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Más allá de París
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¿Dónde está tu hermano?

Más allá de París

Actualizado 25/11/2015
Juan Antonio Mateos Pérez

[Img #486796]Todos nos hemos sentido conmovidos por la oleada de atentados de París, la violencia y sus 132 muertos. En todos los lugares, al menos de Occidente, corrió la noticia con sus símbolos contra el terror, como la bandera de Francia y los lemas contra la violencia "Je suis Paris", "Pray for Paris" y otros muchos que se difundieron en las redes sociales. Es algo natural que surge del corazón ante una situación que nos conmueve, como es muerte inesperada y violenta, nos zarandea en nuestra cotidianidad y en nuestras conciencias, sobre todo si se produce cerca de nosotros, ahí mismo. La pregunta que nos hacemos ahora y que recorre muchas conciencias críticas, ¿Nos conmovemos de igual manera cuando se produce un atentado de grandes dimensiones en Nigeria, Beirut o Ankara, la tragedia de la guerra de Siria o sus refugiados? ¿Y si no es así, por qué? ¿Tiene que ver con la empatía?

Fue Aristóteles que acuñó en su ética a Nicómaco el concento de "empatía", enfocada hacia la praxis, pero supeditada a la "Polis". La empatía, como decía Husserl es la aprehensión de las vivencias ajenas, el apercibimiento del vivenciar del otro y lo que nos impulsa actuar desinteresadamente En un principio la ética griega estuvo marcada por la guerra, en las obras de Homero, el virtuoso es el héroe que bajo la mirada de los dioses representaba el ideal de valor, justicia y bondad y de forma mimética el pueblo sigue esas pautas. Pero con la llegada de la Polis y sus instituciones, la ética buscará la armonía entre todos, y ésta se consigue con el diálogo, ahora para ser virtuoso se necesita de la amistad, de la empatía y la solidaridad, como nos indica Aristóteles en su libro VIII de su ética. El gran pensador griego nos advirtió de cinco virtudes intelectuales para obrar bien: la episteme o ciencia, la téchne o el arte, phrónesis o prudencia, sophia o sabiduría, noûs o inteligencia. De todas ellas será la phrónesis la más necesaria para que el individuo reflexione consigo mismo, para realice un dialogo interior acompañado de la razón para enfrentarse a la realidad, que acepta o rechaza según unas normas dadas, es el momento en que surge la conciencia moral, el Ethos que nos pone en camino hacia la "empatía".

Esa "empatía" que se ha producido con el atentado de París, surgió del Ethos, de la conciencia moral que movilizó una oleada de solidaridad y vivencia compartida ante dolor del pueblo francés debido a la oleada salvaje del terrorismo. Pero la Phrónesis y el Ethos, parece que no se ha producido con la misma intensidad con otros atentados del DAESH, me vienen a la memoria el atentado de Ankara, de Beirut, o los 32 muertos de un ataque en un mercado de Nigerio el día 18 de noviembre realizado por Boko Haram, en esas mismas fechas del atentado en París. ¿Por qué en estos casos no vivimos con esa intensidad las vivencias con el dolor ajeno? ¿Hay también fronteras culturales, de mentalidad, de cultura, de religión? ¿Por qué no ha surgido un "Pray for Syria" o "Je suis Syria" con la misma intensidad que en París, para recordar esos violentos años de guerra civil con cientos de muertos? Las emociones sociales están muy arraigadas en el celebro como ha estudiado la neurociencia, y éstas, se pueden desplegar cuando una situación apropiada consigue despertarlas. Martha Nussbaum nos habla de la inteligencia de las emociones para una buena ética, sobre todo si están imbuidas de inteligencia y discernimiento. ¿Qué se necesita para desplegar esa misma intensidad de empatía con otras situaciones de violencia?[Img #486797]

Por un lado, quisiera traer aquí, el trabajo realizado por Edith Stein sobre la empatía, tomando en gran parte del pensamiento de su maestro, Husserl. El problema de la empatía en Edith Stein nace como un intento de explicar cómo están constituidas las realidades de mi conciencia, para Edith, más que un sentimiento que nos pone en contacto con otros, es un fenómeno cognoscitivo, se puede dar la empatía sin sentimiento. Es un apercibimiento del vivenciar del otro que interiorizas y vives la experiencia ajena como propia, pero no será un acto originario del individuo, sólo se manifiesta en él. Pero aunque no sea un acto originario, la empatía sí es una experiencia originaria y la condición necesaria para el conocimiento, ya que a través de ella yo me reconozco como otro y es por medio de los otros en los que posibilito mi propio conocimiento. La empatía es un vivenciar dentro de la vivencia del otro, que lo realizamos por una experiencia psicofísica. Este movimiento de acercamiento que reconoce la vivencia del otro, debería terminar en un sentimiento de simpatía, de sentir junto a otros su dolor o su alegría.

Con lo que para poder llegar a la empatía y a la simpatía, no sólo se necesita el sentimiento, también el conocimiento que nos acerca al alejado y lo convierte en prójimo. Se deben romper las fronteras culturales y religiosas, preguntarnos qué pasa en Siria, en Beirut, Nigeria, entender esa cultura de la violencia que atraviesa el mundo y está vinculada al poder y a las relaciones económicas, sociales y políticas, no estando éstas mediadas por la racionalidad ética, más bien por una racionalidad instrumental que busca la rentabilidad y el beneficio.

Por otro lado, el creyente occidental puede mirar desde los ojos del evangelio, desde la misericordia, Jesús quiere inaugurar una sociedad y cultura alternativas desde el amor y la paz. Me viene a la mente la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 30), en la que se plantea la pregunta no tanto de quien es mi prójimo, sino como hacerse prójimo. El samaritano que no era del pueblo de Israel, ni de la misma religión que el herido en la cuneta, es la clave para caer en la cuenta que todos tienen derecho a mi amor, mi prójimo son todos y sobre todo los más lejanos y los más necesitados. Sólo anulando las distancias puedo oír gemidos de los hombres, sólo acercándonos podemos escuchar los gritos silenciosos del herido y humillado, y así poder captar sus llamadas de amor, incluso las no expresadas con la palabra. El prójimo la mayoría de las veces no sale al camino, no está cerca y hasta puede ser antipático, pero es alguien que yo hago cercano, alguien al que me acerco rompiendo las barreras de los prejuicios y de los miedos. Quien puede amar no elige al prójimo, LO HACE PRÓJIMO, aunque tenga que ir más allá de París.

Si hablan las armas,

¿qué puede decir el poeta?

¿Qué puede decir que no grite

la flor roja de tu pecho,

mi pequeño,

nácar muriente en la noche oscura?

Locas, las madres enmudecen,

¿Qué puede decir el poeta?

¿Qué puede decir que no sea

su infinita tristeza?

José María Sánchez Sánchez, Si hablan las armas.

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