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María Ángeles Pérez López, Premio Nacional de la Crítica en el IES Mateo Hernández con motivo del día del libro
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ENCUENTRO LITERARIO

María Ángeles Pérez López, Premio Nacional de la Crítica en el IES Mateo Hernández con motivo del día del libro

Actualizado 03/05/2022 19:30
Charo Alonso

La poeta y profesora de literatura hispanoamericana de la USAL ha visitado el IES Mateo Hernández al calor de su último libro

Escuchar a la poeta salmantina nacida en Valladolid, María Ángeles Pérez López, nuestro flamante Premio Nacional de la Crítica por su último libro Incendio mineral, es siempre una experiencia que nos conmueve y nos lleva más allá de la actividad complementaria: Todos a remolque al salón de actos a escuchar a quien siempre, siempre, hace un hueco generoso para venir a hablar a unos alumnos casi a las puertas del final de Bachillerato, que se sientan y se disponen a escuchar. Sin olvidar que la pandemia ha conseguido convertir una charla que antes afrontaban con cierta condescendencia, en un acontecimiento.

Y acontecimiento es escuchar a Ángeles Pérez López. Presentada y entrevistada por dos alumnas del centro, Blanca Iglesias y Valeria Martínez, la poeta se dirigió a los alumnos con enorme cariño, gran entusiasmo e inmensa cercanía. Les habló de la necesidad de creer en uno mismo a la hora de escribir, pintar, hacer cine, contenidos… evocó a sus buenos profesores y recordó, ante las preguntas de una de sus jóvenes presentadoras, a su yo de 17 años, que se fascinó por los versos de San Juan de la Cruz “Adónde te marchaste y me dejaste con gemido”.

Verdaderamente estimulante e inspiradora, Ángeles recuerda sus escritos juveniles, su trabajo académico que no la dejaba escribir poesía y su primera publicación a los treinta años. No obvia las dificultades, las recuerda con intensidad, la misma con la que se entrega al lenguaje, al poema “Entre el pudor y el poema, prefiero el poema”, recuerda ante la extrañeza de los alumnos por el uso de una palabra “poco poética”. Sabe dosificar la cita, recurrir a la anécdota, y al mismo tiempo, ser aleccionadora: insiste en su amor al lenguaje, muestra la desesperación en los tiempos de sequía creativa, la necesidad de una genealogía de mujeres en aquellos tiempos en los que no estudiábamos a las autoras… y sobre todo, insiste en la idea de que el poeta está acompañado. Acompañado de los autores anteriores “Si lees nunca estarás solo y todo será un viaje a través de los libros” y de los maravillosos coetáneos que nos marcan el paso. Y pone como ejemplo a Ángeles Maeso, la poeta que le sugirió el título “¿Quién te crees que eres yo?”, la enigmática frase que la madre de Maeso, enferma de demencia, le espetó de repente y que ella convirtió en un libro de poemas del que Ángeles Pérez López extrajo esta frase.

Siempre atenta al exterior, ante una de las preguntas, Ángeles reconoce que dos de sus temas fundamentales son la identidad como mujer y la denuncia de aquello que le duele… una denuncia que se muestra en muchos de sus poemas –de la autora es el ya famosísimo poema a Ana Orantes, quemada viva por su exmarido- y que en su último libro Incendio mineral, se suma a todas sus preocupaciones. Porque este título, prosa poética de gran complejidad y profundidad, merecedor del Premio Nacional de la Crítica, es en cierto modo un compendio de toda su poesía. Poesía profunda, sentida, plena de referencias, cultísima, de un lenguaje magistralmente llevado y de un sello personal ya enormemente reconocido.

Sin embargo, la poeta que habla a los alumnos del Instituto sin dejar de ser la eminente profesora universitaria, la prestigiosa crítica, la enorme poeta, miembro de importantes entidades y jurado de grandes premios, es cercana, sencilla, humilde, clarísima y cariñosa. Cuenta que visitando Atapuerca con su familia, se quedó prendada del concepto “domesticar el fuego” que le narró un arqueólogo en la visita guiada y pasa a leer, magníficamente, el largo poema en prosa así titulado. Su forma de intercalar la lectura de los poemas con su discurso rico y cercano es una maravilla. Conversa, sonríe, lee, confiesa “No saber nada ante la página en blanco” y disfruta del encuentro marcando exquisitamente los tiempos. Unos tiempos que terminan con la lectura de los haikús que los alumnos han aprendido a hacer en clase y cuyo resultado ha leído ella cuidadosamente en el tablón de anuncios, maravillándose de algunos hallazgos… silencio absoluto, miradas cómplices, fascinadas, un momento de absoluta paz, de inmensa calma y el aplauso, sentido que antecede al timbre que anuncia la clase siguiente. Porque esta ha sido una clase privilegiada… y en medio de las despedidas, la autora, sonriente, se interesa por sus jóvenes presentadoras. Y es el rostro de ellas, sonrientes, felices, la mejor de las lecturas.