el ciberespacio, estética banal, utilización del recurso de comunicación transmedia (cuando el receptor asume un rol activo en el proceso de expansión).
Los populismos se alimentan de la desesperación de los más humildes, la pérdida de calidad de vida de las clases medias y el incremento bochornoso de las desigualdades. Emplean una retórica que apela al pueblo. Toman la parte por el todo: en nombre del pueblo americano, de los brasileños, dicen, como si los demás no lo fueran. Usan el discurso del enfrentamiento de nosotros contra ellos. Se hacen intérpretes de la realidad y ellos son la cara de esa realidad.
Es de manual del populismo el cuestionar el sistema, las instituciones, los procesos y resultados electorales (los cuestionan incluso antes, por si no les son favorables) Empiezan por la deslegitimación del adversario hasta convertirlo en indigno, despreciable y llevan a la polarización. Van minando y ocupando las estructuras e instituciones del Estado, desde dentro. Pero no tienen bastante con acceder al gobierno, buscan el control de todo, aspiran a hacerse permanentes, acabar con el pluralismo y con la democracia.
Puede que este auge de los populismos se deba a que no hemos asimilado las barbaries ocurridas en el siglo XX como consecuencias del fascismo, el nacismo y el comunismo soviético. No se salva ningún totalitarismo populista, tampoco la libertad populista, solo la libertad bien entendida, tiene cabida en nuestras vidas. Lo mejor que podemos hacer es luchar por ella.
Les dejo con Paloma San Basilio en No llores por mí, Argentina:
https://www.youtube.com/watch?v=0IIqcmsS1wo
© Francisco Aguadero Fernández, 3 de febrero de 2023
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