El pregón de Jesús García Acevedo y el concierto del coro 'Francisco Salinas' abren los actos navideños programados por el Ayuntamiento
El prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes fue el encargado de presentar a Jesús García Acevedo, pregonero de la Navidad en la villa ducal y al que describió como "una persona sencilla y familiar, dedicada por entero a su familia, a su esposa, a sus hijos y a sus nietos".
"Hoy Jesús García Acevedo sí es profeta en su tierra, en esta tierra albense tan querida por él y por todos nosotros, pisada por las huellas de Santa Teresa de Jesús y de San Juan De la Cruz, entre otros personajes ilustres por su nobleza de alma", explicó el prior. Tras el pregón y la actuación del coro 'Francisco Salinas', los asistentes compartieron un aperitivo en el claustro del convento, cortesía del Ayuntamiento de Alba de Tormes con la colaboración del Ventorro.
Pregón de Navidad: Jesús García Acevedo
Celebramos, próximamente, la Natividad del Señor, popularmente conocida como Navidad. Días de alegría, parabienes y deseos agradables entre los miembros de nuestra sociedad.
En nuestro corazón, podemos recordar, cómo siendo niños, hemos vivido recordando aquel Belén, instalado en nuestras casas. En nuestro corazón hay un Belén nevado, con ríos alegres en papel de plata y con pastores que se calientan en torno a las rojas hogueras de celofán.
Tal vez los viajeros que llegan a Belén se decepcionan. El Belén de la realidad no es el de nuestros sueños. No hay, por de pronto, nieve. Casi nunca nieva en Belén y por tanto en Palestina. El Jesús que imaginamos, bajo una copiosa nevada, seguramente, jamás vería nevar. Y no hay ríos de plata, ni tejadillos rojos.
El primer portal de Belén fue instalado por San Francisco de Asís en el año 1223, en una cueva próxima a la ermita de Greccio en Italia. Greccio es una pequeña población de mil quinientos habitantes, situada entre Roma y Asís y a 15 Km de Rieti. La noche de Navidad, la gente del castillo, se dirigió cantando y con antorchas, en medio del bosque, hacia la gruta. Allí prepararon un altar con un pesebre, junto al cual habían colocado una mula y un buey.
Aquella noche, como escribió Tomás de Celano, poeta italiano de la orden de San Francisco, se rindió honor a la sencillez, se ensalzó la pobreza, se alabó la humildad y Greccio se convirtió en una nueva Belén. Carlos VII, Rey del Reino de Nápoles, lo propagó en Italia y, posteriormente, cuando fue nombrado Rey de España, como Carlos III, lo difundió en España, Francia e Hispanoamérica. Didácticamente, Palestina, en tiempos de Jesús, era un país, geográficamente hablando, de unos treinta mil Kms. de extensión, que limitaba al Este con el río Jordán y al Oeste con el Mar Mediterráneo. Se dividía en cuatro provincias: Galilea, Samaría, Judea y Perea.
El apóstol Mateo distingue la ribera izquierda del río Jordán, ya que allí se relatan diversos episodios de la vida de Jesús, como fue su bautizo por San Juan Bautista. Palestina, socialmente, estaba habitada por diferentes tribus que se dedicaban, mayoritariamente, al pastoreo de ganado ovino y caprino, siendo sus pastores la clase más baja; a la vez que eran tildados de despreciables y de pésima reputación.
Sin embargo los galileos, Jesús era galileo, tenían fama de leales y sinceros. Políticamente a partir del año 63 antes de Cristo, perteneció al Imperio Romano, ya que había sido conquistada por el General Pompeyo, siendo Emperador romano Octavio Augusto. Dicho Emperador nombró Rey Vasallo de Palestina a Herodes el Grande, hombre sanguinario y obsesionado con el poder.
A partir de entonces, tal como se hacía en Roma, cada seis años y en Egipto cada catorce, se estableció la orden de tener que censarse todos sus habitantes. De todas formas, en aquellos tiempos, existía entre toda la población la sensación de que algo importante iba a ocurrir. No se concretaba lo que podía tener lugar, pero sí que era interesante para el pueblo de Palestina.
En estos casos, puede haber dos opciones; que la expectación que exista esté por encima del hecho que se pueda producir posteriormente o que la relevancia del acontecimiento se encuentre muy por encima de la expectación despertada. Esto último es lo que ocurrió; que el hecho del nacimiento de Jesús estuvo muy por encima de la expectación que había generado un acontecimiento que se desconocía. Sea por uno u otro motivo, en el evangelio nos encontramos a José y María en viaje hacia Belén. Un camino que era, prácticamente, el mismo que María había hecho unos meses antes, bajando hacia Ain-Karem para ver a su prima Isabel y otros familiares.
¡Más qué distinto era todo! Si entonces predominaba el júbilo, ahora el centro total era el Misterio. Y un poco de desconcierto.
¿Llevaban consigo un borriquito? En los Evangelios no lo encontramos por ninguna parte, pero no es inverosímil que lo tuvieran. De todos modos el camino era largo, 140 km, y Palestina no tenía buenas calzadas, que, posteriormente, comenzarían a abrir los romanos. El camino era simple atajo de cabras y no en pocos tramos rocoso y resbaladizo.
Llegaron, no sin cansancio, a la ciudad Santa y continuaron luego hacia el sur para cubrir los 8 Km. que separan Jerusalén de Belén. El paisaje que verían María y José sería un poblado de no más de doscientas casas, apiñadas en un cerro, con pendientes suaves y donde se mezcla la roca calcárea con bancales de olivos. Pero, probablemente, José y María no tuvieron ojos para ver ese paisaje.
Quizá a José lo que le preocupó es que, de pronto, su pueblo de origen le parecía más pequeño de lo que decían sus sueños y recuerdos. La tradición popular se ha imaginado a José de puerta en puerta, recibiendo negativa tras negativa de sus egoístas parientes. El Evangelio no dice nada si tenía parientes en Belén, por lo que se supone que fue directamente con su esposa a la posada.
El "no había sitio" que cita el texto evangélico, puede dañar a nuestra imaginación, toda vez que en las posadas palestinas siempre había sitio; por lo cual hay que darle a la frase, antes pronunciada, un sentido diverso. La posada oriental de ayer y, aún de hoy, es simplemente un patio cuadrado de altos muros.
En el centro, suele haber, una cisterna o depósito en torno al cual se amontonan las bestias, burros, camellos y demás animales. Pegados a los muros, a veces entre arcadas, hay cobertizos en los que viven los viajeros; sin otro techo que el cielo, en numerosas ocasiones. En cualquier caso nunca existían habitaciones cerradas.
Giuseeppe Ricciotti, arqueólogo y biblista italiano, nacido en Roma en 1890; decía de las posadas beduinas que eran un amasijo de hombres y bestias envueltas. Se negociaba, se rezaba, se dormía y se realizaban las necesidades en medio de un hedor que, aún hoy, infectan los campamentos beduinos de Palestina. José se debió asomar a inspeccionar este patio y comprendió enseguida que allí "no había sitio".
A José no le molestaba la pobreza, e incluso, el hedor, pero sí aquella horrible promiscuidad. Quizás, la mayor pobreza, sea la falta de intimidad para hablar, para rezar o para amar.
De nuevo la imaginación e, incluso el arte, nos vuelven a jugar una mala pasada. El lugar donde nació Cristo no es un pórtico con alguna pared semireducida para dar la impresión de abandono como pintan muchos artistas. Tampoco es el color rosa y crema del pesebre de nuestros nacimientos. Fue, simplemente, una gruta natural como tantas que hay, hoy en día, en los alrededores de Belén.
Un simple peñasco que sobresale de la montaña, y bajo el cual, unas manos de pastores, seguramente, han horadado una cueva para guarecerse de la lluvia o del sol. El Apóstol Lucas dice: "Y estando allí se cumplieron los días de su parto". Esta frase hace pensar que el hecho ocurrió varios días después de llegar a Belén. José, seguramente, tuvo tiempo de adecentar un poco el lugar, clavar algunas maderas que protegieran del frío y comprar, quizás, alimentos.
Llegado el momento, el evangelista, parco en datos, señala la soledad de la madre en aquella hora. Fue, casi seguramente, de noche (el evangelista dice que los pastores estaban velando y una antiquísima tradición, casi desde el siglo primero, señala la fecha del día 25).
Hacía ese fresco nocturno de los países cálidos, por lo que exige hogueras para poder pasar la noche a la intemperie. José, rezaría o pasearía nervioso como hemos hecho todos los padres de familia en la historia. Debió de sentir deseos, muchas veces, de entrar en la gruta, pero la ley, prohibía, terminantemente, que el padre estuviera en el cuarto de la parturienta a esa hora. Posiblemente encendería alguna hoguera y calentaría agua y, quizás, algún caldo. Al fin oyó la voz de su esposa llamándole. Se precipitó con la jarra de agua caliente en la mano. Esperaba encontrar a María tumbada en la paja, pero estaba sentada, junto al pesebre, limpiándose, tal vez, el cabello.
Acercó, quizás, algún candil para tener más luz y se dirigió al pesebre que María le indicaba. Allí vio al recién nacido, a la vez que recordaba lo del ángel. María, probablemente, se hacía la pregunta: Si venía a salvar al mundo... ¿por qué nacía en esa inmensa soledad?
Había nacido Dios, era "nuestro Dios", el único que, como hombres podríamos aceptar. El único que no nos humillaba con su grandeza, sino que nos hacía grandes con su pequeñez. Ortega y Gasset lo formuló muy bien: Si Dios se ha hecho hombre; ser hombre, es la cosa más grande que se puede ser. Era, sobre todo, el único Dios a quien los hombres podríamos amar.
La escena de los pastores, según cuenta San Lucas en el evangelio, cabría preguntarse si es historia o solo teología. Sea lo que fuere los pastores fueron informados de que había nacido el Redentor, presentándose en el portal y se arrodillaron, aunque sólo fueran sus corazones.
Al fin y al cabo un Dios naciente, como ellos, en lugares como los que ellos habitaban les llenaba de orgullo. Seguramente, se irían enseguida para poder contar todo esto tan bonito y se despidieron a la manera judía, saliendo de espaldas y pidiendo perdón por haber molestado.
Pocos días después, serían los Reyes Magos los que se intranquilizarían por el hecho sucedido. Pocas páginas evangélicas han sido tan discutidas como esta de los Reyes magos. Gran número de exégetas ven, en este capítulo de Mateo, una bella fábula con la que el evangelista no viene a hacer historia, sino viene a salvar a todas las naciones y no sólo al pueblo judío.
Según la leyenda, los tres Reyes Magos serían unos señores bondadosos que, cada seis de enero de cada año, traen juguetes a los niños y que no habían hecho otra cosa que seguir la línea poética inaugurada por el evangelista.
Si analizamos, minuciosamente, este hecho, podremos deducir que hay datos, típicamente históricos, como son la cronología, la topografía, datos históricos de Herodes etc. que hace que estemos ante una narración que el escritor considera fundamentalmente históricos.
La leyenda dice que cada uno venía de un país y que representaban las diversas razas y las distintas religiones. ¿Cómo se llamaban? El evangelista guarda silencio sobre ello.
Hasta el siglo VII en el que, como muestra un manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional de París, se llamarían Bithisarea, Melchior y Gathspa. Posteriormente, en el siglo IX, se les dan los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar e incluso, un relato literario personal de cada uno de ellos.
El discípulo Mateo pondrá en boca de los Magos, la frase "hemos visto su estrella y venimos a adorarle". Durante siglos se han hecho cábalas sobre esa estrella, pero más simple sería en ese clima milagroso que nos envuelve, decir que es un adorno literario.
¿Vieron, pues, los Magos una estrella especial o lo dedujeron del estudio de los horóscopos? El hecho de ponerse en camino, para adorar al recién nacido, demuestra que sus sentimientos estaban llenos de esperanza. Esto debe ser lo sustancial del problema. Finalmente, permítanme como es tradicional, que les felicite a todos Vds. las Navidades. A cada uno, de acuerdo con lo que él considere que es su felicidad. En general, con la frase típica con que nos saludamos en estas fiestas.
¡Feliz navidad!
Actuación del coro Francisco Salinas
La coral Francisco Salinas nace en Salamanca en el año 1987, siendo su director el canónigo de la catedral Don Victoriano García Pilo, que se mantuvo al frente del mismo hasta el año 2013. En ese momento le sucedió la actual directora Doña Elena Blanco Rivas, después de un corto periodo de tiempo de codirección con Don Juan José Grande Benito.
El propósito del coro se ha visto realizado a lo largo del tiempo, dotando a Salamanca de una agrupación coral estable, de la que forman parte 65 voces mixtas de adultos. El primer concierto tuvo lugar en el patio de la Universidad Pontificia de Salamanca. El coro está estrechamente vinculado a la catedral salmantina.
En su amplio repertorio hay piezas de polifonía religiosa, profana y popular, de diversas épocas históricas, y también de diversos idiomas y países. Destacan sus actuaciones en directo para Televisión Española y para Radio Nacional de España.
Fotos: Pedro Zaballos