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La Inmaculada de Vaccaro
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La Inmaculada de Vaccaro

Actualizado 08/12/2015
Montserrat González

La iconografía de la Inmaculada Concepción, singular prerrogativa de María, se hace eco de una simbología muy compleja que según la teología católica, reconoce a la Virgen concebida sin pecado original. En el mito cristiano es, pues, el símbolo del mundo inocente y bueno, el mundo de la madre mítica que a menudo aparece representada sobre la esfera terrestre, destruyendo con su pie a la serpiente, fecundadora del mal.

[Img #298670]La imagen más común de la Inmaculada queda fijada en el siglo XV tomando como base un texto del Apocalipsis que describe la visión de la Mujer (Apoc. 12, 1): "Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestido del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza". Aunque sería el pintor y tratadista Francisco Pacheco quién en su Arte de la Pintura, publicado en 1649 sentaría las bases para su representación. Desde entonces, la Inmaculada Concepción ha sido uno de los motivos iconográficos más reproducidos a lo largo de la historia del Arte, registrando algunas obras maravillosas como la pequeña talla de Alonso Cano en la sacristía de la catedral de Granada, o la rica serie de "Inmaculadas" de Murillo, cuya dulzura, han intentado reflejar muchos de sus imitadores sin éxito alguno.

La ciudad de Salamanca no se escapa a la fascinación que suscitó siempre este tema entre los artistas plásticos, encontrándonos con alguna de las más bellas interpretaciones de esta iconografía. Me refiero, claro está, a la deslumbrante Inmaculada de Ribera que preside el retablo de la Iglesia de la Purísima. Otros ejemplos aparecen diseminados entre las parroquias de la ciudad, la propia Catedral Nueva o reposan en la paz de los conventos de clausura. De todas las Inmaculadas posibles, recupero la que realizó el artista napolitano Andrea Vaccaro (1604-1670) silenciada en las salas del Museo Provincial de Salamanca, ubicado en la antigua Casa de los Álvarez Abarca o de los Doctores de la Reina.

Las fuentes antiguas atribuyen la formación de Andrea Vaccaro a su estancia en el taller del napolitano Girolamo Imparato. Su educación manierista poco a poco se va suavizando con el uso de figuras mesuradas de colorido claro. El viaje a Roma le aporta el conocimiento de la tradición emiliano-romana de Guido Reni. Y así, un clasicismo agradable y comercial se adueña de su pintura. La mayoría de su producción se debió a encargos eclesiásticos. Sus imágenes de santos van ganando en equilibrio, rigor y severidad, a la vez que gozaban de cierto éxito en su tiempo.

La Inmaculada que se conserva en Salamanca es reflejo fiel de sus postulados pictóricos. El lienzo llama la atención por sus considerables dimensiones, resaltadas aún más por el formidable marco y una leyenda que proclama: "Tota Pvlchra", en clara referencia a la alabanza del Espíritu Santo: Tota pulchra es Amica mea. La imagen de la Virgen reposa sobre una peana de nubes donde puede leerse claramente la firma en anagrama del artista: A y V entrelazadas. María viste las tonalidades típicas concepcionistas: blanca túnica y manto azul de ampulosos pliegues. Sus cabellos dorados resplandecen bajo diadema de estrellas, su rostro de aspecto ensoñador se dirige hacia las alturas, dócil a la voz de Dios. Sus manos se cruzan sobre el pecho dulcemente. Aparece rodeada de angelitos que rellenan prácticamente toda la escena. En alguno de ellos el eco de Ribera es evidente. Completa la imagen los símbolos mencionados en las letanías laurentanas: luna, torre, espejo, rosas blancas, lirio, etc. ocultos entre el cortejo de ángeles.

Otras creaciones de este artista fueron adquiridas por don Gaspar de Bracamonte y Guzmán, virrey de Nápoles entre 1568 y 1661, para el Carmelo de Peñaranda, pero desconocemos las circunstancias que rodean la adquisición o encargo de este lienzo. Emilia Montaner, en su estudio sobre la pintura barroca salmantina, acredita que este cuadro procede del Colegio de Oviedo y ya se citaba en el Catálogo del Museo de 1861.

El concepto de Inmaculada Concepción fue defendido por franciscanos y jesuitas y apoyado por la monarquía española, que consiguió ciertos privilegios (entre ellos, por ejemplo, la utilización del azul en el día de la festividad de la Inmaculada). La Universidad de Salamanca también lo apoyó exigiendo el juramente de defensa del dogma a sus profesores, tal y como lo atestigua el cuadro de Francisco Cacciániga que preside el retablo de la capilla universitaria. El papa Pío XI lo declara dogma de fe en el año 1854.

El 9 de diciembre celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción (trasladada del 8 de diciembre). Para entonces, contemos a nuestros hijos, sobrinos, nietos, amigos, etc. el porqué de esta festividad mientras buscamos las "Inmaculadas" que esconde nuestra bella ciudad.

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