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"He vuelto a Cervantes para investigar su difícil paternidad y sus cambiantes relaciones familiares"
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Francisco Delgado, escritor

"He vuelto a Cervantes para investigar su difícil paternidad y sus cambiantes relaciones familiares"

Actualizado 16/05/2022 15:22
César García

Su próximo proyecto se centrará en Antonio de Cabezón, un compositor ciego de la Corte de Felipe II

Francisco Delgado, escritor, psicólogo y colaborador de SALAMANCA AL DÍA, ha sido uno de los protagonistas de la reciente Feria del Libro, con motivo de su trabajo 'La historia de Miguel de Cervantes y su hija Isabel, contada por Catalina de Salazar'. Por eso, con el fin de conocer más a una de las máximas figuras de la literatura española, hemos charlado con él.

Después de una larga lista de biografías publicadas en un período de veinte años, vuelve a “la cumbre”, a nuestro Miguel de Cervantes.

Sí, la obra y la vida de Cervantes es tan inabarcable en su riqueza, que a casi todos los cervantistas nos es imposible no volver a él. He vuelto investigando su difícil paternidad y sus cambiantes relaciones familiares.

¿Su difícil paternidad? ¿Fue un padre “difícil”?

No, en absoluto. Fue su hija Isabel la que le puso muy difícil su papel de padre…le pasó factura (seguramente) con cierta saña, por no haberla reconocido hasta los quince años…su amante, Ana Franca, optó por ocultar la paternidad de Cervantes.

Y ese tema marcó su relación con su hija…

Efectivamente. Para siempre. De tal manera que, incluso aparece (probablemente sin que Cervantes fuera consciente de ello) en varias de sus Novelas ejemplares el repetido argumento de una niña desaparecida, secuestrada o vendida, de muy pequeña, que no es encontrada por los padres hasta pasados quince años; en La gitanilla, en La ilustre fregona, en La española inglesa, la protagonista tienen el “mismo” destino de Isabel.

Cervantes fue siempre muy silencioso en sus asuntos íntimos, familiares. Sus biógrafos se quejan, por haber trabajado en el aire, casi siempre con hipótesis sobre su vida privada.

Así es. Cuando hace unos veinte años decidí escribir una autobiografía imaginaria sobre Miguel de Cervantes (presionado por profesores de la Universidad Autónoma de Madrid) tuve como objetivo intentar conocer al hombre que guardó silencio casi sepulcral sobre sí mismo.

¿Y de dónde nacieron esos imaginarios soliloquios cervantinos?

Del paciente y meritorio trabajo de sus biógrafos y sobre todo de lo que él mismo expresa, la mayor parte de las veces sin proponérselo, en sus propias obras. Hace tiempo que Freud formuló la afirmación de que “la sombra del autor cae siempre sobre su escritura”…

Pero su aportación más original al conocimiento de ese Cervantes creador de personajes y casi mudo sobre sí mismo, en este segundo libro sobre él, es el papel de narradora que le has otorgado a su esposa Catalina de Salazar.

Creo que sí. Que el punto de vista del narrador, en este caso el punto de vista de la mujer, esposa de Cervantes, madrastra de Isabel, hija de una familia de propietarios rurales con una vida sin sobresaltos conocidos, es el que ilumina la figura de los dos personajes sobre los que se centra el relato, Isabel y Miguel de Cervantes. Lo nuevo, lo no previsto por mí, escritor, es que esa narradora se convierta en coprotagonista de mi novela; la Catalina de mi relato habla sobre sí misma con una espontaneidad y realismo que la convierten en el contrapunto de su silencioso marido.

¿Se quisieron? ¿Se llevaron bien a lo largo de sus vidas Catalina y Miguel?, le pregunto al escritor y al psicólogo

Desde el principio tuve la certeza de que esa mujer amó con intensidad a ese poeta aventurero. Una mujer que no ama a un marido que “se escapa” del matrimonio, de la vida en común, a los dos años de casarse, y que permanece ausente unos quince años, no le acoge a su vuelta como Catalina le acogió. Su amor pudo reconstruir la pareja hasta el final de sus vidas. Seguro que también hubo malentendidos y desencuentros (eran dos personas enormemente distintas) pero el mutuo amor no desapareció.

Llama la atención su seguridad en las afirmaciones que haces sobre personajes históricos, de los que apenas se conservan documentos y que muchos investigadores evitarían hacer con gran escrupulosidad.

Mi seguridad nace de mi convicción, refrendada por mi formación y profesión de psicoterapeuta, de que el alma humana tiene características comunes esenciales dentro de las diferencias de razas, edades, género…Y también nace de mi trabajo sobre la validez y relación de unos documentos con otros. Pero el biógrafo debe crear hipótesis sobre otros hechos y los sentimientos que acompañaron los sucesos. Si no lo hace, no puede llegar a una comprensión del conjunto del “relato” que es toda vida humana.

¿Seguirá escribiendo y progresando en el género de las biografías?

Seguramente sí, pero sin abandonar nunca el valor de lo literario en la forma y lo psicológico en el fondo. Creo que a lo largo de los años que llevo escribiendo, tengo mi propia síntesis hecha de literatura y teorías sobre la subjetividad humana.

Finalmente, ¿quién será el protagonista de la próxima?

Aún no lo sé. Pero sí sé mi próxima labor: mi biografía sobre Antonio de Cabezón, el ciego, músico de la Corte de Felipe II, muy apreciado por el Rey, está incluida en el Volumen II de mis Obras Completas. Pero, a diferencia de todas las demás, no fue publicada por separado. Tengo el “capricho” de editarla ahora. Personalmente me sigue atrayendo esa vida tan plena, en aquel único siglo XVI español, de un ciego que compuso música tan valiosa para el alma humana.

Quiero hablar más de Antonio de Cabezón, de su conocida Santa Teresa de Jesús, de la riqueza literaria, espiritual, histórica que inundó nuestro siglo de Oro. Con la condición de que exista ese grupo de oyentes interesados en ese momento tan atrayente de nuestro pasado.