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Mundo rural
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Mundo rural

Actualizado 17/03/2021
Santiago Bayón Vera

En torno al siglo XII, las ganaderías practicaban la trashumancia con recorridos que comunicaban los pastos de verano en las montañas con los de invierno, situados en las áreas climatológicamente más suaves de los valles. Esos recorridos primigenios fueron aumentando progresivamente su distancia tras la Reconquista, persiguiendo pastos más extensos y abundantes para el ganado. Al mismo tiempo, surge la necesidad de dotar a esta actividad de una organización que, de algún modo, le otorgase coherencia y vertebración. Se origina así un nuevo gremio que agrupaba a los ganaderos dedicados a la trashumancia.

No fue, sin embargo, hasta el reinado de Alfonso X "el Sabio", concretamente en el año 1273, cuando se constituya el "Concejo de la Mesta de los Pastores de Mio Reyno", como institución propia. Agrupaba de este modo el monarca, movido por su deseo de fomentar en Castilla la cría de ganado ovino y la correspondiente producción de lana para impulsar la fabricación de paños y disminuir su importación del extranjero, a todos los pastores de León y de Castilla en una asociación nacional a la que le confería además una "Carta de Privilegio" En definitiva, se trataba de favorecer al gremio, para lo cual le fueron concedidos una serie de beneficios, entre otros: "la exención a los pastores de ganado trashumante del pago de impuestos de portazgo y montezgo, salvo en el caso que los concejos de las villas, cuyos términos atravesaren, tuvieran concedido, por decreto real, el derecho a la percepción de dichas gabelas". Asimismo, "quedaban definidas, a efectos del tránsito del ganado trashumante, las cañadas que solía utilizar tal ganado". En el mismo documento queda recogida "la prohibición de adehesar las heredades una vez levantado el fruto y, al mismo tiempo, se ordena que los referidos terrenos puedan ser utilizados para el común aprovechamiento de los rebaños"

La creación de una organización propia para el pastoreo trashumante determinaría el desarrollo espectacular de esta ganadería en Castilla. Su importancia económica y social durante siglos está ligada fundamentalmente a la expansión del ganado ovino, y en concreto a la variedad "merina". Ello concedió, en suma, a los castellanos el monopolio lanero internacional hasta el siglo XIX. Al punto, que la lana merina fue el único producto español que se cotizó en la Bolsa de Ámsterdam y el que remitió más divisas al Reino. De ahí que sean indisociables el auge del gremio mesteño y el negocio lanero con los mercados europeos.

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