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Se llama capitalismo
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Se llama capitalismo

Actualizado 18/02/2017
Rafael Muñoz

Se llama capitalismo | Imagen 1

neoliberalismo. Utopía socioeconómica antihumanista que predice que si el Estado se limita únicamente a regular el tráfico, los tiburones se volverán vegetarianos y los gorriones pesarán cien kilos. Todos los experimentos realizados hasta la fecha han dado como resultado la proliferación de tiburones con más dientes, y la aparición de gorriones transparentes y sin plumas.

Entrada del Diccionario para entender a los humanos, perpetrada por Perroantonio junto con el resto de definiciones bajo el título genérico de Te voy a hacer una autocrítica.

Ha sido una de esas semanas que a más de uno nos gustan. Donde se han cruzado textos, podcast y conversaciones muy estimulantes.

En una de estas últimas me han regalado el bizarro diccionario que cito más arriba, en cuyas definiciones cargadas de cáustico humor anida la sonrisa del pesimismo (constructivo) que uno también práctica.

Sirva esta entradilla para iniciar el comentario de estos vínculos con el audio conversacional que aquí les traigo. Lo construyen el historiador Josep Fontana, por el que guardo un gran respeto intelectual, y el catedrático de Economía en la Universidad de Barcelona y presidente del Círculo de Economía, Antón Costas.

No sé si fruto del formato de montaje escogido por la cadena de radio (ráfagas de las intervenciones de los contertulios aderezadas con algunos cortes de noticias sobre el tema, junto a la música para engarzar los asuntos que se tocaban), pero a un servidor el resultado le ha parecido, como poco, un tanto templado y condescendiente, poco resolutivo para la que está cayendo, conociendo las líneas de trabajo de insigne profesor catalán.

Recuerdo ahora, porque me lo pareció entonces y también en este momento, su análisis certero y brillante en algunos párrafos de la introducción de su obra Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, (2011). Enorme trabajo de historiografía que parece tener continuación en el título que acaba de publicar. La obra quiere ser, en palabras del autor, una reflexión documentada [con idea de] proporcionar elementos de discusión que nos ayuden a entender las causas que nos han llevado a la situación actual.

Ya al adentrarme en su vastas reflexiones, me pareció más que certero su razonamiento sobre que el período que va de 1945 a 1979 había sido en los Estados Unidos, y en el conjunto de los países avanzados, una etapa de reparto más equitativo de los ingresos, en que el aumento del salario real en paralelo con el de la productividad permitió mejorar la suerte de la mayoría.

Esta tendencia se invirtió en los años setenta, cuando se inició otra nueva y larga fase en que volvió a crecer la desigualdad en el reparto de los ingresos, como consecuencia de un proyecto clasista por el que, enmascarando sus objetivos con la retórica sobre la libertad del mercado y las ventajas de la privatización, 'se legitimaron toda una serie de medidas destinadas a restaurar y consolidar el poder de clase del capitalismo'. Se llama capitalismo | Imagen 2

En esas estamos, de forma más aguda y cruenta, en estos momentos, ¿no les parece? Pero hay una pregunta que seguramente nos sobrevuela: ¿cuál es la razón para que en ese periodo de 30 años el capital permitiera esa distribución tendente a una mayor equidad?

El profesor Fontana lo expone algunas páginas más adelante: El miedo al cambio social fue desde el principio la base de la solidaridad de 'Occidente'.

Dicho de forma más concreta, las reformas, tanto sociales como económicas, llevadas a cabo en las décadas de los 60 y 70 se debieron fundamentalmente al miedo que provocaba la posible reacción del enemigo ideológico en el entorno de muchos países europeos.

Fue después de la crisis económica vivida en los 70 y el desvanecimiento de la amenaza socialista, sustanciada metafóricamente en la caída del muro, cuando se produjo un cambio en las políticas económicas, aumentado la desigualdad social y una desaceleración de las conquistas sociales.

Hoy, se extiende la convicción cuando no la certeza de que los sistemas políticos que conocemos como democráticos no facilitan los necesarios cambios sociales. La nueva e interesadamente definida por algunos como crisis económica, que se ve impotente para controlar a los llamados mercados financieros, que solo permiten la especulación como elemento de creación de riqueza, se ve imposibilitada para desarrollar una, digamos suavemente, autocorrección en el sistema.

Con todo esto, el panorama que vislumbramos no es desde luego optimista, cuando vemos que la mayoría de la población mundial observa impotente el alejamiento de posibles salidas donde se baraje una cierta equidad en el reparto. Cumplidos más de setenta años de la finalización de la segunda Guerra Mundial la brecha entre ricos y pobres cada vez es más abismal.

Si algo hay que agradecer vivamente a Fontana es que su obra nos permite un análisis de largo aliento que se enfrenta a los cortoplacistas a los que se nos tiene tan acostumbrados.

Pero, mientras tanto, seguimos soportando, no sé si con cierta perplejidad o impavidez, dolorosos y duros ejemplos, como el que nos pone delante de los ojos, por citar el último, el Informe OXFAM Intermón Una economía para el 99%.

Los datos que aporta Oxfam son devastadores. Tan sólo 8 personas poseen ya la misma riqueza que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad. La concentración de riqueza sigue su terrible curso sin detenerse. El crecimiento económico, del que tanto se vanaglorian, sólo está beneficiando a los que más tienen.

Ante esta intolerable situación que parecemos consentir mirando para otro lado, no se me ocurre mejor apertura para nuestro magín que finalizar este artículo con la inmersión en la "lectura" que el realizador inglés Peter Watkins llevó a cabo en el 2001 sobre los sucesos acaecidos en el París de 1871.

Su recomendable cinta La Comuna (París, 1871) relata, en clave de falso documental y mediante entrevistas in situ a los protagonistas, aquel levantamiento que buscaba justicia luchando contra el engaño y manipulación permanente como única respuesta, entonces y ahora.

El director, que consigue combinar con acierto los datos históricos con la teatralidad directa e impactante que supone escuchar al pueblo sobre los motivos de aquellas acciones, nos acercan sin tibiezas pero con razones, al sentido de aquella insurrección a favor de la vida.

Volver sobre esos hechos quizá nos descubra que en el fondo no hemos ido tan lejos, aunque la mirada que ofrece el film y la poética de Juarroz quizá nos descubran que entre la zona de las preguntas y la zona de las respuestas, hay un territorio donde acecha un extraño brote.

Imágenes: fotograma del film La Commune (Paris, 1871) y pancartas del 15M.

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Rafael Muñoz

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