Con el apoyo adecuado, las personas con síndrome de Asperger pueden mejorar la forma en que enfrentan los desafíos y aprender a superarlos
Hablamos de un síndrome que se describió por primera vez en 1944 -por el pediatra austriaco Hans Asperger, aunque no fue reconocido por la comunidad científica hasta 1994-, y pese al tiempo transcurrido sigue siendo un gran desconocido en muchos aspectos para la sociedad. Tanto es así, que son muchos los mitos que lo rodean.
El síndrome de Asperger no está asociado a retraso cognitivo, y de hecho la capacidad intelectual se sitúa en la media poblacional y, en algunos casos, por encima. También es frecuente que las personas con Asperger tengan una buena capacidad de memoria y un buen procesamiento de la información visual, especialmente en lo que más le interesa.
Tampoco lleva en todos los casos al aislamiento social, puesto que a muchas de estas personas les gusta tener amigos y compartir experiencias con ellos.
Tampoco es un trastorno infantil que desaparece con el tiempo. Aunque lo más común es que se detecte durante la infancia, las personas son Asperger durante toda su vida, si bien a medida que van creciendo van aprendiendo a herramientas para superar las dificultades a la hora de interactuar y relacionarse con los demás.
Además, no es cierto que no tengan empatía emocional. Les cuesta entender las emociones propias y ajenas, y de ahí la importancia de explicarles lo que sentimos para que lo entiendan.
Con el apoyo adecuado, las personas con síndrome de Asperger pueden mejorar la forma en que enfrentan los desafíos y aprender a superarlos, así como a desarrollar sus fortalezas.