La editorial Castilla apuesta por una fantástica colección de relatos: Cuentenario
Tiene Ajo Diz ojos profundos como pozas donde duerme un silencio que florece con la sonrisa de retranca gallega llena de ironía, agua que rebosa y ríe. Prosa y poza contundente que resbala, lluvia que cala, en los cuentos que publicados por Ediciones Castilla, meseta reverdecida.
Charo Alonso: ¿Cuándo empezaron a llamarte Ajo o cuándo has empezado a firmar como tal?
Ajo Diz: Llegar a Ajo (o Allo como dicen algunos gallegos) fue todo un proceso de reducción: sobre los diecisiete años mis amigos comenzaron a llamarme Mariajo, algunas lluvias más tarde, otra reducción, esta vez obra de brujas, me dejó en Ajo, y a este paso terminaré en A. Elegí firmar como Ajo porque es corto y sonoro, y además ese Ajo Diz, en portugués se traduciría como “Ajo dice” que es un guiño a mi faceta cuentista.
Ch.A.: ¿Qué hace una gallega que ejerce en el secarral salmantino?
A.D.: La gallega disfruta de las estaciones sin lluvia, de la poca humedad, de los amigos que aquí, en Castilla, ha conocido, de las noches calurosas, gana su pan y alimenta el alma, maldice la anti retranca castellana y, a veces, añora el mar. Entonces recorre la Tierra de Campos en primavera cuando los trigales verdean, la colza amarillea y las amapolas florecen y se cree en un mar de colores.
Ch.A.: ¿Viniste de tu tierra en un Chagall como la niña de Blanca Andreu?
A.D.: Casi, casi…, la verdad –y esto es un secreto– vine volando como esos personajes voladores de los cuadros de Chagall.
Ch.A.: En una ciudad de poetas excelsos… ¿Qué hacemos las prosistas?
A.D.: Creo que nos queda… ser más cuentistas, todavía.
Ch.A.: Te he conocido como tal, autora de fantásticos microrrelatos de enorme fuerza expresiva. ¿Es el formato en el que te sientes más cómoda?
A.D.: Desde luego que me siento más cómoda. Me gusta que con una anécdota pueda contar todo un mundo, su escasez de divagaciones, ya que todo lo que aparece en ellos es imprescindible. Puedo dar rienda suelta a mi ironía, recurso al que acudo con frecuencia. Es un género que me fascina desde mi infancia, desde aquellas historias fantásticas que me contaba mi bisabuela para entretener mis tardes de enferma. Ahí, creo, empezó mi deseo por contar. Es más, mi primera novela, ‘Emma B. Diario de una chica de provincias’ la construí con fragmentos, muchos de ellos auténticos cuentos o microrrelatos, y otros apuntes de un diario.
Ch.A.: ¿Cuento preparación de la novela o género por sí mismo?
A.D. El cuento, siempre por sí mismo. Soy una lectora de relatos desde la infancia. Aunque hubo épocas que me dediqué más a leer novela, y largas novelas, en los últimos años, las prefiero cortas o hasta las 250 o 300 páginas. Los grandes volúmenes ya no van conmigo. Y también, los relatos, por supuesto.
Ch.A.: ¿Por qué el título de este libro tuyo?
A.D.: Llegué al título de ‘Mujeres sin hombres’ jugando a darle la vuelta al título de las colecciones de relatos de Hemingway y Murakami, ‘Hombres sin mujeres’. Y, al final, ha resultado deudor de la comedia de Lope de Vega, ‘Las mujeres sin hombres’, publicada en 1621, que cuenta el intento de conquista de Temiscira, la ciudad de Las Amazonas, por los héroes griegos y sus soldados. Comedia a la que debo la inspiración del relato del mismo nombre que la relaciona con un cuento de David Foster Wallace de una manera un tanto burlona.
Carmen Borrego: ¿De dónde vienen tus personajes?
A.D.: Mis personajes viven en Salamanca, New York, Santiago de Compostela o cualquier otra ciudad, pero están inspirados la mayoría de las veces en anécdotas que observas, te cuentan, vives o lees en cualquier revista, periódico o televisión. Hay un par de relatos inspirados en noticias de prensa: ‘Y si no jugamos limpio’, en una información sobre la encuesta de lo que se liga en los gimnasios en España, y ‘Alguien al fondo del local’ inspirado en el asesinato de una mujer que dormía en un cajero, a la que quemaron viva unos tipos en Barcelona. También pueden surgir de personas con las que, a lo largo de la vida te has cruzado un momento o, incluso, compartes algún tiempito, aunque ya no sean más que un lejano recuerdo, como en el cuento de ‘Entre rubias anda el juego’, por ejemplo. Mis personajes no son heroínas o amazonas, ni villanos o héroes, pueden ser la pescadera de tu barrio, o la dependienta de un almacén que acaba transformada en una especie de Circe del siglo XXI, como en el cuento del mismo nombre. Viven el desamor y su soledad (como en los relatos de Murakami), buscan el placer sin tapujos o, también persiguen el amor con ahínco o muchos peros, o se empeñan en un tenaz sobrevivir, o en ‘Simón’, durante el confinamiento impuesto por la Covid-19, crean una fantasía que los salve de la realidad anormal en la que viven.
Ch.A.: Tu prosa se caracteriza por su fuerza, por una potencia y complejidad que no casa muy bien en estos tiempos de facilidad y medias tintas ¿Qué hacemos con ella?
A.D.: No es fácil para mí hablar de mi prosa. Busco que suene bien, que tenga un ritmo ajustado a lo que estoy contando. A veces, al corregir los leo en alto, sin embargo otras veces encuentro esa cadencia repitiendo el cuento en mi cabeza. Incluso, en ocasiones, algún tiempo después, me doy cuenta de que el cuento X tiene un algo que me recuerda al álbum que machaconamente escuchaba mientras lo escribía. De mi novela ‘Emma B. Diario de una chica de provincias’, alguien me dijo que se leía bien, tenía ritmo porque muchas frases eran endecasílabos. Esa métrica no fue buscada, no contaba las sílabas en las frases pero sí buscaba ya ese sonido propio del texto.
Ch.A.: De ti señalan la ironía y retranca gallegas.
A.D.: Sí, una característica de mi narrativa es la ironía y el humor. Creo que la manejo con cierta soltura, quizá mis orígenes gallegos me ayudan en esto… Por ejemplo, en esta colección de relatos, y después del elenco de temas que antes he mencionado, podrías muy bien pensar que es un libro dramático y tristón… En absoluto, debajo de esas rupturas o soledades yace la ironía, una fina línea de burla y humor. También, trato de ser clara, me obsesiona la claridad en los textos, que se entiendan fácilmente, nada de prosas retorcidas. Trato de narrar sin grandilocuencias, como si se tratase de una narración oral, para ser contada, y siempre acorde con cada cuento en particular. ¿Qué hacemos con ella me preguntabais? Creo que, lo más conveniente para estos tiempos que corren, es rebuscar bien, sin temor, en cada corazoncito hasta encontrar nuestro sentido del humor, y disfrutarla/disfrutar los relatos sin complejos.
Ch.A.: ¿Cómo crees que van a leerse estos cuentos de personajes que parecen buscar algo que no sabemos si existe?
A.D.: ¿Sinceramente? Creo que el título va a suscitar sonrisillas y preguntas del tipo: “¿Sin hombres, por?”, etc., que no creo se las hiciesen a Hemingway o Murakami. En realidad, ahora en el llamado mundo occidental, nuestra gran conquista es que somos “mujeres sin hombres”, en el sentido de que somos independientes, podemos viajar, comprar, vender, tener pasaporte, conducir o trabajar o emparejarte sin necesidad del permiso de un hombre, ya sea el marido, el padre, el hermano o el suegro. El otro día he visto la película de ‘Hive’ (basada en una historia real), rodada en Kosovo, 2021, que cuenta como la protagonista es acosada y atacada por sus convecinos por tratar de trabajar y aprender a conducir para mantener a sus hijos y suegro, pues su marido es uno de los desaparecidos en la guerra de los Balcanes. Y esto sucede aquí al lado, en este momento, todavía.
Ch.A.: Anda que no nos queda…
A.D.: Título aparte, quiero reseñar que en esta colección hay relatos muy diferentes, algunos con su punto fantástico, incluso una especie de cancioncilla, otros más de tristuras, o con una dosis de erotismo, y los que nos plantean preguntas directamente o de soslayo, o nos permitirán reír a mandíbula batiente. Y siempre, como he comentado antes, esa ironía transparente que los cubre o los marca, según. Estoy segura de que cada persona preferirá unos u otros, pero no les dejarán indiferentes. Son unos relatos poco clásicos y por esto, quiero agradecer al editor, José Ignacio García, y a la editorial, Castilla Ediciones, su apuesta por esta intrépida colección de relatos.
Ch.A.: Eres la primera mujer en esta colección “Cuentenario” de relatos. Hoy estoy Proust… ¿Cuál es tu personaje de ficción favorito?
A.D.: Madame Bovary.
Ch.A.: No podía ser menos, ¿y el masculino?
A.D.: Dudo entre el protagonista de la novela ‘El cantante de boleros’ de Javier Tomeo, o Maqroll el gaviero, de Álvaro Mutis, de ‘Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero’.
Ch.A.: Qué original eres. ¿Cuándo empezaste a escribir?
A.D.: Fíjate que alguien dijo que yo tenía una voz propia muy particular. He sido lectora siempre y empecé a escribir a los 19 años, cuando me fui a estudiar a Santiago…
C. B.: ¿Y qué pretendía esa chica escribiendo?
A.D.: Estaba en la época del descubrimiento, pretendía contar lo que me pasaba. Era tímida y no lo llamaba ‘diario’… Carmen, cómo me gusta que me fotografíes junto a los cuadros de Isabel Villar… me provocan una sensación de serenidad. Están llenas de magia, de fantasía, de color… y de mujeres sin hombres.