El Instituto emblemático del Barrio Garrido celebra la graduación de los alumnos de segundo de Bachillerato tras la pandemia.
Mascarillas, distancia social que no evita la emoción, el abrazo cercano, los ojos emocionados, la risa? tras un curso de confinamiento que no dejó celebrar la graduación a la promoción anterior de estudiantes de bachillerato, el IES Mateo Hernández se viste de gala para despedir a los alumnos de Segundo de Bachillerato.
Las medidas de protección contra este COVID que tanto nos ha quitado menos la enseñanza presencial y la alegría, marcaron desde el inicio una celebración siempre emotiva: el escenario se trasladó al exterior y se redujo dolorosamente la asistencia a los alumnos y a un grupo reducido de profesores. Sin embargo, la grabación y proyección en tiempo real del acto permitió a todos estar ahí, con el corazón, la emoción, la alegría y la incertidumbre que siempre acompaña a quienes terminan sus seis cursos entre las paredes de nuestros centros educativos. Muchos nervios, alegría, trajes y vestidos para llenar de color una despedida que siempre emociona? despedida entre flores naturales, flores de papel, una ceremonia preparada con mimo, con una pincelada de elegancia que ni siquiera el viento de una tarde tormentosa fue capaz de barrer. La comunidad educativa del IES Mateo Hernández se había volcado a lo largo de la mañana para dejarlo todo preparado, y a pesar de las medidas COVID y de las restricciones, la alegría, el alivio, la emoción y las despedidas agradecidas, fueron de nuevo esa constante que se renueva curso tras curso en estas celebraciones.
Tienen las graduaciones un deje agridulce que conmueve a todos, sentimientos recién estrenados, peinados, vestidos, maquillados y tocados de una banda que se luce con toda ceremonia. Y ni siquiera el cansancio por las jornadas de los exámenes de acceso a la Universidad, la incertidumbre y la nostalgia de lo que cambiará para siempre, empaña la alegría que se contiene cuando el Director del Centro, Ramón de Cossío inicia su discurso de apertura, unas palabras que recuerdan lo sucedido el año en el que la promoción que se gradúa entró en el Mateo, en medio de los nervios y de la incertidumbre y de la mano de sus primeros e inolvidables tutores. Magníficas palabras que sirvieron para dar paso al verdadero discurso de despedida, un honor en este curso, como no podía ser de otra manera, recayó, por deseo de los propios alumnos, en el profesor de Historia, durante varios cursos director del instituto, José Benedicto Miguel.
El discurso es un género que requiere rigor, empatía y cercanía. Y que tiene que tener la proporción justa. Y en este caso, fue una espléndida mezcla de reivindicación y de aliento, de reconocimiento de toda una trayectoria ?la suya propia como docente y la de los alumnos que van a salir del instituto- y de valentía. Porque José Benedicto Miguel animó a los graduados a "ser y no tener" a disfrutar de la libertad, a pelear para no resignarse a pertenecer a esa generación que parece que vivirá peor que los padres, a tener trabajos precarios pese a su enorme preparación? unas palabras de despedida y de aliento perfectamente medidas, valientes, comprometidas, muy en consonancia con el espíritu, siempre original, siempre reivindicativo y creativo que caracteriza al IES Mateo Hernández.
Acto en el que los alumnos también tienen su espacio para reír, recordar, evocar con gracia, agradecer e insistir en que nada de todo lo logrado hubiera sido posible sin las familias y ese equipo de profesores que ha ido variando a lo largo del curso y que contempla, también emocionado, a los chicos. Chicos que tienen palabras hacia sus familias ausentes, hacia aquellos que han sufrido los embates del COVID, chicos que jalean, se animan mutuamente y a los que recordamos el valor del trabajo constante, el esfuerzo y la constancia? que se unen a la alegría, a la celebración, al traje de gala que nos recuerda que aquellos niños que evocara el director en sus primeras palabras, ya son mayores, tan altos que ocupan el espacio donde fijar con las fotografías la alegría, el humor, la gracia, la originalidad, la amistad, el compañerismo, los nervios a la hora de enfrentarse al micro para reiterar, una y otra vez, esos momentos compartidos, esos recuerdos, ese agradecimiento y sobre todo? ese deseo de iniciar un nuevo camino que, como nos dijo José Benedicto Miguel, ha de tener la marca del Mateo.
Tarde de viernes de graduaciones en los centros educativos donde el curso se ha desarrollado con el cuidado riguroso para evitar el contagio, el confinamiento? el viento mueve los vestidos largos, las flores exquisitas de papel colgadas de las barras de la estructura de hierro que alojó los juegos y las charlas de este grupo de jóvenes que se hacen fotos en el patio de sus recreos, mientras padres y profesores dan un paso hacia atrás, dejándoles el protagonismo de su propio camino, de su salida alegre, confiada, hacia un futuro que se inicia más allá de la puerta del centro que tantas veces atravesaron a primeras horas de la mañana entre el frío y el sueño. Los padres, representados por el AMPA que tan generosa es siempre con el centro, padres ausentes y presentes, orgullosos y emocionados; los profesores, también emocionados, curso tras curso, despidiendo a quienes han sido día tras día, año tras año, tan suyos? salen también, el paso pausado, dispuestos el lunes a seguir trabajando, a continuar ese camino que precisa de todos para educar, para saber despedir? y mientras recogemos todo lo que ha costado tanto preparar, una de las profesoras toma para sí una rosa amarilla, exquisita y perfecta del centro de flores que tiene el toque inconfundible del cuidado de quienes saben organizar desde la entrega generosa. Es la belleza emocionada contra la que no pueden las pandemias, las crisis, los cansancios, las tormentas? la trémula y esperanzada tristeza de todas las despedidas plenas de futuro.