Aquí no dimite nadie, de los que deberían dimitir. No es que yo sea partidario de que se produzcan dimisiones así, a la primera de cambio, porque, a veces, dimitir es la mayor de las irresponsabilidades y una manera de escurrir el bulto de algo que te corresponde a ti resolver. Tampoco dimitir porque lo diga la oposición, que suele pedirlo muy a la ligera.
La dimisión forma parte de la ética de la responsabilidad, exigible a todo político. Pero aquí no dimite nadie, ni siquiera el Primer Ministro inglés, Boris Johnson, por lo que ya se conoce como el escándalo del partygate: haber participado, en pleno confinamiento, en numerosas fiestas organizadas en Downing Street, sede del Gobierno Británico, mientras los ciudadanos debían cumplir estrictas medidas de distanciamiento social.
Según el esperado informe Sue Gray, sobre las fiestas del señor Johnson, estas se prolongaban hasta altas horas de la madrugada, incluían pizzas, karaoke, altercados, vómitos y salida de borrachos por la puerta trasera. Pero nadie dimite, no hay ética alguna de la responsabilidad. Hoy día, ni siquiera Nixon hubiera dimitido por el caso Waterway.
Además de considerar la posible dimisión, en un momento dado, a los políticos habría que exigirles, en aras de una mínima ética de la responsabilidad que deberían asumir, que se hagan cargo de los problemas reales de los ciudadanos y de las razones humanas que les llevan a dimitir de su trabajo, porque no pueden soportar o no quieren trabajar en unas condiciones que rozan la esclavitud, sin una recompensa económica que les permita vivir dignamente.
Un nuevo fenómeno conocido como la “gran dimisión” está surgiendo. Es aquel en el que los trabajadores abandonan o dimiten de sus puestos de trabajo, en masa, de forma voluntaria. Tendencia que se expande por los EE. UU. y que está convirtiéndose en una nueva forma de vida. Algunas voces lo achacan a las duras condiciones que impuso el confinamiento, debido a la pandemia por coronavirus. No cabe duda de que la Covid ha traído reflexiones sobre qué hacemos y lo frágiles que somos, así como nuevas condiciones y formas de vida, que han actuado como espoleta para el cuestionamiento social y, especialmente, en lo referido al trabajo.
No es de extrañar que mucha gente no quiera reincorporarse al trabajo, tras la amarga experiencia y planteamiento de vida a la que nos ha sometido la pandemia. En el último año, más 4 millones de trabajadores han abandonado el empleo en EE. UU. por descontento con su trabajo, para vivir de sus ahorros, de las ayudas públicas o con la esperanza de encontrar otro trabajo con mejores condiciones laborales y sociales. Hasta se ha puesto de moda grabar su propia dimisión, dando un portazo a su empresa y luego divulgarlo por las redes sociales.
En España no parece que se esté dando esa gran renuncia. Según datos oficiales de la oficina de estadística europea (Eurostat), los puestos que se ofrecen y que no pueden cubrirse por no encontrar empleados para ello no llega a un 1%. El Ministerio de Trabajo y Economía Social cifra en más de 100 mil los puestos de trabajo que no se cubren, a pesar de tener una tasa de paro del 13,65 %, la más elevada de la Unión Europea, unos tres millones de personas demandando empleo.
Lamentablemente, se da la paradoja de que tenemos empresas que buscan y no encuentra trabajadores y trabajadores sin empresa para trabajar. Según Adecco, entidad dedicada a recursos humanos, la cantidad de puestos de trabajo que se quedan sin cubrir llega al 9% y el 80% de las empresas manifiestan tener dificultades para encontrar a los trabajadores que necesitan. Hace bien el Ministerio de Trabajo y Economía Social, convocando al diálogo social con patronal y sindicatos, para analizar la situación y encontrar los motivos por lo que esto sucede, que seguro hay más de uno, y buscar las oportunas soluciones. Es una cuestión ética de la responsabilidad.
Por supuesto que las relaciones laborales y las condiciones de trabajo son diferentes entre EE. UU. y Europa, pero algunos de los motivos de la gran dimisión son coincidentes. Entre esos motivos están los bajos salarios, las condiciones de trabajo, la flexibilidad laboral y la distorsión entre la formación de los trabajadores y la que se demanda por las empresas. El trabajo ha invadido todo y para mucha gente se ha convertido en una pesadilla.
La realidad laboral (no me suena bien lo del “mercado” laboral) ha cambiado mucho, como consecuencia de la pandemia. Además del mayor uso del teletrabajo, es preciso hacer más atractivos los puestos de trabajo y facilitar a los trabajadores su participación en el destino de la empresa o institución.
La falta de mano de obra no es un problema generalizado en España, de momento. Los mayores desajustes entre demanda y oferta se dan en sectores como la hostelería y puestos especializados de la industria, aunque también se da en la agricultura, la construcción o el transporte. Territorialmente, el problema se concentra, principalmente, en las comunidades de Andalucía, Cataluña, Madrid y Comunidad Valenciana, que engloban en torno al 20% de las vacantes sin ocupar.
En octubre de 2021, preguntado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sobre por qué los empresarios no encontraban trabajadores, contestó: "Pagadles más". Respuesta e idea válida y aplicable a otros muchos lugares, aunque los bajos salarios no es la única causa. A unos salarios más acordes cabría añadir el cumplir con los descansos y jornadas establecidas (en la hostelería se hacen jornadas de 12 horas, sin compensación adicional) y permitir la conciliación de la vida familiar y personal.
Estas realidades citadas, no invalida la posibilidad de que la gran renuncia, o gran dimisión, sea una protesta colectiva e informal de los trabajadores, con una demanda de aumento salarial y otras compensaciones, tras años de estancamiento y recortes de las rentas del trabajo. Si así fuera, estaríamos ante el inicio de unos tiempos convulsivos en las relaciones laborales, que culminarían en una intensa transformación de las condiciones laborales y del trabajo. Esperemos que no se convierta en una cuestión estructural que genere conflictos sociales. Habrá que reflexionar sobre ello.
Escuchemos "Trabajar por dignidad - Canción del trabajo":
https://www.youtube.com/watch?v=SZn3_0nxnVU
© Francisco Aguadero Fernández, 27 de mayo de 2022
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