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Nunca estuve en Villalar
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Nunca estuve en Villalar

Actualizado 26/04/2015
Maguilio TAVIRA

Hace muchos años que no escribo nunca "Castilla Y León" para referirme a nuestra Comunidad. Suelo poner siempre Castillaleón que, si bien pudiera considerarse una incorrección ortográfica, yo prefiero entenderla como una tentativa de neologismo; se trata de mi contribución ?modesta y orgullosa- a que esta tierra pueda llegar a ser algún día esa realidad política, cultural, económica, histórica, administrativa ? que, hoy por hoy, no llega a ser.

[Img #288001]Se opone a su nacimiento su propia denominación oficial, que niega su existencia porque proclama vigente la de sus precursores. Es como una suma indicada, no resuelta todavía: cuando decimos cuatro Y tres, es porque siete todavía no existe; no ha nacido aun el resultado que se anuncia en ciernes. Cuando hidrógeno y oxígeno se sintetizan en adecuada proporción surge el líquido elemento, al que llamamos agua. Pero le llamamos agua, por más que sea H2O. Item más, cuando ese agua contiene una determinada proporción de Cloro y Sodio, o un átomo más de oxígeno, o se altera su estado por medio de la temperatura, hablamos de mar, agua oxigenada, hielo o vapor. Vemos de tal modo que cuando la adición, sustracción o alteración de una realidad da otra con entidad bastante para ser considerada distinta, propia, diferente, hablamos de esa realidad novedosa; precisamente de esa que ha surgido de sus predecesores y que, por haber surgido, es ya y existe al margen de ellos y con autonomía ?¡Oh, mágica palabra!- respecto de ellos.

Decir Castilla Y León significa hablar de una aritmética indicada, sin resultado, de un problema subsistente; equivale a proclamar que Castillaleón no es por ahora una realidad, sino un proyecto inmaduro, un fruto inviable de momento. Y obstinarse en seguir diciéndolo es afirmar la oposición a su nacimiento y proclamar la vocación abortista de quien lo dice. Pero es que es algo tan palmario y evidente que no se comprende cómo sólo yo lo veo.

Por eso, cuando algo que pretende surgir precisa ?siquiera semánticamente- de la muleta de sus ancestros, es que no ha surgido todavía. Y de ahí que ?iconoclasta y tozudo como buen castellano- a un servidor no le dé la gana escribir Castilla Y León para referirse a la Comunidad ?o autonomía- en que nació y reside.

La conjunción "y", copulativa, anuncia eso: la cópula entre las palabras que junta. Pero sabido es que cópula más intención no equivalen matemáticamente a fecundación ni ?mucho menos- a nacimiento. Más aun, la cópula que la conjunción proclama nos muestra, de nuevo, que aún no hay la realidad que con copular se está procurando. Y de todo ello que entienda yo, respetuosamente, que mientras hablemos del padre y la madre estaremos negando el hijo, al menos gramaticalmente. Y de ahí que me obstine yo en hablar y, sobre todo, escribir: Castillaleón.

Por eso nunca estuve en Villalar

Sólo lo que podemos denominar existe. Lo que no tiene nombre no es nada, no existe. Y si Castillaleón no tiene un nombre propio ?distinto de la coyunda de dos ajenos- es por eso: porque no existe todavía. Y no consigo entender cómo los políticos que gestionaron el Estatuto Preautonómico fueron incapaces de darle un nombre propio a la realidad que quisieron alumbrar. Eran políticos, claro.

Daros cuenta que el contrasentido es tan grave y evidente, que lleva a los nominadores oficiales a llamar Castilla Y León a algo a cuyos habitantes llama castellanoleoneses, sin "y".

Por eso nunca estuve en Villalar.

Por eso y porque no entiendo cómo podemos celebrar el día de la Comunidad en la efemérides del hecho de armas que acabó con ella. Debemos ser la única nación que pretende asentar su espíritu patrio sobre una derrota.

Aquel 23 de abril de 1521, el ejército más poderoso del Mundo ?al menos del continente- masacró sin piedad a un puñado de civiles numéricamente inferior, mal armados y sin experiencia militar ni pertrechos suficientes, y dio al traste con el sueño de las Comunidades de Castilla. ¿Cómo podemos celebrarlo?. ¿Cómo se puede pretender que la Comunidad Castellanoleonesa nazca partiendo del suceso bélico que la destruyó?.

Por eso nunca estuve en Villalar. Ni estaré.

Tengo para ello reservas semánticas y espirituales suficientemente enjundiosas, lo que no equivale a que sea yo anti castellanoleonés, que no; ni autoriza a concluir que me oponga yo al nacimiento y desarrollo de Castillaleón, que tampoco, sino todo lo contrario. Por querer ser y sentirme profundamente castellanoleonés y tener la ilusión y la esperanza de que Castillaleón pueda ser un día mi patria es por lo que me indigna que se la maltrate históricamente y se la tenga todavía sin nombre.

Nunca estuve en Villalar. Ni en estas circunstancias estaré jamás.

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