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Jorge Moreta, bitácora salmantina de un viajero
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Jorge Moreta, bitácora salmantina de un viajero

Actualizado 17/08/2019
Charo Alonso

Va y viene con la velocidad de la luz, eficaz, sonriente, capaz de conjurar los imprevistos, el reloj y las obligaciones sin esfuerzo mientras la pasión y la entrega se vuelven movimiento

Jorge Moreta lo conocimos en el fragor del FÀCYL, en la prisa del FÀCYL, en la intensidad del FÀCYL. Va y viene con la velocidad de la luz, eficaz, sonriente, capaz de conjurar los imprevistos, el reloj y las obligaciones sin esfuerzo mientras la pasión y la entrega se vuelven movimiento. Sin embargo, en la quietud inesperada de su discurso, las palabras viajan también recorriendo calles, gentes y tiempos. Porque todo cabe en este hombre delgado, moreno e intenso, fajado en todos los ruedos, viajero de todas las plazas. Decía Lezama Lima que vivir en La Habana era una fiesta innombrable. Hacerlo en la piel de Jorge Moreta, escritor, periodista, comunicador, gestor cultural, apasionado enamorado de esta Salamanca que se afana a su alrededor, plaza habitada, también debe serlo.

Charo Alonso: ¿Qué es lo que más te ha gustado de este FÀCYL?

Jorge Moreta: Que ha convencido a los salmantinos y a quienes nos han visitado. Las cifras cuantitativas son las mejores de la última década, pero en cultura me quedo con lo cualitativo, que ha sido estupendo. Cada año es un Festival más querido por Salamanca que ya lo percibe como un patrimonio cultural de la propia ciudad. También ha sido maravilloso ver la renovación de los públicos en función de los estilos musicales. Ése ha sido un gran acierto en la programación del director artístico, Carlos Jean.

Ch.A.: ¿Ya se identifica el FÁCYL con Salamanca?

J.M. Claro, hay un factor diferencial muy potente: la fortaleza y singularidad que aporta Salamanca. En España se suceden anualmente más de 840 Festivales, muchos de ellos (la gran mayoría) con un presupuesto muy superior al FÀCYL. Sin embargo, ninguno tiene como escenario a la Ciudad Antigua de Salamanca, Patrimonio de la Humanidad. Los artistas nos lo comentaban emocionados. El marco impresiona, motiva y te imprime responsabilidad. Es el peso de la Historia. Que la zona más antigua de la ciudad, en torno al conjunto catedralicio y las universidades sea escenario de las últimas tendencias artísticas es paradójico y a la vez sensacional. ¿Cuántas veces tienes la ocasión de tocar arropado por una Catedral Nueva con más de 500 años? Santiago Auserón me comentaba que sientes como la piedra centenaria te está arropando y quieres devolvérselo con tu mejor actuación. Devolver lo que te da Salamanca. Es una reflexión preciosa. Las ciudades son escenarios para el encuentro, para la convivencia, para compartir y para mejorarnos mutuamente. También para la tolerancia. Salamanca y su patrimonio están vivos.

Ch.A.: ¿Se han implicado bien las diversas instituciones en el FÀCYL?

J.M.: Sin esa implicación no hubiéramos conseguido nada. El FÀCYL ha sido un éxito de todos porque, de entrada, el Ayuntamiento pone a disposición de la Junta de Castilla y León y del equipo del FÀCYL ése escenario inigualable que es la ciudad de Salamanca. Durante cinco días se suceden, sin más bóveda que el cielo, actividades de todas las artes y para todos los públicos en plazas tan especiales como Anaya, el Patio Chico, el Patio de Escuelas?. Nuestra responsabilidad es llenarlos con propuestas de calidad y tratarlos con el respeto que merecen. Julio López, concejal de Cultura, lo explicó muy bien: El FÀCYL apuesta por una línea de artistas que el Ayuntamiento no programaría, por ejemplo, en las Fiestas de Septiembre, en honor a la Virgen de la Vega, o en su programación periódica y mantenida durante todo el año. Pero ahí está, precisamente, como Julio incidió, la importancia del FÀCYL, en que se complementa a la perfección con la programación del resto de instituciones. El FÀCYL tiene su propio ADN y una personalidad definida.

Jorge Moreta, bitácora salmantina de un viajero | Imagen 1Ch.A.: ¿También la Universidad se implica?

J.M.: ¡Claro! Por ejemplo, nos cede como zona de camerinos Anayita. ¡Los artistas preparándose en aulas! Es una imagen preciosa. Antes de los conciertos están en una clase como si estuvieran repasando la lección para, minutos más tarde, dictar una lección magistral desde el escenario. Esa experiencia es única.

Ch.A.: Sin embargo las fechas no sé si son las mejores, a mí me pillas de exámenes y me perdí a Santiago Auserón.

J.M.: Cómo lo siento, el FÀCYL, como Salamanca, es un Festival vivo y con capacidad de adaptarse a las circunstancias. Tradicionalmente se celebra de miércoles a domingo entre finales de mayo y principios de junio. Programarlo antes tendría en contra un hándicap importante: la climatología. En las fechas actuales, los estudiantes, tan importantes para Salamanca, todavía están en la ciudad. Programarlo más tarde supone no contar ya con los universitarios y, tras el verano, se solapa con las Fiestas de septiembre. Sinceramente creo que las actuales son muy buenas fechas. Lo normal es que la climatología acompañe, la ciudad está llena de turistas, de graduaciones, de personas deseosas de vivir experiencias diferentes. Quizás puedas cambiar tú el año que viene tus exámenes ¿Lo vas a pensar?

Ch.A.: Lo voy a tener en cuenta, Jorge, explícanos qué es la Fundación Siglo y qué papel ha tenido en la cultura de la Junta de Castilla y León.

J.M.: La Fundación Siglo para el Turismo y las Artes de Castilla y León, es una organización sin ánimo de lucro que fue constituida hace casi dos décadas. Se divide en dos grandes áreas: marketing y promoción, que se encarga, entre muchas otras funciones, de la promoción turística de las nueve provincias de Castilla y León en ferias internacionales de la relevancia de FITUR y el área de cultura, que, junto a mis compañeros, ha sido mi responsabilidad durante los últimos dos años. Somos muy afortunados porque disfrutamos de recursos tan maravillosos como la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Es la Orquesta de toda la Comunidad y así la debemos sentir. Debemos sentirnos profundamente orgullosos de esta Orquesta, que es de las mejores de España.

Ch.A.: ¿Hay algo en la cultura de Castilla y León que deberíamos conocer más los propios castellano-leoneses?

J.M.: ¡Tenemos una cultura tan rica! Quizás debamos insistir en otro aspecto que también trabajamos en nuestro departamento, los Museos Regionales: El Etnográfico de Zamora; el de la Minería y la Siderurgia de Sabero en plena cuenca minera, una auténtica "catedral del hierro" ¿Los conocéis? El MUSAC en León; el Sistema Atapuerca, con el Museo de la Evolución Humana, en Burgos, y los yacimientos; el Palacio de Quintanar, que es un recoleto palacio renacentista en el barrio de los Caballeros de Segovia? Como veis, la Fundación Siglo es, en realidad, un instrumento para mejorar la vida de las personas, que posibilita un campo democrático de acceso a una cultura amplia, inclusiva, diversa, justa y solidaria.

Carmen Borrego: Me voy a poner como deberes conocerlos todos. ¿Sabemos verdaderamente cómo se gestiona la Junta a esos niveles?

J.M.: Vivimos, afortunadamente, en los tiempos de la transparencia. Todas las cuentas son públicas y sujetas a control parlamentario o a portales de transparencia. Se gestiona siempre con la tremenda responsabilidad que requieren los fondos públicos. Son recursos de nuestros convecinos que regresan a la comunidad. Gestionar lo que es de todos es una gran responsabilidad. Con la cultura sucede lo mismo: o es de todos o no será de nadie.

Ch.A.: Tú eres periodista, escritor, ¿cómo conjugas el hecho de hacer y organizar, ser por un lado autor y por otro, gestor cultural?

J.M.: Lo principal es la vida. Las profesiones son ocupaciones. Para mí lo importante es dotarte de un relato personal, de una forma de hacer, de unas señas que te definan. Si se consigue, hagas lo que hagas, será coherente y tendrá sentido. Lo importante es la esencia de cada uno y ser buena persona. Si no eres una buena persona, puedes ser muy eficaz, incluso tener un éxito abrumador, pero no serás nunca un buen profesional de nada. Serán oficios vacíos y triunfos baldíos. Y luego existe un factor, a mi juicio diferencial: la cantidad de emoción y pasión que seas capaz de imprimir a lo que haces. Hay personas que disfrutan de lo que hacen. A mí me gusta estar a su lado.

Jorge Moreta, bitácora salmantina de un viajero | Imagen 2Ch.A.: Tienes un libro sobre Cuba Cuba más allá de Fidel publicado por Altaïr y que lleva tres ediciones. ¿Qué es Cuba más que un país? ¿Un estado de ánimo?

J.M.: Cuba es una hermosa isla del Caribe poblada de gente buena y talentosa. Pero, para mí, más que un espacio físico es, exactamente, lo que has comentado: un estado de ánimo. Para escribir mi libro, la recorrí conduciendo. Es una isla mucho más grande y diversa de lo que pudiera parecer en un juicio apresurado.

Ch.A.: Y ahora repites con un documental de la mano de un fotógrafo excepcional, un documentalista maravilloso y una mejor persona: Eduardo Margareto.

J.M.: ¡Estoy muy de acuerdo contigo! "CUBA CREA", el documental que esperamos estrenar este otoño en España, es un homenaje, una reflexión y un mensaje. Un homenaje a todo ese talento ingente. Una reflexión acerca de cómo una isla del Caribe ha conseguido ser mucho más grande que su geografía gracias a la cultura; y una reflexión de cómo puede abrirse al mundo a través de su arte. "CUBA CREA" es un recorrido de punta a punta por la isla de la mano de artistas universales a los que entrevistamos como el cineasta Jorge Perugorría, el bailarín Carlos Acosta ("Yuli"), escritores como Leonardo Padura, Wendy Guerra y Pedro Juan Gutiérrez, músicos como Eliades Ochoa de Buena Vista Social Club, Roberto Fonseca, Danay Suárez y Daymé Arocena, o pintores como Roberto Fabelo, quien ilustraba los libros de García Márquez o los discos de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Joaquín Sabina.

Ch.A.: Qué ganas de verlo. ¿Cómo es posible tanto talento en una isla tan chica?

J.M.: Tanto talento es posible por una selección natural. Por la mezcla con África, que les hizo mucho más fuertes. Un cubano es como un latino multiplicado por cuatro. ¿Cómo no voy a amar yo a esta isla si amo a su gente? Me han dado mucho y yo trato de devolvérselo a través de lo que sé hacer: escribir sobre ellos y contar sus historias.

Ch.A.: Antes era una etiqueta muy bella la de escritor de viajes. ¿Ha caído en desuso entre nosotros?

J.M.: En el mundo anglosajón no sucede. Allí sí goza del reconocimiento masivo que, a mi juicio, merece. Además habría que preguntarse: ¿qué entendemos por literatura de viajes? ¿No viaja, por ejemplo, Alonso Quijano en busca de las aventuras que su realidad le niega? ¿No navega el capitán Ahab a su propio infierno a la caza de Moby Dick? ¿Y Alicia en el País de las Maravillas? Desde La Odisea a las novelas de Julio Verne la literatura es un sinfín de libros de viajes. Hasta en la Biblia se relatan viajes maravillosos como el de Noé o el de Moisés en busca de la Tierra Prometida.

Ch.A.: Literatura de viajes como el relato de un viaje que hace el escritor?

J.M.: Claro, lo que entendemos, de forma más estricta por literatura de viajes, que es contar la realidad, pero con las técnicas de la ficción. Yo lo que hago antes de escribir es estudiar esa historia de los lugares, de los personajes y luego la paso por el filtro de lo humano. Por mi filtro, claro. No es la verdad, es mi verdad. No trato de convencer a nadie. Dudo hasta de mí mismo. Sin cuestionamiento, no hay avance. Luego me ayudan "compañeros" fantásticos. Si recorro las calles de Lisboa, "quedo" con un tal Fernando Pessoa, que me va susurrando sus versos por las calles de la Baixa. O si recorro la colonial Camagüey, "quedo" antes con Nicolás Guillén o en Buenos Aires me "cito" con Borges en el Café Tortoni. La literatura te permite licencias que la realidad te niega.

Ch.A.: El viaje de tu vida también está muy relacionado con las instituciones. ¿Te gusta la etiqueta de "periodista institucional"?

J.M.: Las etiquetas, en general, no me gustan. Creo que son útiles para clasificar a las personas o, por ejemplo, los géneros musicales o literarios sin profundizar demasiado. Cuando legué por primera vez al Ayuntamiento de Salamanca en 2002, ya llevaba 11 años trabajando en medios. Y no podía perder ningún año en la Universidad porque mis padres hacían un gran esfuerzo para pagarme la matrícula.

Ch.A.: Pero no me negarás que puede cuestionarse el haber trabajado en la gestión privada de la cultura y en la gestión pública?

J.M.: Yo he tenido la fortuna de trabajar en más de diez empresas, conocer a muchas personas y asumir diferentes responsabilidades. Todavía estoy en el medio de la vía. Esas responsabilidades me han llevado, por ejemplo, en dos ocasiones y con diferentes responsabilidades al Ayuntamiento de Salamanca, y otras dos a la Junta de Castilla y León. ¿Sabes? En el fondo, todo se resume a lo mismo: contar, transmitir, difundir e, incluso emocionar, si procede y la ocasión lo permite. Antes de mi actual responsabilidad, estuve más de un año en gestión cultural en una empresa privada de Madrid, que también me enseñó mucho. Para aprender, cualquier edad es buena.

Ch.A.: ¿Te definimos como "gestor cultural"?

J.M.: Si tengo que elegir una etiqueta, me quedo con la de "contador de historias", con la que me identifico mucho más. Es lo que hago mejor. Comunicarlo o gestionarlo para que sea posible. Hay que saber pasar de las musas al teatro. Todo funciona si eres coherente. Si hay verdad. Sin respeto no hay nada. Y sin inquietud y emoción la vida es aburridísima.

Ch.A.: Contigo no debe ser nada aburrido. Algo que me ronda la cabeza, ¿cómo hacer gestión cultural sin amiguismos? ¿Cómo se encuentra a los artistas?

J.M.: La vida sin la amistad no vale nada. Pero aquí estamos hablando de trabajo. Son dos mundos diferentes. En ocasiones, las menos, coinciden. Pero pocas veces tienes la inmensa fortuna de desarrollar un proyecto con una persona que, además, de buen profesional y buen artista es amigo. No puedes buscar a las personas por tu grado de amistad o te equivocarás seguro. Y tampoco estarás siendo honesto. Si te fallas a ti mismo, fallarás a todos. Tienes que buscar siempre a los mejores.

Ch.A.: ¿No se puede contratar a los amigos por muy buenos artistas que sean?

J.M.: Yo sí creo en un poder de atracción. Que las personas, cuando debemos encontrarnos, sucede. Y con profesionales a los que no conocías, terminas teniendo una buena relación personal o incluso de amistad tras un proyecto exitoso. La pasión une. La emoción contagia. Cada persona tenemos una vibración determinada y sintonizas con quien debes. Ése es uno de los grandes regalos de la vida.

Ch.A.: Yo te he conocido por tu trabajo en La Casa Lis? ¿Echas de menos el trabajo en Salamanca o hay que volar más allá de la provincia?

J.M.: Estoy profundamente orgulloso de dónde vengo, de haber nacido, crecido y trabajado en Salamanca, pero yo a quien echo de menos todos los días es a mi padre, quien me enseñó a amar Salamanca y la vida. Físicamente no está desde enero de 2016, aunque su recuerdo y enseñanzas me acompañan siempre. Mi padre, desde junio a septiembre, despedía el día, durante horas, desde su balcón en el octavo piso, en la Ronda de Sancti Spiritus. Lo hacía mirando a las Catedrales, a la Pontificia y deleitándose con el vuelo de los pájaros y con el gran libro de piedra que es nuestra ciudad.

Jorge Moreta, bitácora salmantina de un viajero | Imagen 3Ch.A.: ¿Quién era tu padre?

J.M.: Mi padre era un Maestro de la vida y un hombre sabio que siempre "tapizó" las paredes de la casa con libros. Gracias a su Magisterio, crecí rodeado de "amigos" tan sobresalientes como Claudio Rodríguez, Luis Cernuda, Don Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Quevedo, San Juan de la Cruz, Miguel Hernández, Federico García Lorca? pero, sobre todo, me enseñó a aprender de las personas y a disfrutar de los momentos que dan sentido a la vida. También me animó a buscar siempre mi mejor versión. Así era mi padre, Alberto Moreta, profesor en los Escolapios durante la mitad de su vida. Un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra, bueno, como escribió su idolatrado Machado. Su ausencia es inmensa.

Ch.A.: Es muy hermoso lo que dices, extrañas la Salamanca que veía tu padre.

J.M.: Además de a mi padre, también echo de menos empezar las mañanas en la Plaza Mayor porque siendo la plaza más hermosa que yo he visto jamás, tiene un ritmo y una cadencia muy humanas. Desde mi amiga Dori, la viuda del gran Fermín, montando aún de madrugada su puesto de venta de prensa, los trabajadores de la hostelería, que tanto me han cuidado porque yo desayunaba y almorzaba casi todos los días de pinchos en alguna barra como la del Casino o el Real. Echo de menos el factor humano, claro, y los buenos amigos que he dejado en el Ayuntamiento. Y bueno, la Casa Lis? eso ya es otra cosa. ¿Sabes? A los salmantinos nos cuesta mucho valorar lo nuestro. Y debemos cambiar esa visión.

Ch.A.: Estamos en ello, Jorge. No podemos parar de hablar de lo nuestro, y más con la Casa Lis que disfrutamos tanto Carmen y yo.

J.M.: La Casa Lis es un sueño forjado sobre la fortaleza del hierro y la fragilidad del vidrio. Una mansión imposible más hija de la imaginación que de la realidad. Es paradójico: con la legislación actual, no podría construirse. Pero esa misma legislación obliga a conservarla como lo que es: un tesoro. Entre la contundencia de la piedra sobre piedra del casco antiguo, la Casa Lis es poesía pura. Un lugar mágico gracias al altruismo de un talento autodidacta como Manuel Ramos Andrade. Un éxito reiterado y repetido que aúna a instituciones, a los ayuntamientos de Salamanca y Navasfrías, a la Junta de Castilla y León, a la Universidad. Y ahí está la dirección ejemplar de un buen amigo como Pedro Pérez Castro, con una visión universal, sagacidad e inteligencia fuera de lo común. Con Pedro yo me acuerdo de esa cita del Lazarillo de Tormes: "arrímate a los buenos si quieres parecerte a ellos." Yo de Pedro intento aprender siempre y, como te ocurre con un tío de sangre al que admiras y respetas mucho, temes no estar a la altura de lo que él espera de ti.

Ch.A.: Nosotras también tememos no estar a la altura. Jorge, de Salamanca no te has ido aunque vivas en Madrid y trabajes en Valladolid?

J.M.: De Salamanca nunca me he ido. Mis hijos siguen aquí y regreso todas las semanas para acompañarnos y compartir. La encina nos define muy bien a los salmantinos. Necesita poco para sobrevivir porque el agua nos es esquiva. Sin embargo, cuando la encina asienta sus raíces es fuerte, noble y humilde. Es solidaria porque da buena sombra y alimento. No es altiva porque se eleva lo justo sobre el suelo. Creo que los salmantinos nos sentimos muy representados por la encina, que está hasta en el himno de la UD Salamanca. El ejemplo máximo sería Vicente del Bosque que, con la selección española y con el Real Madrid, lo ha ganado todo y sigue siendo un hombre bueno, cercano, accesible y modesto.

Ch.A.: ¡No sabes hablar de nada sin citar a quienes nos habitan!

J.M.: Es que si los salmantinos no aspiramos a la bonhomía de Vicente del Bosque, no vamos bien. Aquí es imposible venirse arriba porque, por las calles de nuestra ciudad, paseó Antonio de Nebrija con la primera Gramática de la Lengua Castellana bajo el brazo. En Salamanca Francisco de Vitoria alumbró el "Ius Gentium", el derecho de gentes, cuna del derecho internacional y de comprender al otro como a un igual. Aquí enseñaron Fray Luis, Miguel de Unamuno, Enrique Tierno Galván? En Salamanca Lucía de Medrano fue la primera mujer catedrática de la Historia y se formó e ilustró Beatriz Galindo, La Latina. Desde hace más de 800 años alumnos y profesores de los cinco continentes vienen hasta Salamanca para mejorarse y, después, intentar mejorar el mundo. Cuando creces en una ciudad como la nuestra con la referencia de estos nombres y de muchos otros, que nos miran desde el ático más alto de la Historia, sabes que, haciendo las cosas muy bien, quizás con suerte llegarás un día al segundo piso. Yo aún estoy en el portal dudando si subo por las escaleras o en el ascensor.

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