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Robleda recuerda un año más a sus fallecidos por el terror militar de 1936
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Robleda recuerda un año más a sus fallecidos por el terror militar de 1936

Actualizado 14/08/2017
David Rodríguez

ROBLEDA | La ofrenda floral fue realizada por los testigos más antiguos, José Mateos y Josefa Mateos, nacidos en 1923 y 1931, respectivamente

La Asociación Documentación y Estudio de El Rebollar llevó a cabo en la jornada del domingo en Robleda el habitual homenaje a las víctimas mortales del terror militar de 1936, que coincidió con el aniversario de la primera saca domiciliaria de siete vecinos de la localidad.

Robleda recuerda un año más a sus fallecidos por el terror militar de 1936   | Imagen 1El acto desarrollado junto al monolito que recuerda a las víctimas comenzó con la acogida a familiares represaliados, vecinos y forasteros, estando presente también el concejal del Ayuntamiento Pablo Martín García. Asimismo acudieron el historiador Luis Castro y miembros del Centro de Estudios Mirobrigenses.

El responsable de Documentación y Estudio de El Rebollar, Ángel Iglesias, dio lectura a continuación a un escrito (se puede encontrar íntegro más abajo) sobre el sentido del acto, que busca seguir construyendo la memoria histórica.

A continuación, se dio lectura a los nombres de las víctimas que figuran en la lápida del monolito, realizando una ofrenda floral los dos testigos más antiguos, José Mateos Mateos (nacido en 1923) y Josefa Mateos Ovejero (nacida en 1931), cuyos padres fueron ejecutados en la misma saca entre el 24 y el 25 de agosto de 1936 en el Puerto de Perales, siendo enterrados en la misma tumba del cementerio cacereño de Gata (Cáceres).

En el acto también participaron dos miembros del grupo Astrolabio, María Isabel Pérez Elvira y Manuel Coca, que interpretaron dos piezas musicales: Geensleaves, una pieza anónima del siglo XV, y La lista de Schindler, de John Williams. Éste es el texto leído por Ángel Iglesias:

"La memoria histórica necesita de actos como éste, cuyo objetivo principal es el reconocimiento de las víctimas y la denuncia de la impunidad de los victimarios. Como venimos exponiendo en la prensa digital de Ciudad Rodrigo, la negación de la memoria republicana es sin duda la secuela más significativa de la Dictadura en la Democracia de la Monarquía. Y la vigencia social y política del Franquismo resulta evidente cuando vemos el desinterés público por conocer el legado republicano y cómo las autoridades estatales, regionales y locales lo fomentan, al no cumplir (al no ofrecer los medios para que se aplique) la Ley de Memoria Histórica.

Nosotros sí cumplimos esa Ley, contra viento y marea. Nuestra presencia aquí una vez más lo prueba, aunque no nos alcanza obligación legal ninguna, porque sabemos que, de no honrar nosotros la memoria de las víctimas, nadie asumirá ese deber. Y tenemos razones para sentirnos orgullosos de hacer y ser quizá, aunque pocos, los únicos familiares y vecinos de una localidad española que asumen semejante compromiso, sin ayuda oficial alguna.

El sentido de este acto lo tenemos claro desde hace tiempo. Sabemos que los muertos no necesitan de nosotros para serlo, pero nuestro recuerdo es necesario para que no hayan pasado por el mundo como si no hubieran existido, olvidando que ellos y nosotros somos eslabones de la misma cadena humana. Así que con nuestra presencia en este tipo de celebraciones "hacemos historia", damos forma y contenido a un pasado del que nuestras propias vivencias son parte.

Por esta razón, aquí no debemos limitarnos a dar el merecido reconocimiento a nuestros familiares, vecinos o comarcanos injusta e ilegalmente ejecutados (asesinados). También debemos recordar con ellos a quienes fueron castigados con la cárcel, la privación de empleo, las sanciones económicas, las humillaciones (algunas inconfesables), el desamparo.

Para hacernos una idea más clara es necesario conocer el devenir de quienes sobrevivieron a aquella represión, castigados en persona y/o familiares de cualquier tipo de represaliados. Muchos se vieron forzados a alguna de aquellas formas de exilio que fueron las fugas y los traslados, así como el éxodo rural y la emigración, no deseada, corolario de aquellos estragos causados por el primer franquismo.

En esta migración masiva se confundieron los motivos políticos y los económicos, pues la hambruna con que Franco obsequió a los españoles afectó a los agentes y los pacientes de la represión. Pero resulta obvio que estos últimos fueron los que más intensamente la sintieron y más pronto estuvieron dispuestos a buscar la salvación en otra parte. Desde los años cuarenta, los sobrevivientes de la represión, los huérfanos y decenas de familias robledanas se arriesgaron a pasar los Pirineos ilegalmente.

Hoy los hijos o nietos de aquellos exiliados por razones políticas o económicas (o por ambos motivos a la vez) vuelven como turistas a un pueblo que, con respecto a los años cincuenta, ha perdido las dos terceras partes de su población, por añadidura envejecida. Harían bien en no olvidar el sacrificio de sus mayores. Y no estaría mal que lo tuvieran en cuenta los vecinos de Robleda, cuya "prosperidad" relativa se debe en gran parte, directa o indirectamente, a la emigración.

Todo esto recordamos aquí, aunque, en concreto, nos limitaremos a nombrar a las víctimas mortales y su perfil social (dándonos como ejercicio suplementario para días venideros si ellos o sus familiares habían o han sido emigrantes, para completar nuestra memoria de "los desterrados").

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