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San Pedro, Roca de la Iglesia (Mateo 16)
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San Pedro, Roca de la Iglesia (Mateo 16)

Actualizado 29/06/2017
Redacción

San Pedro, Roca de la Iglesia (Mateo 16) | Imagen 1Tras la caída de Jerusalén y muerte de los líderes, que fueron sobre todo Pedro y Pablo, Santiago y el Discípulo Amado (tras el 70 d.C.), las iglesias cristianas sintieron la necesidad de fundar su visión de la Iglesia en alguno de ellos.

‒ Así, las iglesias paulinas tomaron como norma y sentido de la interpretación cristiana de Jesús a Pablo (como veré en la postal que sigue).

La tradición del Evangelio de Tomás tomó como referencia a Santiago, y la del Cuarto Evangelio al Discípulo amado (como indicaré en los próximos días).

La tradición de Mateo, asumida como referencia básica por la Iglesia Católica, ha insistido en la autoridad de Pedro, como hoy mostraré, con ocasión de su fiesta.

El evangelio de Mateo asume la historia de Jesús de Marcos (y, en el fondo, incluso la teología universal de Pablo), pero las integra y recrea en una comunidad de herencia judeo-cristiana.

-- Para ello universaliza el mensaje nacional (moral) de los judeocristianos (como hizo en otra línea la carta de Santiago), recuperando la historia del Cristo Jesús.

San Pedro, Roca de la Iglesia (Mateo 16) | Imagen 2

-- Al mismo tiempo apela a la autoridad y patrocinio de Pedro (Mt 16, 16-19), que aparece así como garante de la verdad del evangelio y del conjunto de Iglesia, entendida ya de un modo universal.

Este Pedro del evangelio de Mateo, que es un San Pedro de la fe, aunque fundado en el Cefas/Pedro de la historia de Jesús, forma parte no sólo de nuestra gran visión de la iglesia católica, sino de nuestro imaginario más cordial de creyentes.

Así quiero mostrarlo en este día de su fiesta, retomando un motivo de mi Comentario de Mateo (cuya posible portada adelanto). Buen día a todos los amigos "pedros", con sus variantes: Peru, Pietro, Kepa, Peter, Pierre... A todos mi saludo... y con Pedro/Francisco, obispo de Roma, mi mejor deseo de comunión eclesial.

Punto de partida. Pedro en el evangelio de Mateo

Marcos no había tenido necesidad de apoyarse en Pedro, que había podido decir que Jesús era Mesías (Mc 8, 27-30), pero interpretando después su mesianismo de una forma "anticristiana" (cf. Mc 8, 31-33). En esa línea. Marcos añadía que (a pesar de su arrepentimiento por las negaciones: Mc 14, 72), Pedro no había vuelto todavía a Galilea para iniciar así en verdad la obra del Cristo pascual, la extensión del evangelio (Mc 16,1-8). Según eso, Marcos no pudo reconocer más autoridad que la del Cristo, ni apelar al testimonio de Pedro.

Pues bien, en contra de eso (o, más bien, a diferencia de eso), Mateo ha sentido la necesidad de apoyar su lectura del evangelio y del camino de Jesús en el testimonio de Pedro, como seguiré indicando, no para ir en contra de Pablo, ni del Discípulo Amado (ni siquiera de Tomás o Santiago, ni tampoco de Marcos), sino para ratificar la raíz judía de la experiencia de Jesús, en línea ética, de un modo universal.

Desde ese fondo quiero destacar el origen y sentido petrino de la Iglesia de Mateo, entendida como interpretación universal del mesianismo judío de Jesús. Mateo quiere apoyarse, según eso, en Pedro (cf. Mt 16, 16-19), a quien entiende no sólo como autoridad interpretativa de la Ley (de la historia judía), sino también de la confesión de Jesús y la visión del cristianismo:

‒ Mt 16, 16-19 remite a la historia de Jesús en la que Pedro jugó un papel importante, como primero de los Doce. Es muy posible que el mismo Jesús le diera el nombre de Cefas/Petros, en un sentido que podría ser ambivalente (incluso irónico), evocando la inestabilidad de la piedra o guijarro del camino (petros) pero también la firmeza de la roca (por su confesión mesiánica).

‒ Este pasaje reinterpreta el despliegue de la Iglesia, en la que Cefas/Petros jugó un papel importante, como ha destacado no sólo Pablo (Gal 1, 18; 2, 7-14; 1 Cor 1, 12; 3, 22; 9, 5; 15, 5), sino Jn 21 y la primera parte de Hechos (Hch 1-15). Mateo asume de esa forma el pasado "petrino" de la iglesia, pero no como un aspecto sin más, entre otros, sino como aquel en el que pueden vincular de alguna forma todos.

‒ Mt 16, 16-19 ha de verse, finalmente, desde la perspectiva de conjunto de Mateo, obra de un escriba que sabe vincular cosas antiguas y nuevas (13, 52) desde una perspectiva judía y cristiana. Ciertamente, su evangelio tiene pasajes que son eclesialmente más significativos, como la misión final (28, 16-20) y la razón del juicio (25, 31-46). Pero esta confesión y fundamentación petrina de la Iglesia marca su identidad, no para negar otros aspectos de su mensaje, sino para integrarlos de alguna forma todos.

La Iglesia de Mateo

Ciertamente, Mateo mantiene en su texto algunas contradicciones (al menos aparentes), que se deben a la diversidad de tradiciones de su Iglesia, que se mueve entre el primer Santiago y la tradición de Pablo (apelando a Pedro como principio de interpretación de Cristo), y al hecho de que en un momento dado (hacia el 75 dC) él acepta como base el evangelio de Marcos.

Eso significa que Matero tiene necesidad de "corregir" (=resituar) a Marcos, donde Pedro aparecía silenciado (pues las mujeres pascuales no iban a su encuentro para anunciarle la resurrección: Mc 16, 1-8), como he puesto de relieve en ComMc 8,27-33. En contra de eso, Mt 28 quiere afirmar que las mujeres debieron anunciar la Pascua de Jesús a Pedro y al resto de los discípulos, y que Pedro recibió y cumplió con ellos el mandato de extender el discipulado de Jesús a todas las naciones.

En ese contexto se inscribe Mt 16, 16-19, un texto que evoca el despliegue universal de la Iglesia, partiendo de la misión de Pedro, de forma que el evangelio de Mateo puede presentarse como primer evangelio de Pedro . Ciertamente, Mateo conserva las huellas del camino de una Iglesia, que ha pasado por diversas fases, antes de asumir (en el momento final) un mensaje abierto a las naciones. Pero a juicio del evangelista, esos momentos no son contradictorios, ni excluyentes, pues han quedado asumidos por Pedro, testigo de la misión universal de Jesús (como Pablo) y garante de la ley judía (como el primer Santiago).

La iglesia de Mateo, que en principio es de origen judío (galileo y jerosolimitano), aunque asentada después en Antioquía, ha sufrido diversas tensiones y cambios, pues se han enfrentado en ella nomistas (defensores de la ley nacional judía) y antinomistas (partidarios de su abrogación). Pues bien, en un momento dado, los seguidores judíos de Jesús, que, tras la marcha de Pablo, hacia el 49 dC, se habían mantenido al interior de las sinagogas (como movimiento intra-judío), han empezado a readmitir en su comunidad a los gentiles, como había hecho ya Pablo, superando así (desde Jesús) el exclusivismo judío de algunos judeo-cristianos.

Éste fue, y sigue siendo (en las relaciones entre judíos y paganos), un proceso doloroso, y Mateo quiso interpretarlo y avalarlo fielmente, partiendo de las tradiciones de Mc y Q, pero sobre desde su experiencia de Jesús, y de su propia tradición comunitaria, reuniendo textos de diversos momentos y tendencias, para mostrar que la Iglesia ha de ser fiel a la ley y a las instituciones nacionales (es auténtico Israel), siendo, al mismo tiempo, portadora de la libertad universal del evangelio, un pueblo abierto a todas las naciones.

Ciertamente, en su base siguen estando los Doce, como expresión escatológica de la plenitud de Israel (cf. Mt 19, 28). Pero en el momento final no son ya Doce, sino Once, pues falta Judas (28, 16), lo que significa que modelo de perfección israelita (Doce) ha terminado siendo asumido y superado por un signo de universalidad humana (Once, todas las naciones). Ciertamente, entre los discípulos de Jesús había sobresalido Pedro, como sabe la tradición cristiana (con Pablo y Marcos, Lucas y Juan).

Pero, como he señalado ya, muchos pagano-cristianos miraban a Pablo como impulsor y centro del movimiento cristiano (cf. Ef 3), pues el mismo Dios le había revelado la unión definitiva de los judíos y paganos en el Cristo, apareciendo así como fundador de la Iglesia (por encima de Pedro).

Pues bien, situándose en otra perspectiva (y reaccionando quizá a la tradición de la carta a los Efesios), Mateo ha presentado a Pedro como intérprete cristiano de la ley judía (en continuidad con Israel), y le ha presentado como un tipo de "roca" o fundamento de la iglesia, es decir, como impulsor de la misión a los gentiles, no en contra, pero sí al lado de Pablo (y por encima de él, por su vinculación especial con Cristo).

Autoridad fundacional: Pedro, piedra y Roca

En el momento más solemne de su libro, al comienzo del sermón de la montaña, Mateo había recogido la palabra de los judeo-cristianos que proclamaban, en nombre de Jesús: "No he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a cumplirla" (Mt 5, 17-18). Pero el tema en discusión no era la Ley en sí, sino la forma de entenderla, esto es, de interpretar su cumplimiento, de manera que algunos pensaban que la iglesia debería permanecer cerrada por Ley a los gentiles, hasta que llegara el fin del tiempo. En contra de eso, otros pensaban que la misma Ley, recreada por Jesús, exigía la apertura de Israel a todas las naciones. Por eso, en la línea del buen escriba de 13, 52, Mateo ha introducido, tras la confesión de Pedro (Mt 16, 16, cf. Mc 8, 26-29) y antes de su negación (16, 21-27; cf. Mc 8, 30-33), unas palabras de promesa y fundamentación eclesial de Jesús dirigidas a Pedro:

Bienaventurado tú, Simón, hijo de Juan, porque no te lo ha revelado carne y sangre, sino mi Padre en los cielos. Y yo te digo: tú eres Pedro (Petros), y sobre esta Roca (Petra) edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no podrán vencerla. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos: y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos (Mt 16, 17-19).

Éstas palabras recogen elementos de la historia fundante de Simón, que, siendo un guijarro débil (Petros, piedra), ha venido a convertirse en roca y fundamento de la Iglesia (Petra), por impulso del mismo Jesús (y no por revelación posterior, como acontece en Pablo), aunque tal como aparece en el texto de Mateo, esta palabra de Jesús a Simón, llamándole Petros (piedra), pero haciéndole por su fe Petra (roca de cimiento) de la Iglesia, recoge una experiencia posterior, que sólo ha podido proclamarse como declaración institucional tras la muerte de Pedro.

Mt 16, 17-19 no dice aquello que Simón hará en un futuro aún no cumplido como Pedro (Petros/Piedra vacilante) de la iglesia, sino aquello que ha hecho ya como Petra/Roca, antes del año 85 dC: Él ha proclamado a Jesús como mesías de Dios, y de esa forma ha fundado y promovido el camino universal de la iglesia, de manera que el mismo Jesús ha ratificado su gesto llamándole Roca (Petra/fundamento) de esa iglesia, que no podrá ser destruida por las puertas (poderes) del Hades (infierno).

Mateo presenta así a Pedro como rabino mesiánico, intérprete del Reino, no porque haya sabido descifrar mejor textos antiguos, en línea académica o legal (como los escribas que han empezado a fijar la nueva identidad nacional, tras el 70 dC), sino porque ha proclamado la novedad de Jesús como Cristo, Hijo de Dios vivo, y ha dado testimonio de ella, abriendo así las puertas de la iglesia a judíos y gentiles, en un proceso en el que ha sido muy importante el influjo de Pablo, a quien sus herederos presentan también en Ef 3 como fundador de la misma Iglesia, pero en el que la palabra fundamental la ha tenido Pedro .

La comunidad de Mateo se siente fundada sobre Pedro, como indica la confesión pascual y eclesial de Jesús al que llama Cristo, Hijo de Dios vivo, y la respuesta de Jesús que ratifica la interpretación de Pedro, a quien presenta como portador y signo de salvación definitiva (victoria contra el Hades), esto es, como representante del verdadero judaísmo, en apertura a todas las naciones (en una línea que ha de ser asumida por todos los discípulos, conforme a la visión final de Mt 28, 16-20).

Jesús afirma así que su Iglesia (mou th.n evkklhsi,an: 16, 18) se alza y sostiene sobre la confesión de Pedro, matizando y completando de algún modo la visión de Efesios (y de Colosenses) donde Pablo aparecía como fundador de la Iglesia, por haber sido iniciador de la misión a los gentiles. En esa línea, sin negar la posible aportación de otras posturas (y en especial la de Pablo, cuya misión no rechaza, sino que incluye en la confesión petrina), partiendo de la tradición judeo-cristiana, Mateo ha relacionado al Pedro vacilante de la historia de Jesús (Petros, guijarro que rueda y niega) con la Roca firme (Petra) de una iglesia que se funda en Israel (cf. 5, 17-20; 10, 5-6), según la confesión del mismo Pedro, pero que ha de abrirse a todas las naciones (28, 16-20).

Un evangelio bajo el patrocinio de Pedro

Mateo sabe que esa iglesia estuvo en riesgo de destruirse en la disputa entre judaizantes (=nomistas) y contrarios al judaísmo. Pero el Cristo de Mateo afirma que la fe de Simón que, en sí mismo es un Petros/Piedra vacilante, ha venido a presentarse como Roca/Petra de cimiento de la comunidad, pues él ha realizado la buena opción, trazando así la recta travesía de la fe mesiánica, que el mismo Cristo ha confirmado diciendo "te daré (=te he dado) la llaves del reino, de manera que lo que atares/desatares en la tierra (historia) quedará atado/desatado en el cielo (=Dios)" .

El tema se ilumina a partir de Hech 15 y Gal 2. Ciertamente, Pablo había compartido la visión fundamental de Pedro (y de Santiago), en el comienzo de la Iglesia, en Jerusalén, como él mismo confiesa en Gal 1, 18-19. Pero luego se enfrentó con Pedro, distanciándose de él, por juzgar que había cedido ante los "judaizantes", negándose a comer con los pagano/cristianos (no circuncidados) poniendo así en riesgo la libertad del evangelio (Gal 2, 11-14).

Pues bien, tras un proceso de creatividad eclesial, sin negar la aportación de Pablo, Mateo asume como propio y ratifica en nombre de Jesús el camino y función de Pedro, como intérprete de la pascua cristiana y de la identidad de la Iglesia, pues él ha entendido e interpretado bien la Ley, confesando a Jesús como Cristo y construyendo sobre esa confesión la vida y futuro (unidad y misión) de una iglesia que quiere seguir en el judaísmo, siendo de hecho universal (en una línea en la que al fin acepta la propuesta de Pablo, pero de forma integradora, recreando el judaísmo desde la pascua de Jesús y su opción por los excluidos).

De esa forma, Mateo ha colocado su evangelio bajo el patrocinio del más significativo de los discípulos de Jesús. Ciertamente, el supone que la aportación de Pablo ha sido muy valiosa, y así puede aceptarla, pero lo hace en otra perspectiva pues, a su juicio, ha sido Pedro el que ha recorrido la travesía total de una iglesia que lleva desde el judaísmo (sin negarlo), por el discipulado histórico de Jesús, a la misión universal, y de esa forma él puede aparecer como signo de apertura y de de unidad para todos, incluso para Pablo.

Mateo afirma así que el mismo Pedro (siendo en sí Piedra movediza) ha venido a convertirse pos su confesión de en Roca siendo iniciador (intérprete) del evangelio de Dios para todos los pueblos (28, 16-20). Es evidente que Mateo no «inventa» esa función universalizadora de Pedro, sino que la asume, interpreta y ratifica al servicio de la iglesia, superando el enfrentamiento con Pablo (cf. Gal 2, 11-14), que le ha seguido valorando (cf. 1 Cor 1, 12; 3, 22; 9, 5; 15, 5), y la posible frustración que parece estar en el fondo de Mc 16, 7-8) .

Para mantener la unidad

En un momento dado, algunas comunidades habían corrido (estaban corriendo) el riesgo de romper la unidad de la Gran Iglesia y de escindirse, creando grupos menores, separados, por su forma de entender la ley judía: pues bien, la memoria de Pedro ha logrado que muchas de ellas (quizá no todas) ratifiquen de hecho la misión a los gentiles, manteniendo la unidad cristiana, y así lo ha mostrado no sólo el texto aislado de Mt 16, 17-19, sino todo este evangelio de Mateo, impulsor y testigo máximo de la unidad eclesial garantizada por Pedro.

Bastantes lectores y oyentes de Mateo parecen haber provenido de una iglesia judeo-cristiana cercana a la del primer Santiago a quien habían tomado en un tiempo como intérprete supremo del mensaje y de la obra de Jesús (como hará en otra línea Ev.Tom 12), pero, en un momento dado, en torno a la guerra del 70, habían emigrado posiblemente de Jerusalén a la Alta Galilea y de allí a Antioquía, donde se unieron a la comunidad judeo-cristiana que había sido dirigida al principio por Pablo (¡hasta el "concilio" de Jerusalén: 49 dC), y animada después por Pedro, tras la marcha de Pablo.

Pues bien, a lo largo de ese recorrido, sin negar su historia anterior, esos cristianos vieron que la iglesia no se puede fundar exclusivamente en una ley nacional judía (Santiago), ni en una experiencia pascual como la que algunos atribuyen a Pablo, sino en un hombre como Pedro, que había conocido a Jesús y que supo vincular después las diversas tendencias eclesiales.

Las palabras centrales que el Jesús pascual dirige a Pedro (¡bienaventurado Simón?, tú eres Piedra y sobre esta Roca fundaré mi iglesia?; te dará las llaves?!) expresan una «decisión histórica» de la iglesia de Mateo que, sin rechazar a Santiago y a Pablo, toma a Pedro como intérprete autorizado de Jesús y como garante de la apertura misionera a los gentiles:

‒ Fundaré mi Iglesia. Ésta es la iglesia de Jesús, que seguirá siendo judía, una gran sinagoga mesiánica que se abre de un modo universal, una Iglesia interpretada bien por Pedro, que aparece así como «exegeta cristiano» de la Ley israelita. Simón es, por un lado Pedro/Piedra vacilante (como un canto rodado), pero, al mismo tiempo, su fe le hace Roca de cimiento de la Iglesia, y así puede relacionarse con las otras columnas (Santiago y Juan: Gal 2, 9) de la primera comunidad de Jerusalén, concebida como edificio de tres bases, y con el "cimiento" de los apóstoles y profetas de los que hablaba de un modo solemne Ef 3, 20.

‒ Te daré las llaves? También los escribas y fariseos de los años ochenta querían abrir/cerrar su judaísmo nacional, tras la caída del templo (Mt 23, 13-14). Pues bien la Iglesia de Mateo apela a las llaves de Pedro, y al hacerlo no se enfrenta sólo con los «judíos de fuera», sino también (y sobre todo) con escribas y fariseos cristianos que han querido tomar las llaves de Jesús, para definir su Reino y así excluir a muchos (paganos, impuros, pecadores). En ese sentido, la opción de Mateo por Pedro no puede entenderse sólo en línea de apertura universal (de relación con otras iglesias), sino también (y quizá sobre todo) en línea de unificación interior, en contra de aquellos "rabinos" cristianos que querían cerrar su iglesia de un modo nacional y legalista.

Mt 16, 17-19 supone y afirma que Pedro ha interpretado bien la Ley, desde la perspectiva de Jesús, como rabino de una Iglesia que toma conciencia de su identidad, en torno y a partir de Pedro (más que a partir de Pablo, como hace Efesios). Ciertamente, Mateo 16, 18 sabe que sólo hay una iglesia, que Jesús ha fundado sobre Pedro, desde Antioquía, pero reconociendo por otro lado, como buen judío, que esa única iglesia se expresa en las diversas comunidades que tienen el poder de atar y desatar, es decir, de organizarse (cf. Mt 18, 15-20).

En una línea convergente, Efesios sabe que sólo hay un bautismo (cf. 4, 6), vinculado a la única Iglesia que Pablo ha extendido por el mundo, sobre la base de los apóstoles y profetas (entre los que se encuentra Pedro). Ambos, Efesios y Mateo, tienen conciencia de la unidad de la Iglesia, y la expresan de formas distintas, aunque no opuestas, como ha visto la tradición posterior (finales del II), que ha incluido en su canon, Efesios y Mateo, y en su origen Pedro y Pablo.

(Tomado en parte de mi Comentario de Mateo. De Jesús a la Iglesia, Verbo Divino, Estalla 2017. Editado ya, aparecerá en el mercado en septiembre)

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