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Adiós a Benedicto XVI
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Adiós a Benedicto XVI

Actualizado 04/01/2023 08:38
Juan Antonio Mateos Pérez

El cristiano debe ser un buscador nato de la verdad y del amor, porque son componentes de su ser, de su libertad.

BENEDICTO XVI

La sociedad…espera del cristiano un corazón abierto, universal, un amor que sea capaz de denunciar la injusticia social y las nuevas esclavitudes, un amor que sea puente no muro, que comprenda que convivimos culturas sociales que sólo se pueden encontrar en el amor.

BENEDICTO XVI

Benedicto XVI, falleció el último día del año en el convento Mater Ecclesiae, en el Vaticano, donde vivía retirado en silencio desde su renuncia. Tenía 95 años y hacía tiempo que estaba muy débil. Aunque su estado de salud era delicado desde hacía tiempo, fue poco antes de Nochebuena cuando empeoró al comenzar a sufrir problemas respiratorios. Aun así, sacó fuerzas para celebrar la Navidad acudiendo a misa. Casi no andaba y hablaba con un hilo de voz. Tres días después, en su audiencia de los miércoles, el Papa Francisco, pidió rezar por él. Todos nos temíamos el desenlace final de su muerte.

Un 11 de Febrero de 2013, fiesta de la Virgen de Lourdes, Benedicto XVI conmocionó al mundo anunciando su renuncia al papado debido a su avanzada edad, tenía 86 años. En 2010, Benedicto XVI explica en el libro-entrevista Luz del mundo, con esa extraordinaria sensatez con la que siempre ha enseñado: “Si el Papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo, tiene entonces el derecho, y en ciertas circunstancias también el deber, de renunciar”.

Era un gran intelectual, pero un hombre frágil y de precaria salud, que intentó ser el Papa de todos y eso genera una inmensa soledad. Acosado por los lobos de la curia al intentar limpiar los escándalos de la Iglesia, que todavía hoy siguen sonrojando a creyentes y no creyentes, como los clérigos pederastas y los banqueros corruptos de la banca vaticana, pudieron influir en su decisión de renuncia. El director del L’Osservatore Romano, el siempre mesurado diario oficial de la Santa Sede, llegó a decir que Benedicto XVI era “un pastor rodeado por lobos”. Lo cierto, que su renuncia fue algo profético, abriendo los ojos de la Iglesia hacia nuevos caminos de modernidad y la llegada del aire fresco del Papa Francisco.

No fue una sorpresa su nombramiento como Papa, fue la mano derecha de Juan Pablo II desde la Congregación de la doctrina de la fe, pero unos días antes del cónclave quiso descartarse como sucesor de Pedro (Así lo comenta el cardenal Michele Giordano en su libro “Extra Omnes”). Tenía la esperanza de retirarse a una vida tranquila para seguir estudiando teología. Ratzinger aceptó la elección de forma inmediata y serena, pero sabía que le había caído una gran responsabilidad. Un famoso vaticanista llegó a sentenciar: “la iglesia no podía perderse este Papa”.

El 19 de abril de 2005, apareció vestido de blanco un hombre aparentemente frágil, tímido, con gesto contraído, humilde y servicial, trabajador de la viña del Señor, que tomará como nombre Benedicto XVI. Unos pocos días más tarde, en una audiencia general, el papa Benedicto explicó la razón por la que había elegido ese nombre. Su cercanía a Benedicto XV, Papa durante la I Guerra Mundial, y famoso por su profunda labor evangelizadora; y también, la importancia de Benito de Nursia, fundador de la orden Benedictina, que representaba un punto de referencia fundamental en el proceso de la unidad de Europa y un poderoso recordatorio de las indispensables raíces cristianas de su cultura y su civilización.

Quienes le conocieron hablan todos de su humildad, sencillez y timidez, sobrio en sus gestos, fuerte en sus convicciones y de una gran capacidad de comunicación. Solo las personas humildes, cercanas y sencillas, son dignas de fe y creíbles ante el mundo. Posiblemente su humildad no ha llegado a la mayoría de los creyentes, sino su intelectualidad. El escudo episcopal de Ratzinger llevaba el lema Cooperatores Veritatis, “Colaboradores de la Verdad”. Su vida como profesor, obispo y Papa, estuvo orientada a la búsqueda de la Verdad y la verdad, que no solo debe ser buscada desde el intelecto, sino desde el corazón, como afirma en su libro Jesús de Nazaret, siguiendo la estela de San Agustín.

Su pensamiento como profesor y como Papa, es una confrontación con el relativismo y nihilismo de nuestro tiempo representado en la llamada “muerte de Dios”. Entendió que en la cultura se está produciendo una transvaloración de valores sobre los que se asienta no solo el cristianismo, sino la sociedad, afectando a la moral, el derecho, la democracia, los derechos humanos, etc. Está dialogando con un mundo en el que se apaga la luz de Dios, ya que se están perdiendo valores tan importantes como el ser, la verdad, el deber, el sentido, la esperanza y el futuro. Como nos recordaba Olegario Gonzalez de Cardedal, Benedicto XVI como Papa, se siguió comprendiendo así mismo como profesor de teología en un nuevo nivel de su misión, con una cátedra más grande como asignatura y auditorio.

Benedicto XVI, nos legó tres grandes encíclicas: Deus caritas est (2005), Spe Salvi (2007) y Caritas in veritate (2009). El ejercicio del amor no sólo es concebido como camino hacia la plenitud del ser humano y ruta de liberación, sino, además, como vía de conocimiento de Dios, pues la naturaleza de Dios es amar. Solo conoce a Dios el que ama a su prójimo, porque el ser humano está creado para amor y esa es su vocación más genuina. En un mundo donde han caído los grandes relatos, la esperanza es la confianza en el ser humano y su futuro. Reivindica la fuerza del amor, la virtud teologal de la caridad que, abierta a la esperanza, es capaz de transformar las estructuras de pecado en pilares de un mundo nuevo.

Como profesor y como pontífice, propuso, asumir la modernidad desde una razón más plena, llevándola a los límites de su capacidad y abriéndola a la revelación y a la fe, para que de esta manera no limitarse solamente a conocer cómo funcionan las cosas, sino también por qué y para qué existen. Ha buscado transcender, ir más allá de lo inmediato, abrirse y extender la mirada más allá de uno mismo. Sin renunciar a la razón, el ser humano debe acompañarse de la fe, de la relación con el Dios vivo, un encuentro que nos abre nuevos horizontes mucho más allá del ámbito propio de la razón. Hoy más que nunca, recordando las palabras de Benedicto XVI, tenemos más necesidad del Dios vivo que nos ha amado hasta la muerte.

El propio Papa Francisco, mucho antes de su muerte, afirmó que Benedicto XVI, ha sido un gran Papa, grande por la fuerza y penetración de su intelecto, grande por su importante contribución a la teología, grande por su amor a la Iglesia y a los seres humanos, grande por su virtud y religiosidad. Su espíritu aparecerá de generación en generación cada vez más grande y más potente... Demos gracias a Dios por el don que hizo a la Iglesia y al mundo con la existencia y el pontificado del Papa Benedicto. Ya llegó a la casa del Padre, encomendamos al Dios amor y la misericordia, su vida y su muerte, a ese amor que engloba la existencia entera, ese amor que tiende a la eternidad.

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