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Poner fin al racismo
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Poner fin al racismo

Actualizado 21/09/2022 08:23
Juan Antonio Mateos Pérez

"Ningún país puede afirmar que está libre de racismo. Es una preocupación mundial y la lucha para acabar con el racismo requiere un esfuerzo universal."

— La Declaración y el Programa de Acción de Durban

Yo tengo un sueño: que un día, en las colinas rojizas de Georgia, los hijos de los viejos esclavos y los hijos de los viejos propietarios de esclavos podrán sentarse en la misma mesa de la fraternidad

MARTIN LUTHER KING

Queremos recordar en este Día Internacional de la Paz, que ésta no es independiente de la justicia, sobre todo de la justicia social. No es ausencia de guerras, ni volver a la situación anterior, la paz está asociada a la voluntad de cambio que alienta las transformaciones urgentes de las condiciones de vida de las mayorías más pobres. Unos principios de justicia que sean igualitarios, pluralistas y democráticos, asociados todos a la prioridad de lo público sobre lo privado, a la inclusión y a la ética, subrayando la dignidad de la persona. Como nos recordaba E. Roosevelt, no basta con hablar de paz, es necesario creer en ella y trabajar para conseguirla, crear un mundo en el que todas las personas sean tratadas con igualdad, independientemente de su raza.

El lema de este año es: “Pon fin al racismo. Construye la paz”. Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, afirma para este día: “El racismo sigue envenenando las instituciones, las estructuras sociales y la vida cotidiana en todas las sociedades. Sigue siendo un factor clave de la desigualdad persistente. Desestabiliza las sociedades, socava las democracias, erosiona la legitimidad de los gobiernos, y ... es un flagelo que además se encuentra inequívocamente ligado a la desigualdad de género".

Según el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia, el racismo y la xenofobia siguen siendo las causas más frecuentes de discriminación, según diversos informes europeos y nacionales, y producen un enorme sufrimiento en todos los países del mundo y dificultan el progreso de las sociedades democráticas. Los delitos de odio aumentaron en los últimos cinco años, siendo los motivos de discriminación: el racismo/xenofobia (34,6%); la ideología (23,3%); la orientación sexual/identidad de género (19,8%); y el sexo/género (7,1%). Esta lucha contra los discursos de odio, la xenofobia y todas las formas de discriminación, entre ellas las asociadas al racismo, deben ser una prioridad en la agenda política internacional, en la de la Unión Europea y en la de España.

Según el informe de Amnistía Internacional, comprobamos que ha crecido el racismo contra las personas negras, musulmanas, romaníes y judías en toda Europa. Denuncian el aumento del autoritarismo en numerosos países, asociado a discursos xenófobos sobre la emigración. El miedo a la migración reforzó los prejuicios contra la comunidad musulmana, la población romaní sufrió aún más exclusión social durante la pandemia de COVID-19 y la población judía experimentó un aumento sustancial de agresiones verbales y físicas. Fue difícil no ver racismo en las políticas sobre vacunación y sobre el clima adoptadas por los países europeos respecto al resto del mundo.

En el caso de España los delitos de odio han aumentado en un 20%. Aunque, si nos comparamos con el entorno, el país no es esencialmente racista. La emigración del campo a la ciudad y la llegada de inmigrantes desde finales del siglo pasado, son los dos grandes cambios sociales producidos. No han resultado mal, ya que no se ha producido una fuerte confrontación social, aunque la integración sigue siendo un reto de cara al futuro. Pero no solo son los inmigrantes los que sufren racismo. Según el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia, más de la mitad de las personas de diferentes grupos étnicos encuestados, dice haber sufrido alguna situación de rechazo por su color de piel o rasgos físicos, destacando no solo los africanos no mediterráneos, también el pueblo gitano.

Después de Auschwitz, el racismo se hundió en su propio odio. Por otro lado, estaba el auge del relativismo cultural que socava el determinismo biológico reivindicando el valor peculiar de cada cultura por sí misma. La consolidación de las democracias en muchos países, establece la tolerancia y tiende a eliminar todo tipo de discriminaciones legales. A pesar de ello, se aprecia el resurgimiento de grupos xenófobos y racistas, su sombra perdura y todavía se dan intentos de resurgimiento.

El racismo sigue siendo algo presente en nuestras sociedades, enmascaradas en las burocracias de ciertas ideologías que pensábamos superadas y olvidadas. No solo es un remanente de mentes retrógradas, el racismo y la discriminación son fenómenos con alcances estructurales que atraviesan nuestras acciones y pensamientos cotidianos de formas que pueden incluso pasar desapercibidas para nosotros mismos. Es lo que se ha venido en llamar un racismo simbólico o racismo diferencialista.

En muchos países las sociedades están en contra de la discriminación, pero en la práctica se oponen a las iniciativas para corregirlas (discriminación positiva). Otro elemento de este racismo blando, son ciertos resentimientos a hacia las concesiones particulares hechas a las minorías, como la política de cuotas en los empleos o en la educación, ayudas las comunidades gitanas y grupos de inmigrantes. Se muestran a veces hacia esas minorías, no tanto sentimientos de odio, sino de incomodidad, inseguridad y, en ocasiones, temor. Las manifestaciones del racismo en nuestras sociedades, suelen ser extremadamente sutiles, como la negación del interculturalismo. Si queremos crear una sociedad más justa, es necesario ser conscientes de esta realidad y resolverla con urgencia. Todos tenemos un papel que desempeñar en el fomento de la paz. Y la lucha contra el racismo es crucial para conseguirlo.

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