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José Luis Puerto habita 'La Casa del Alma'
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PUBLICACIÓN DE SU ÚLTIMO LIBRO

José Luis Puerto habita 'La Casa del Alma'

Actualizado 05/12/2015
Charo Alonso

Volumen de prosas que son tiempo detenido, cereal que asoma por los surcos de los renglones que nos permiten descubrir, una vez más, al profesor, poeta, al hombre sabio

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Hay algo desnudo y castellano no solo en la prosa poética, meditativa, cuasi aforística de La casa del alma, el último libro del poeta, profesor, etnógrafo y editor José Luis Puerto. Y es que el diseño de este libro hermoso tiene esa sobriedad que otorgamos a los poetas de esta tierra que ama y admira el escritor de caminos que guarda el alma en las estancias, en las páginas de un libro verde publicado en León magníficamente por la editorial EOLAS. Un volumen de prosas que son tiempo detenido, cereal que asoma por los surcos de los renglones que nos permiten, una vez más, desde aquel primer libro El tiempo que nos teje, de 1982, acercarnos al profesor, al poeta, al hombre sabio que nos recuerda el pasado y, a la vez, desde las páginas de Salamancartv al Día, nos acerca a la dolorosa cotidianeidad que es la de todos.

-En un mundo regido por la prisa y esta velocidad que marcan las redes sociales ¿Hay tiempo para la meditación, la remembranza?

-La escritura siempre requiere de un tiempo sosegado, es enemiga de toda precipitación. Solo surge cuando nos reconciliamos con nosotros mismos, para lanzar el caldero al fondo del pozo, a través de la roldana de la memoria, y extraer así el fluido más valioso de lo que hemos vivido. La prisa y el vértigo en los que nos hacen vivir nos distraen. Y percibo que las redes sociales es la herramienta más eficaz que se ha creado para tenernos distraídos. La escritura, la literatura, es un antídoto frente a tal distracción. Requiere receptores atentos. Porque es palabra de la atención.

-Este tiempo demorado de tus escritos... ¿Es el de toda una generación de poetas? ¿Es propio de los autores castellano leoneses? Estoy pensando en el tratamiento cercano del paisaje de Fray Luis de León ¿Qué hay de religioso en esta evocación del paisaje preñado no solo de memoria, sino de literatura?

-Mi escritura parte siempre de una poética de la memoria y también de la contemplación. El escritor ha de mirar siempre hacia aquello que pasa desapercibido, hacia aquello que escapa a la mirada de casi todos, para mostrarlo, para hacerlo visible. Y ello requiere, efectivamente, de ese tiempo demorado, de esa atención paciente, hacia el paisaje, hacia la vida, hacia los otros. Sí, tal actitud está impregnada de espiritualidad y también de piedad. María Zambrano definía la piedad como el trato adecuado con lo otro; y esa es una actitud que conviene al escritor.

Y de ahí surge una palabra vibrante, que es la de Fray Luis de León y la de otros escritores de la Meseta, como, por ejemplo, Claudio Rodríguez o Antonio Colinas. En esa tradición está mi escritura, de esa tradición siento que formo parte.

-¿Hay un nuevo género que combina la escritura poética con la prosa, la narración del recuerdo?

-Estas prosas de La casa del alma participan de lo poético, pero también de lo meditativo y de lo reflexivo; a veces, de lo aforístico incluso; hay, al tiempo, relatos embrionarios. Y, más que pertenecer a un género concreto, se trata de una escritura que trata de aunar diversos géneros (lo poético, lo narrativo, lo ensayístico) e incluso situarse más allá de los géneros, en busca de que nada quede encorsetado, de una libertad en la que el lector pueda respirar en lo abierto.

-Eres un articulista fiel y sometido a una realidad que duele ¿Cómo compaginarlo con esa visión constante del recuerdo, del pasado?

-Abordar el articulismo de opinión implica comprometerse con la actualidad, no desentenderse de ella, advertir la herida abierta en todo lo que nos toca vivir; pero advertir también l

o maravilloso que en tal realidad se produce. Porque en todo lo humano, sea individual o social, conviven siempre lo que yo llamaría la gracia y la herida. La actualidad tiene muchas aristas y, si escribimos sobre ella, no podemos desentendernos de lo que ocurre ni podemos mirar hacia otra parte. Pero, también, la poética de la memoria de la que participa mi escritura (esa rememoración a la que aludes) se nutre de la realidad, de lo vivido, no se desentiende de ello. Ya que la literatura, para ser verdadera, ha de beber en la vida y ha de trascenderla.

-En tiempos en los que la literatura se presta a la facilidad, al éxito inmediato ¿Qué recuerdos tienes de tu experiencia junto a Rafael Alberti, poeta de larguísimo recorrido?

A principios de los años noventa, fui secretario, en los cursos de verano de la Universidad Complutense, realizados en El Escorial, de Rafael Alberti, que los co-dirigía junto con Mario Benedetti. Por tales cursos de poesía, pasaron los grandes poetas vivos de la segunda mitad del siglo XX, tanto españoles como hispano-americanos, como, por ejemplo, los americanos Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Eliseo Diego, Idea Vilariño, Claribel Alegría, Antonio Cisneros, o los españoles Carlos Sahagún, Ángel Crespo, José Agustín Goytisolo José Manuel Caballero Bonald, o Antonio Gamoneda..., entre otros. Ello fue para mí, al tiempo que una experiencia inolvidable, un privilegio absoluto, ya que me permitió escuchar, conocer, charlar y tratar con algunos de los mejores poetas contemporáneos en castellano, verdaderos maestros todos ellos, cada uno a su modo.

-Entre tus numerosos libros hay uno que entra y sale de mi biblioteca, tu magnífico volumen sobre la Sierra de Francia, porque todo el mundo lo quiere ¿Qué supone para ti escribir sobre La Alberca, convertirte en su más famoso embajador?

-La Alberca es un pueblo muy especial y, en cierto modo, privilegiado. Miguel Torga, en una de las páginas de su hermoso diario, correspondiente a un día de otoño de 1976 en que la visitó, hacía un enorme elogio de ella, considerándola casi emblema de lo español. Mi nacimiento en ella y mis vivencias de la niñez han ido configurando un espacio mental, psíquico y afectivo, un espacio literario en definitiva, al que le doy el nombre de Alfranca, que es la metamorfosis literaria de La Alberca.

Hago por La Alberca todo lo que puedo, todo lo que me piden, en el terreno de la cultura. Y ese es, sin que nunca me lo hubiera imaginado, otro de mis destinos vitales.

-¿Qué tiene esta tierra diferente que es la Sierra? Y te lo pregunta una charra del campo de Alba que solo ve campos de trigo...

-Salamanca es un mosaico de tierras y de culturas campesinas. Todas, en su diversidad, pero también en sus coincidencias, tienen un gran interés. A mí me gusta mucho recorrer los pueblos salmantinos de todas las comarcas y charlar con sus gentes y realizar trabajos de campo para recoger y documentar su cultura tradicional. Y siempre me sorprende. Este verano pasado, por ejemplo, estuve en Macotera, de la mano privilegiada de Eutimio Cuesta (columnista de "salamancaldia"), y en Cantalapiedra, hurgando en sus antiguas artes populares textiles, y sentir el mudejarismo de esas tierras, también presente en el campo de Alba de Tormes, me sobrecogió.

-Las cordilleras del alba, Memoria del jardín... ¿Qué papel tiene en tu escritura el espacio natural? Eres un reconocido etnógrafo ¿Y la voz de los antepasados que sigue viva en los pueblos que no habitamos?

-La niñez, la memoria, la contemplación de la vida y del mundo, la naturaleza como espacio sagrado (pese a que sufra tantas profanaciones por parte del ser humano), los seres más frágiles, el prodigio de lo pequeño, la fas

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