Así comienza el opúsculo de Simone Weil, titulado "Notas sobre la supresión general de los partidos políticos", redactado entre 1942 y 1943, muy poco tiempo antes de morir en Londres, colaborando en la resistencia contra la Francia ocupada. Lúcida y radical, como siempre, más allá de la utopía y en la exigencia intransigente del amor al bien.
http://www.ddooss.org/articulos/textos/Simone_Weil.htm
Dura crítica a los partidos políticos, en general y sin excepción, por el daño moral que hacen a la sociedad, la mentira en la que envuelven una y otra vez sus ansias de poder y corrupción. Es este un apunte lúcido y despiadado contra el insulto que sus luchas suponen a la inteligencia de las personas, y el grave atentado al espíritu de verdad y justicia, lo único que, según la autora, debería alentar la participación en la vida pública (política). Desenmascaramiento feroz de la democracia y sus idolatrías.
Tres rasgos esenciales caracterizan a los partidos, que los hacen malos en sí y le sirven de hilo conductor en su crítica.
Primero, un partido es una máquina de fabricar pasión colectiva: "La lucha los exaspera. Se entrechocan con un ruido verdaderamente infernal que hace imposible que se oiga, ni por un segundo, la voz de la justicia y la verdad, casi siempre imperceptible" (¿Se le llama a esto debate interno?) La pasión conduce inevitablemente al oscurecimiento de la inteligencia en vistas al bien. Confusión y turbulencia que conllevan la pérdida de la verdadera fuerza de voluntad hacia la virtud, pues la voluntad débil, confusa, e incluso malherida en el desgaste de la vida cotidiana, se ve constantemente manipulada por la ideología.
Segundo , el partido se organiza de modo que ejerza presión y dictado sobre el pensamiento de cada uno de sus miembros. (¿Algo así quiere decir la disciplina de partido?) Se detiene la autora analizando como el acercamiento individual a un partido procede seguramente de un cierto interés por el bien público en alguna cuestión precisa en la que el afiliado - militante encuentra posturas correctas, "pero jamás ha estudiado la posición del partido respecto a todos los problemas de la vida pública"; al entrar en el partido acepta por tanto posiciones que ignora, a las cuales adhiere en cuanto somete sin examen su criterio a la autoridad del partido. Es más, hace alarde del dócil sometimiento de su espíritu cuando expresa en público sus ideas, confesándose fiel creyente de algún "ismo" : en tanto que socialista, monárquico, o surrealista, tengo que decir... Todos los "ismos" son iguales, incluidos los de diferentes iglesias, sectas, o movimientos culturales. Siguiendo al maestro Kant, en este punto S. W. subraya : "no hay nada más cómodo que no pensar". Dogmatismo doctrinario, religioso o laico, propaganda electoral, publicidad de opiáceos, es todo uno para esta revolucionaria implacable, que apela a la atención como capacidad última de discernimiento. Más esa atención no se cultiva ni se enseña, porque ocurre que ya desde la escuela se le dan al niño frases famosas completamente descontextualizadas y se le induce a posicionarse a favor o en contra, cuando lo adecuado sería invitarle a examinar detenidamente pruebas y argumentos.
Tercero, la primera y última finalidad de cualquier partido político es su propio crecimiento sin límite. En consecuencia señala, "todo partido político es totalitario en germen y en aspiración". La gente cuando piensa en los partidos se interesa por su crecimiento, sus límites: más o menos miembros, más o menos votos, más o menos dinero, (¿También más o menos cantidad de corrupción?) pero nunca se pregunta por su acercamiento a la justicia , a la verdad, a las soluciones reales para las cuestiones que atañen a la verdadera promoción y dignidad de los seres humanos. El crecimiento del partido es el único criterio de bien, "como si el partido fuera un animal al que hay que engordar, y como si el universo hubiera sido creado para hacerlo engordar"
Pero lo más grave de todo esto es que , en definitiva, "casi en todas partes, la operación de tomar partido, de tomar posición a favor o en contra, ha sustituido a la obligación de pensar. Se trata de una lepra que se ha originado a partir de los medios políticos y se ha extendido a la totalidad del pensamiento"
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