Viernes, 26 de abril de 2024
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Crema de calabaza 
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Crema de calabaza 

Actualizado 12/03/2021
Mercedes Sánchez

Tengo una estupenda calabaza para hacer una crema. Me entusiasmo sólo con pensar en lo riquísima que me queda.

Dispongo todos los ingredientes en fila sobre la encimera, uno tras otro, para ir poco a poco limpiando y troceando cada uno de ellos.

Coloco también los cuchillos que necesito, uno para pelar, otro para picar? Y un par de tablas. Además, los recipientes en los que ir dejando los alimentos troceados. ¡Da gloria verlo todo tan impecable y ordenado!

Y, de nuevo, a lavar y secar las manos todas las veces que haga falta.

Comienzo por puerro y cebolla, quitándoles las capas inservibles, y taca-taca-taca-tá? Así con todo, a hacer rodajas o a partir según necesidades del guión. A la vez, suena de fondo una música que ensalza la tarea y la catapulta a un estado placentero tanto como eleva el espíritu.

Taca-taca-taca-tá? Todo perfecto. Cada verdura a su contenedor, todo preparado, los restos a la basura orgánica, bayetazo y encimera brillante cada vez. A lavar y aclarar, manos impolutas.

Todo va como miel sobre hojuelas, hasta llegar a la calabaza. (¿Por qué tendrá ese nombre?, me pregunto).

La calabaza se rebela. Mejor dicho, ella no: ¡su ppppieeeeel! ¡Su corrrrtezzzza! Su? ¡¡¡Sú!!! ¡¡¡Su "lo que sea"!!! ¡¡¡Dura como una pieeeedra!!! (¡¡Hoy día deben sembrar granito, en vez de pipas!! ?pienso-, y eso es lo que crea este armazón que no hay quien lo corte). Y, sin quererlo, me vienen a la mente los guerreros de la Edad Media. Mejor que sus armaduras resplandecientes, otras, construidas con este recubrimiento imposible de penetrar, les habría hecho ganar mil batallas? ¡Ay, quién tuviera en estos momentos una buena espada toledana! ¡Ay, pobre de mí, hay infelice! (porque claro, las exclamaciones tienen que ser acordes a la época de la que se trate, digo yo). Aunque, pensándolo bien, en ese contexto de batalla no habría dado buena imagen ver de lejos a todos los soldados tan de amarillo en el campo? ¡Parecerían pollitos! Bueno, vamos a dejarlo.

Ni corta ni perezosa, -a mí nada me amilana-, cojo el cuchillo más enorme que tengo en casa, que lo uso únicamente en situaciones muy extremas. ¡Con este, sí que! Me voy a poner, taca-taca-taca-tá?

Pues? ¡ni taca, ni tá! ¡Que no hay forma! Y la calabaza de repente empieza a cortarse, casi conmigo encima presionando, por donde quiere, haciendo caso omiso del filo descomunal de mi cuchillo. A mí, que soy lo más pacífico que existe sobre la faz de la tierra (ya os veo diciendo que sí con la cabeza según leéis), de pronto se me vienen imágenes del poseso de la película "Psicosis" en la escena de la ducha, ¡¡y me dan ganas de asesinarla!! Muy lejos de ello, comienzo mis respiraciones relajantes para ocasiones de alto nerviosismo: ooooommmmm... ooooooommmmmm? oooooooooommmmm?

Con renovada energía, ya dispuesta a volver de nuevo a la durísima tarea de cortar la corteza, la cucurbitácea hace un giro (¡yo creo que es cinturón negro de judo!), el cuchillo hace un quiebro, y lo veo deslizarse cortando por la palma de mi mano izquierda y, tembloroso de miedo, el pobre, intentando zafarse, viene con su punta a refugiarse justo en el centro de la misma? ¡No sé si ha sido una estocada, o un descabello! (la idea, del todo descabellada, ha sido que se me ocurriera hacer esta crema). El caso es que empiezo a sangrar como si no hubiera un mañana. Pongo la mano bajo el grifo para intentar cortar el flujo con el frío, que con el agua se convierte en un tono sonrosado, por cierto, muy de moda, que recorre el fregadero y se va por el desagüe, pero en cuanto retiro la mano me doy cuenta de que este surtidor no para, cojo rápidamente papel de cocina, y me hago una venda improvisada de varias capas intentando presionar?

Mi cocina, que es toda tan blanca como una novia (como una novia vestida de blanco, se entiende, de las que lavaban su ropa con ese detergente que era tan bueno que sonaba de fondo la Marcha Nupcial) se ha llenado de goterones rojos por doquier, y de repente parece un vestido de lunares ¡al que sólo le faltan los faralaes!

Después de varias vendas de papel enjugando la sangre, que casi he necesitado un rollo entero, acabo de rehogarlo todo, la olla ya está hirviendo, la cocina por fin vuelve a su estado reluciente.

Total, que estoy agotada, y tengo un corte, que por fin ha dejado de sangrar, que parece una hucha (vaya, ¡que me caben monedas de euro!).

Rebobinando todos los acontecimientos acaecidos, empiezo a comprender por qué la calabaza tiene ese nombre, y concluyo que deberían catalogar hacer crema de calabaza como tarea de difícil desempeño.

Por cierto, ¡ha quedado riquísima!

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