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Medio Natural y trashumancia - 11 . Corrientes fliviales
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Mundo Rural

Medio Natural y trashumancia - 11 . Corrientes fliviales

Actualizado 20/04/2022 09:44
Santiago Bayón Vera

La mayor parte de las corrientes fluviales iníciales descienden de la montaña al llano. Son, pues, consecuentes al relieve. Los principales ríos recogen tales aportes montañosos. Dado que casi todas las cordilleras se alinean aquí de este a oeste o viceversa, esos ríos importantes tienen también la misma orientación, es decir, son subsecuentes.

Así, las largas rutas de los desplazamientos animales tenían que atravesar, además de las alineaciones montañosas, estos ríos. Los visitadores que recorrieron y describieron las cañadas de la Meseta al iniciarse la segunda mitad de la centuria decimonónica prestaron más atención a tales travesías fluviales, y del cotejo de sus detalles se deduce la evolución que tuvieron aquéllas hasta entonces.

El primer estadio sería el más elemental de vadear. Es lo que hacen los animales salvajes, sean o no herbívoros y de actitudes gregarias. Ni siquiera los osos, buenos nadadores, pasan los ríos por cualquier parte, sino por la que ofrece la mejor posibilidad de tránsito. Y lo mismo hacen los jabalíes. Bien lo sabían los cazadores.

En publicación ya añeja hemos citado como ejemplo, en este sentido, una cacería real celebrada en el siglo XV que, partiendo de Sevilla, se realizó en un monte cercano a La Algaba e inmediato al vado del Guadalquivir denominado de Las Estacas. Es donde los cazadores cobraron un gran jabalí que, al ser acosado, había ido en busca de esa más fácil travesía del río, que sería la de su querencia, no ignorada sin duda por los cazadores.

De los animales salvajes aprendió el hombre también esto. Cualquier jinete o carretero avezado sabe bien que, cuando la caballería se resiste a cruzar una corriente fluvial, la solución consiste en darle rienda suelta ya que, por instinto, ella misma busca el lugar apto para vadear.

Si el rebaño lanar no alcanzara a tanto, lo harían las acémilas hateras que lo acompañaban. Y al empleo de la vadera se volvió cuando resultaba caro utilizar el puente o cuando éste había quedado cortado. Esos visitadores de las cañadas en el primer decenio de la segunda mitad del siglo XIX encontraron cruces fluviales de las ovejas por vados en Villoldo (Palencia), Hornachos (Badajoz), Navalagamella y Villanueva de Perales (Madrid), Manzanares y Granátula de Calatrava (Ciudad Real) y en otros distintos términos.

En el de Posadas, en la provincia de Córdoba, las ovejas vadeaban el arroyo Guadalvaida, pero, según dejaron escrito los visitadores, cuando «viene crecido y no da paso, se señala una vereda entre los dos molinos del señor conde de Villanueva para facilitar el paso». Y donde no había parecida solución, se volvía a la del vado, incluso en ríos importantes, como el Duero en Almazán, donde «hay una colada, para cuando el río sale de madre, interceptando el paso por la cañada»

Foto: Cañada Real Sorina Occidental Montemayor del Ríos (Salamanca) Santiago Bayon Vera

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