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La compasión
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La compasión

Actualizado 23/05/2015
Matilde Garzón

El término "compasión", sustantivo verbal del latín cumpassio, traduce al griego (sympathia), palabra compuesta de = , y significa literalmente «sufrir juntos»; es el sentimiento por el cual una persona se siente identificado con el sufrimiento de otro. Es una palabra mas intensa que la empatia, porque suma la percepción y la comprensión del sufrimiento del otro, con el deseo de aliviar, reducir o eliminar por completo tal sufrimiento.

No significa que la persona experimente exactamente lo mismo que el que sufre sino que lo acompaña en ese sufrimiento porque también lo comparte. La compasión es considerada uno de los sentimientos más humanos que pueden existir. Todos tenemos más o menos desarrollado este sentimiento que ennoblece y eleva nuestra dignidad personal. Harto conocida es la parábola de aquel Samaritano, despreciado por los judios que supo com-padecerse ante un hombre herido y robado por ladrones a la vera de un camino, frente a la indiferencia de los judios celosos de la ley que pasaban de largo para ir a cumplir sus ritos (Luc.10, 25 al 37). Es claro que Jesús intenta explicar a los maestros de la Ley que lo importante no es pertenecer a una raza, etnia, nacion, confesión determinada sino ser compasivos con los que sufren. El samaritano, un hombre marginal, se muestra misericordioso y los líderes religiosos judios inmisericordes, que olvidando el principio de la verdadera religión, pasan de largo. Jesús emplea un personaje despreciado por ellos para mostrarles su error.

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La mayoría de las religiones muestran la relevancia que tiene la compasión para la Humanidad pues a través de ella el ser humano puede ser más bondadoso, más solidario y más noble. Psicológicamente, la compasión le libera de sí mismo, para pensar y exprimentar el sufrimiento de los demás y así poder relativizar el propio. Son tantos y tan duros los que experimentan a diario personas inocentes, en los puntos calientes del planeta, tan prolijos los medios para presentarlos al vivo y en directo que sin movernos de casa, podemos contemplar los hechos más cruentos en los que niños y ancianos, madres gestantes, miles de personas son sacrificados, abandonados, heridos por las balas, las bombas, las hambrunas, las pestes de países cercanos o lejanos al nuestro. Ya nada está lejano. Nuestra compasión tiene un inmenso campo de ejercicio, pero me temo que estos acontecimientos terribles pueden contemplarse como películas de ficción y su constante aparición acaba, a veces, hastiando y dejando el corazón acorchado.

Para las religiones monoteístas la compasión está presente en el ser humano, pero sobre todo en Dios, que es compasivo, bondadoso y misericordioso con el hombre y se ofrece a este como una carta en blanco y, a veces, con un único mandato de AMOR o compasión como si las personas que sufren fuéramos nosotros mismos, Él mismo: "Ama a tu prójino como a ti mismo"; "porque tuve hambre, sed..y me distéis de comer, estuve enfermo, encarcelado y me visitásteis..;cuando lo hicistéis con los que sufren una de estas necesidades, lo hicistéis conmigo".

Más allá de cuestiones religiosas, la compasión es una capacidad que todos los seres humanos (incluso algunos animales) pueden desarrollar a lo largo de su vida ante diferentes situaciones. Las personas que no sienten compasión tal vez han pasado por algún tipo de trauma o dolor tan grande y constante que les impide sentir piedad por los demás. La experiencia de sufrimiento, por el contrario, nos hace compasivos.

Con todo, para gran parte de la ciencia occidental, el ser humano es intrínsecamente malo. Y existe toda una escuela filosófica llamada "egoísmo psicológico" e incluso denominado "egoísmo ético" que postula que somos egoístas y que eso está bien, que debemos serlo, que por qué preocuparnos. Es cierto que en ocasiones, deseamos que una persona se libere de su sufrimiento por motivos egoístas; esto ocurre a menudo en las relaciones basadas en el apego. Por ejemplo, si nuestro mejor amigo está enfermo o se siente deprimido, deseamos que se recupere lo antes posible para volver a disfrutar de su compañía, pero esto es un deseo egoísta, no verdadera compasión. Cuando nuestros familiares y amigos están sufriendo, sentimos lástima por ellos con facilidad, pero nos resulta más difícil sentir lo mismo por los desconocidos o por las personas que nos resultan desagradables. La verdadera compasión estima a los demás por si mismos.

La naturaleza básica de la conciencia permite contenidos distintos: el odio, el amor, los celos, el júbilo... Pero la conciencia es la misma, no está determinada por esos huéspedes, tiene el potencial de ir en cualquier dirección; está detrás de cada pensamiento, de cada emoción; somos conscientes, y eso permite la transformación de la mente. Es importante conseguir la libertad interior de este proceso mental de odio, celos, arrogancia, deseo obsesivo, con el altruismo y compasión que surgen de esa libertad.

El Judaísmo, Islán y Cristianismo ("Misericoria quiero y no sacrificio") han dado mucho valor a la compasión divina o misericordia. Para el sufí murciano Ibn 'Arabî (m. 1240 d. C), el nombre real de Dios es ra.hmân, el Misericordioso. Pablo de Tarso afirmaba que la compasión es «reír con los que ríen y llorar con los que lloran», enlazando el valor de la compasión con la idea de compartir. Posteriormente la compasión fue asociándose a un sentimiento pasivo de lástima o pena ante la desgracia y el dolor de otro, sin la solidadaridad, que motiva la compasión. Peor es cuando se asocia, falsamente, al sentimiento de orgullo ofendido, con la respuesta :«No quiero que me compadezcas».

El BUDISMO ha hecho de este sentimiento su actitud espiritual propia: todo ser vivo merece esta piedad cuidadosa, esta solidaridad, sobre todo ante su debilidad o pobreza.

La compasión universal es el corazón del budismo mahayana. A diferencia de la compasión limitada que sentimos de vez en cuando de manera espontánea, la compasión universal ha de cultivarse practicando la meditación durante mucho tiempo. En el sosiego de la meditación, intentamos mantener una mente compasiva. Cuando nos encontremos con una persona, debemos recordar que está sufriendo y sentir compasión por ella. De este modo será como descubrir un valioso tesoro difícil de encontrar. La compasión que sentimos al contemplar a los demás es la riqueza interior suprema, una fuente inagotable de felicidad que nos beneficia no solo en esta vida, sino también en la futura.

En sus enseñanzas, el venerable Gueshe Kelsang hace hincapié en la importancia de la meditación y cómo aplicarla en la vida diaria,

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