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Miradle resucitado
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Miradle resucitado

Actualizado 05/04/2015
José Román Flecha

El día 28 de marzo de este año 2015 se han celebrado los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Su figura como mujer es impresionante y más lo es su vivencia de la fe cristiana y la hondura con la que contempla los misterios de nuestra redención.

Teresa es una gran maestra de oración. Pero su oración no puede separarse de su adhesión a Jesucristo. Cristo es para ella un "muy buen amigo", al que ve "con flaquezas y trabajos". Seguir a Cristo como Maestro e imitarlo como "dechado" o modelo de vida es para ella el único modo de vivir en humildad, es decir de "caminar en la verdad".

Es interesante la importancia que Teresa atribuye a los ojos, como órgano y símbolo de la aceptación de Jesucristo. Si es sincera, la mirada del creyente se encontrará con la mirada compasiva del Señor. Son bien conocidas las frases con las que, en su libro "Camino de Perfección", trata de orientar la mirada de sus hijas hacia los sufrimientos que Jesús hubo de afrontar en su pasión:

"Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del Huerto: ¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma, pues con ser el mismo sufrimiento la dice y se queja de ella! O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama; tanto padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por El, helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar de huelgo.

Miraros ha Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vayáis vos con Él a consolar y volváis la cabeza a mirarle" (CPV 26,5).

Si estas frases parecen más que apropiadas para orientar la meditación del cristiano durante los días de la Semana Santa, no se pueden olvidar las que preceden a este texto. Son palabras que revelan el sentido profundo que la Pascua tiene para los creyentes:

"Si estáis alegre, miradle resucitado; que solo mirar como salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué hermosura!, con qué majestad, qué victorioso, qué alegre! Como quien tan bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos, y a Sí con él. Pues ¿es mucho que a quien tanto os da volváis una vez los ojos a mirarle?" (CPV 26,4).

Santa Teresa emplea el lenguaje habitual con el que se narraban las batallas de su tiempo. Un lenguaje que es evocado en la secuencia litúrgica del domingo de Pascua de Resurrección del Señor: "Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es Vida, triunfante se levanta".

Según Teresa, el Señor resucitado ha vencido a la muerte, Y con su victoria ha ganado un reino que entrega a los creyentes, entregándose a sí mismo con él. Ese es su mensaje pascual. Y esa es la alegría que ella nos anuncia también hoy.

EL DÍA DEL TESTIMONIO

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. B.

5 de abril de 2015

"Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo sino a los testigos que él había designado: a nosotros que hemos comido y bebido con él después de su resurrección". Ese es el mensaje que pone en boca de Pedro la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles que hoy se proclama (Hech 10, 34a. 37-43).

Pedro ha evocado la vida Jesús, desde su bautismo hasta su muerte en cruz. No puede olvidar que "ungido por la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo". Pero tampoco quiere silenciar que aquellos mismos que fueron testigos de lo que hizo en vida son ahora testigos de la presencia del resucitado.

Por tercera vez Pedro se presenta como miembro de un grupo de testigos. Los apóstoles elegidos por el Maestro han sido enviados a dar solemne testimonio de que Dios ha nombrado a Jesús juez de vivos y muertos.

LA FE Y EL ANUNCIO

También el evangelio juega con el testimonio de los que habían convivido con Jesús (Jn 20, 1-9). En primer lugar, Maria Magdalena. Ella había descubierto a Jesús en Galilea. Seguramente había sido curada por Él y lo había seguido por los caminos y servido con sus bienes, como las otras mujeres que en él habían encontrado la salud y la salvación.

Ahora María descubre que el sepulcro del Señor está vacío. Ésa es la gran noticia que se apresura a anunciar. Por algo ha podido ser llamada "apóstol de los apóstoles". Quien cree en Jesús lo acompaña hasta su cruz. Pero quien cree en Jesús no puede olvidarlo. Quien cree en Jesús lo reeencuentra aunque lo crea perdido. Quien cree en Jesús lo anuncia vivo y presente.

Sorprendidos por el anuncio de María, acuden también al sepulcro otros dos discípulos: Pedro y aquel "al que tanto quería Jesús". El sepulcro vacío es motivo de fe para ambos: para quien ha traicionado a su Maestro en la hora de la turbación y para quien lo ha acompañado fielmente hasta la cruz.

INQUIETUD Y CONSUELO

En el texto del evangelio de Juan queda flotando el anuncio apresurado y nervioso de María la de Magdala: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". ¿No se asemeja esta inquietud a la que embarga a nuestra humanidad?

? "Se han llevado del sepulcro al Señor". Muchos cristianos vivíamos confiados en tener aseguradas todas las creencias. Algunos se han encontrado de pronto sumidos en la orfandad y en el silencio. Pero otros han aceptado que Jesús y su mensaje hayan sido depositados en un sepulcro. A unos los come el dolor. Otros han encontrado la tranquilidad.

? "No sabemos dónde lo han puesto". La voz de María Magdalena resuena como un lamento. Jesús no está en el sepulcro. Y no se encuentra su cadáver. Todo indica que, para consuelo de unos e inquietud de los otros, Jesucristo está vivo y camina entre nosotros. Solo espera el testimonio de los que creen en él y no pueden ni quieren callarse la noticia.

- Señor Jesús, nosotros sabemos que has vencido a la muerte. Creemos que estás vivo. Y que tu resurrección es la razón de nuestra fe, el aliento de nuestra esperanza y la exigencia para anunciar y vivir tu amor a esta humanidad nuestra. Amén. Aleluya.

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