"Hay que trabajar por una sociedad del aprendizaje y crear un capital social necesario para salir de la selva, que está siempre a la vuelta de la esquina"
Los niños que íbamos al colegio Juan Jaén aprendimos la tabla de multiplicar por la vía rápida. La vara de don Feliciano hacía estragos y a ningún compañero se le ocurría descuidar esta disciplina matemática. De aquella promoción nadie aprendió a contar con los dedos.
Lejos de aprobar el método del varazo limpio, que a más de uno le hacía llorar, una vara simbólica era necesaria hoy en tantos campos de la vida por la incompetencia reinante y cosas peores. Pero es la enseñanza la materia elegida en este artículo, un mundo que no progresa adecuadamente por diversos motivos sociales y una irresponsabilidad patente de las autoridades docentes, que incluso desde las altas esferas utiliza medios políticos e ideológicos para impulsar el modelo educativo, fuera de lugar. ¡Qué falta de esa varita simbólica para poner a cada uno en su sitio y reprochar tanto despropósito!
Justo es reconocer que la permisividad, falta de preparación a veces de los educadores y el escaso respeto a los mismos, no son los mejores aliados para un nivel de enseñanza en cotas más deseables. Dentro de un sistema ideal, al que nuestros responsables en Educación deberían acercarse, habría que intentar mejorar la calidad docente controlando y evaluando al profesorado, como se hace con los alumnos, elevando el grado de disciplina y exigiendo un nivel más alto en asignaturas que transmiten un mayor registro cultural.
Ahora se discute también la obligatoriedad de los deberes en casa, una tarea indispensable para acompañar el aprendizaje durante un tiempo razonable que tampoco agobie a los niños y a los propios padres. Y el papel de éstos no puede ser más trascendente, no sólo en la educación de sus hijos sino en el respeto al maestro, a menudo infravalorado.
Necesitamos mejorar la escuela para aumentar la formación en las primeras edades y preparar a los chicos con vistas a la Universidad. Y como dice el egregio José Antonio Marina, hay que trabajar por una sociedad del aprendizaje y crear un capital social necesario para salir de la selva, que está siempre a la vuelta de la esquina.
Amador Vicente