Me han obligado a perder la noción de las ideas y de las cosas, y vivo sin vivir en mí.
Me siento decepcionado, yo que me he empeñado, toda la vida, en explicar a los muchachos y adultos, que hay que aplicar siempre la palabra adecuada y ajustada al concepto en todo tipo de lenguaje; yo que les he enseñado a coordinar el sujeto, el verbo y sus complementos, para que la idea y el pensamiento llegue claro y conciso, sin ningún tipo de ambigüedad, al oyente; y, en estos tiempos,, me vienen los políticos de turno, y me echan toda la obra a la basura. ¿Qué dirán de mí los alumnos, esos muchachos con los que he mantenido muy buena química toda la vida?
Ahora resulta que lo que antes era alto, no es alto; que lo que antes era bajo, no es bajo. Hoy toda la comunicación se ha convertido en eufemística. Si no es así, que me descifre un entendido, ¿cómo es posible que, si yo pago una deuda, por ejemplo una caja de fresas, endeudo aún más la economía doméstica? ¿Cómo es posible que, si este país de María Santísima paga a sus acreedores, o sea, paga lo que debe, se endeude más y más, hasta pasar la raya de lo que la linde permite? Se lo he consultado a los que entienden de esto de la economía, y lo conciben a medias, e intentan suponer que es posible que se pretenda pagar la deuda, no con dinero propio, sino con dinero ajeno, y, en este caso, hay que devolver el préstamo más los intereses; y, esta acción puede justificar que la deuda aumente; pero ellos que entienden, presumen que pueden darse otras martingalas, que no salen a la luz o salen revestidas de eufemismos aún más camaleónicos.
Después de escuchar esto, me he quedado como estaba: decepcionado.
Y me llega por la radio que es "improcedente e innecesario que se abran los comedores escolares en verano"; o sea, que son improcedentes e innecesarias las obras de misericordia, como aquella que dice "dar de comer al hambriento". Y, ante esta decisión materialista, los curas no salen en manifestación, se callan y no los amenazan con la excomunión mayor por mofarse de la palabra de Dios. Y es que esta comunidad nuestra no quiere reconocer, oficialmente, que hay niños y personas mayores que pasan hambre, porque aceptar esta realidad empaña su imagen, y el político prioriza, cultiva y vende bien las apariencias, porque son las que le mantienen en el poder. Y no se percatan de que, a la corta o a la larga, las apariencias terminan por no engañar.
Y después de escuchar y ver estas cosas, me he quedado como estaba: decepcionado.
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