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Así trabajan los campaneros de Calzada de Valdunciel, un toque que ya es Patrimonio de la Humanidad
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EL DÍA A DÍA DE Ángel Pedraz y M. Tomás Castañeda

Así trabajan los campaneros de Calzada de Valdunciel, un toque que ya es Patrimonio de la Humanidad

Actualizado 14/01/2023 16:37
Charo Alonso

Paisaje sonoro de un tiempo sin reloj al repique de las campanas

El toque manual de campanas se convierte en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Vuelan las campanas en el cielo, Manuel Tomás Castañeda Andrés y Ángel Pedraz Santos.

Paisaje sonoro de un tiempo sin reloj al repique de las campanas

Llegamos a Calzada de Valdunciel y nos recibe el repicar de las campanas de la Iglesia de Santa Elena, que tantas maravillas guarda en su interior. Desde el nido de las campanas, el pueblo de sillería de piedra y ladrillo, famoso por su rejería y por ser cruce de caminos de la Vía de la Plaza y del Camino de Santiago, se extiende sobre el horizonte infinito repicando de alegría dominical porque la UNESCO ha declarado el toque manual de campanas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Toca a rebato en el pecho de Manuel Tomás, que nos recibe al pie de una iglesia porticada de alegría que anuncia la misa de doce desde la sólida altura de su campanario.

Carmen Borrego: Si tú estás aquí, ¿quién toca? ¡Que no se puede estar en misa y repicando!

Manuel Tomás Castañeda: Es Ángel, aunque tocamos de forma diferente es normal confundirnos, aprendimos del mismo maestro. Antes en todos los pueblos había sacristanes que eran quienes tocaban las campanas y te enseñaban, si de niño tenías afición. En esa época se repicaba todos los días.

Ángel Pedraz: Sobre todo cuando la gente estaba en los campos. Mi madre decía: “De Santa Cruz de Mayo hasta Santa Cruz de Septiembre, que suenen las campanas hasta que revienten”.

Charo Alonso: ¿Por qué?

A.P.: La Santa Cruz de Mayo se celebraba el 3 de mayo, y la de septiembre, el día tres. En esa época la gente estaba en el campo trabajando todo el día y con el toque de campanas sabían qué hora era. La campana les daba las doce y paraban para comer.

Ch.A.: Verlas de cerca y sentir cómo suenan es impresionante.

A.P.: Sí, mirad, antes el sacristán se subía a esta piedra para tocar, ahí está la señal de sus pies. Las campanas tienen que ir acompasadas y hay que tocarlas a la misma altura.

M.T.C.: El truco es pegar el badajo a la campana. Como es de bronce es lo mismo que le des fuerte o no, suena siempre. El truco para repicar es hacer idéntico movimiento de la mano, mira, golpéala, a poco que le des ya suena.

Ch.A.: Qué sonido tan profundo… Hay fechas grabadas dentro de la campana.

M.T.C.: Es una costumbre, yo he puesto el nombre del antiguo campanero que nos enseñó a nosotros, Antonio Castañeda, que no es familia mía aunque tenemos el mismo apellido. Y puse la

fecha en la que murió atropellada aquí en el pueblo una niña, para recordarla.

Ch.A.: ¿Es verdad que las campanas tienen nombre de mujer?

M.T.C.: Sí, la de la catedral de Salamanca se llama María de la O, y la del Ayuntamiento, Princesa Leonor. Aquí, siempre se ha dicho que esta es la del alcalde y esta, la del cura.

Ch.A.: ¿Cómo habéis recibido la noticia de que el toque manual de las campanas es ahora Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad?

M.T.C.: Para los que queremos que se dé valor a las campanas ha sido muy importante. Es un orgullo, hace falta que se conozca y se valore.

C.B.: ¿Y a quién enseñáis vosotros ahora?

Ángel y Antonio: ¡A nadie!

Á.P.: Yo tengo un nieto y voy a ver si empieza con el tamboril… Antes, todos los chicos estábamos de monaguillos, subíamos al campanario, sabíamos… Ahora, con el toque automático, no se necesita a nadie pero fastidia, está bien, pero no tiene nada que ver.

Ch.A.: Esto no se puede perder, lo dice ahora la UNESCO.

M.T.C.: No, no se puede perder. Antes, la vida en los pueblos se marcaba con las campanas. Se tocaba para anunciar los entierros y solo con los toques la gente sabía si había muerto una mujer, un hombre, un niño… En los entierros de los niños se toca de una forma especial, igual que en los bautizos. El toque de difuntos se hace cuando llega la noticia de que ha muerto alguien del pueblo –aunque esté fuera– y se toca desde que sale el cuerpo de la iglesia hasta que llega al cementerio y en los días posteriores, cuando se le hace una misa.

A.P.: Se tocan las esposas.

Ch.A.: ¿Esposas?

M.T.C.: Una esposa es tocar las dos campanas a la vez, separando cada toque unos seis o siete segundos. Para el entierro de una mujer se tocan dos esposas, para un hombre, tres, un cura, cuatro. Para un Obispo o Cardenal, cinco y para un Papa, seis. El toque de difuntos es lento, el resto del toque son unos cinco minutos muy lento, ding… dong, ding… dong. Y lo mismo con las campanas chicas, las esquilas, dos para una niña y tres para un niño. Las esposas se tocan al principio y al final para que la gente sepa quién es. Tocando a muerto se siente una vibración en el alma, cuando se tocan las esposas y te acuerdas de esa persona.

Ch.A.: ¿Y para avisar de que hay fuego?

M.T.C.: Cuando hay un fuego se toca a rebato, y desde abajo, tirando de la cuerda, no hay tiempo para subir al campanario, desde la iglesia y se va uno a ayudar. Y cuando hay una boda se repica media hora a las 9 de la mañana, se case aquí o no alguien del pueblo.

A.P.: También se tocaba para anunciar la reunión del concejo, lo que es ahora el pleno municipal. Había dos tipos de concejo, el del municipio y el de la hermandad, que tenía tanto peso como el otro por la cámara agraria.

M.T.C.: En Mogarraz me dijeron que en la Sierra existe el “toque del perdido”. Cuando se extraviaba alguien por el monte tocaban las campanas para que se guiara por el sonido. Eso, en La Armuña, no se estila porque no nos perdemos, se ve el horizonte a 30 km a la redonda. Y en Zamora tienen un toque que se llama “tente nublo”, lo tocaban para disipar las nubes de tormenta. Y algunos días de Semana Santa estaba prohibido tocar las campanas, se tocaba una carraca por las calles del pueblo, de ahí que algunos campanarios tengan una carraca también llamada “matraca”.

Ch.A.: Ángel, Tomás, ¿tenéis escrito todo esto?

A.P.: No, Paco Blanco es el que se ha preocupado mucho de estas cosas. En cada pueblo hay alguno que sube a tocar, que aprendió de niño. Y hay lugares que le dan mucha importancia, donde voltean las campanas.

Ch.A.: ¿Qué es voltear las campanas?

M.T.C.: Es hacer que den la vuelta completa. Las pequeñas de aquí sí pueden voltear, pero las grandes no, no tienen espacio para ello y el yugo, donde van sujetas, esta pieza de madera, no está preparada porque tiene que pesar tanto como la campana. Las de la catedral de Pamplona no, por ejemplo, esas se bandean. El bandeo es el hecho de moverlas, pero sin dar vueltas.

A.P.: Eso del volteo es muy espectacular, pero se hace en pocos sitios.

Ch.A.: Tenéis una iglesia con un gran campanario muy espacioso, pero en otras iglesias no hay más que una espadaña. ¿Cómo se las arregla el campanero?

M.T.C.: Cuando hay una espadaña, el campanero sube a un cachito de balcón con una reja. No hay nada más, el vacío y el tejado.

A.P: Este campanario está cubierto, en otros, como los de las espadañas, si llueve, te mojas. A veces subimos a unos campanarios que están en malas condiciones, donde la escalera es de palo, o de tabla, muy peligrosa y ya va teniendo uno una edad… En esta iglesia, la escalera para subir es de caracol, de piedra, con cincuenta escalones.

Así trabajan los campaneros de Calzada de Valdunciel, un toque que ya es Patrimonio de la Humanidad | Imagen 1

C.B.: Para subir a tocar las campanas del ayuntamiento hay que salir por una ventana al tejado, Tomás no tiene vértigo… Los dos lleváis toda la vida haciendo música con las campanas…

M.T.C.: Éramos monaguillos, por ahí empezaba la historia, ayudando a misa. A mí me gustaba y seguí subiendo a tocar cuando ya dejé de ser monaguillo. Aprender a tocar es muy lento porque solo puedes subir a tocar un día a la semana. ¡No es un instrumento que puedas practicar cuando quieras!

C.B.: ¿Qué dice la gente del pueblo? Aunque sé que presumen de tener campaneros…

M.T.C.: A la gente de Calzada de Valdunciel le gusta, cuando tocamos nosotros salen a la puerta…

A.P.: La gente que va fuera y regresa al pueblo en vacaciones lo aprecia mucho, les recuerda a su infancia. Te esperan en el portal de la iglesia y te dicen ¡qué gusto oír las campanas tocar así!

Ch.A.: ¿Cuánto pesan estas campanas? ¿Quién las hizo?

M.T.C.: Hay una más antigua y grande que la otra. No sé cuánto pesarán. Antes, en Salamanca las hacía Cabrillo, que tenía fábrica aquí. Ahora las reparan y las hacen en una empresa de Montehermoso, los maestros fundidores de Rivera, en Cáceres. Aquí la más antigua suena mejor, no mejor, suena diferente… Es verdad que la más antigua tiene un toque especial para mí. Las campanas fueron muy importantes, marcaban el tiempo. Todos los pueblos tenían campanas, hasta las ermitas más pequeñas en los campos…

M.T.C.: Y en la Guerra Civil se fundieron algunas para hacer cañones o municiones.

Ch.A.: Es nuestro paisaje sonoro, no lo podemos perder.

M.T.C.: Aquí cerca, en Zamora, hay mucha afición, muchos niños están tocando. Y con este reconocimiento se habla de las campanas de Utrera, o de Albaida, en Valencia, que son los que lo han promovido.

Ch.A.: ¿Qué se siente tocando?

M.T.C.: Mucha responsabilidad, sabes que eres el mensajero para cientos de personas, ahora miles, porque retransmito en directo por redes sociales. Físicamente se siente vibrar todo el cuerpo, sobre todo los oídos… y el alma también.

Tocan cuando nacemos, cuando nos unimos, cuando morimos. Nuestro pecho lleva dentro el badajo de la tradición, el eco de la campana desde la altura de un tiempo compartido. Horizonte que tañe al compás de las manos, al ritmo de su vuelo. Y son alas de bronce que marcan nuestro tiempo… Campanas.

TEXTO: CHARO ALONSO Y CARMEN BORREGO