Siempre he tenido miedo a la vida y a las situaciones; el miedo me ha acompañado siempre, y me ha hecho muy precavido, y me ha aconsejado pensar las cosas dos veces antes de ponerlas en marcha. Y he rebuscado, hasta en los principios de mi vida, el origen de este miedo, lapado a mis entrañas y a mi espíritu. Y lo he encontrado. Yo fui concebido con los efluvios del miedo. Ese miedo que se adueñó del pueblo, de las familias, de las relaciones y de la vida toda de las gentes. Y mi familia no le fue ajena.
Ya he comentado que he podido contar todo aquello que se puede contar, sin herir y sin sacar los colores a nadie; he sido prudente y lo seguiré siendo, pero conozco la historia viva de lo que pasó en aquellos años tristes y lamentables con sus nombres, aciertos y errores, que dañaron, por muchos años, la convivencia del pueblo.
Yo no pude haber nacido, porque mi padre fue uno de los que quisieron fusilar en el monte Araúzo, y debo mi nacimiento a un mando de la Guardia Civil. Asimismo, hubiese ocurrido con la presencia, en esta vida, de otros muchos paisanos y de nuestra descendencia.
No quiero dar nombres de los represaliados macoteranos, porque no me he empeñado en pedir autorización a sus familias, y porque no quiero informar a algunos nietos, que ignoran o prefieren ignorar lo que sufrieron sus abuelos por luchar por el pan de sus hijos.
Hoy brindo por la convivencia y el abrazo de todos. Nunca más. Esta mañana, también brilla el sol, y que brille, por siempre, entre nosotros.
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