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La emigración, ¿un problema? (III)
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El tema de nuestro tiempo

La emigración, ¿un problema? (III)

Actualizado 21/03/2015
Matilde Garzón

Emigración económica de los años sesenta.

Mientras los países europeos habían salido de la desastrosa situación que siguió a la Segunda Guerra Mundial, especialmente Alemania, Suiza, Reino Unido y Francia, España seguía sumida en la precariedad, aislada, bloqueada, sin industria, con una economía rural empobrecida, sufriendo las secuelas de la guerra y la cerrada y prolongada dictadura. La población rural, sin medios para subsistir, empezó a emigrar a las ciudades y ante las ofertas europeas de trabajo, el Gobierno facilitó y organizó una emigración masiva de hasta un millon de personas, aunque otro millon emigro ilegalmente. Sin conocimiento de la lengua, sin saber los condicionamientos que iban a encontrar, marchaban familias enteras, el padre, el matrimonio solo o con niños, mujeres solteras. Es mucha la documentación sobre esta todavía reciente emigración. Todavía vivimos muchos actores que la sufrieron o que la presenciamos. Podríamos contarla con datos, de un modo científico, pero en una sintesis aburrida, desprovista de interés. Cuando la recuerdo me conmuevo y ahora podemos ver envejecidos a muchos de los que volvieron.

Hace 3 años se grabó una película- documental, "El tren de la memoria" (https://youtu.be/dhTJ2FuLU-s - YouTube) que recupera a través de imágenes de archivo y del testimonio de algunos inmigrantes, las condiciones, los sentimientos y la vida de una generación que lo dejó todo para que los suyos estuvieran mejor, que en muchos casos nunca contaron a su entorno la soledad, los sacrificios, las humillaciones, el frío y el tremendo esfuerzo físico que conllevaba aquellas condiciones de trabajo monótono en cadena y las horas extras acumuladas. No encuentro nada más apropiado para escenificar esta peripecia única en nuestra historia de dos millones de personas que con sus divisas contribuyeron decisivamente a la recuperación económica de España", que se fueron a Europa, en los trenes que salían dos veces por semana hacia Francia, Suiza, los Países Bajos y, en el caso de este documental a Alemania.

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La protagonista e hilo conductor, Josefina Cembrero, se había ido en 1961, con 18 años, a Nuremberg en uno de los trenes, y había retornado a finales de los 70. Copiamos unas palabras que dan luz sobre diferentes opiniones que siempre, hoy también, coexisten: "Yo os he contado lo que viví porque soy muy honesta conmigo misma y no quiero mentir. Ahora bien, casi todos los emigrantes con los que habléis, os van a decir que les fue muy bien. Vosotros seguid hablando con ellos y veréis como al final os cuentan lo duro que fue".

Muchos problemas no se habían contado o se habían negado o reprimido por la dureza que entrañaban, porque se había mentido a las parejas, familiares o vecinos o por otros motivos que en el documental salen a la luz.

Josefina falleció pero aquí está los testimonios que recogió. "Te mentí, yo no vine a Alemania a aprender alemán o de aventurero, sino en esos trenes, con una mano delante y otra detrás". "Nos llegaron a contar cómo los propios emigrantes se habían convertido en discriminadores de los nuevos inmigrantes. En cuanto habían subido un escaloncito, veían como peores a los que llegaban nuevos. Siempre hay uno peor, una amenaza para tu trabajo. Todo eso hay que racionalizarlo y lo peor es que utilicen políticamente todos esos sentimientos con fines electorales".

Muchos dejaron aquí a sus hijos al cuidado de los abuelos o familiares y se perdieron una parte fundamental de su infancia, y los niños se quedaron sin padres. "Cuando volvían o venían de vacaciones a España, ya no eran sus padres y madres. Los lazos se rompieron y todos salieron perdiendo, especialmente las madres porque los niños habían tejido esos vínculos con otros familiares. Más tarde, algunos de esos niños les echaron en cara a sus padres haberles dejado. Una señora nos contó cómo cuando pudo reunirse con sus niños, estos no se querían ir con ella, la arañaban y la mordían para que los dejase. Desde el punto de vista de la madre, después de echarles tanto de menos, de haberlo pasado tan mal, eso es demoledor".

"Otros los dejaron en internados y los que marcharon con ellos también lo pasaron muy mal, porque de repente los sacaban de su entorno, no sabían el idioma; muchos fueron catalogados como deficientes en Alemania. Uno de los hijos nos contaba cómo se negó a hablar, iba al colegio y no decía nada. Era su forma de demostrar que no quería estar allí. Las siguientes generaciones, triunfaron en el sentido de la integración".

Hombres esperando el examen médico para pasar la frontera francesa de Hendaya

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"Una de las imágenes más impactantes es la de los análisis médicos en Hendaya y una fila de gente medio desnuda esperando con la sensación de ser tratados como seres inferiores, un sentimiento que arrastraron durante muchos años". Al llegar surgen muchos problemas: "cómo llegas, cómo te integras, la dificultad con el lenguaje, el deseo de conseguir dinero a costa de pasarlo fatal, no decir a tu familia lo que estás pasando porque ellos han puesto todos sus anhelos en ti, sus ilusiones de progreso".

El aspecto físico lamentable que tenía la mayoría de esta gente, las maletas atadas con cuerdas? Todo ese choque de "no sé dónde voy, ni a qué fabrica, soy el emigrante 507 de Mercedes? el aspecto de inmigración masiva de dos trenes por semana llenos de emigrantes, era una sensación aterradora".

Al regreso la falta de comprensión y reconocimiento del esfuerzo con el que se encontraron. "Muchos habían contado las dificultades como chascarrillos, suavizando mucho la realidad. Pero también había familias conscientes del esfuerzo. El problema es que estas personas se convierten en la vaca lechera que sirve a todos y con el paso del tiempo el vínculo afectivo se va diluyendo, con lo cual interesa que sigan allí y traigan bienes económicos y materiales".

Pero ellos lo que más echan de menos es un reconocimiento de la sociedad. La percepción es: "nuestro dinero ayudó a que las familias salieran adelante, España crece mucho más aprisa gracias a las divisas y luego si te he visto no me acuerdo". Hasta ellos mismos al volver, se sintieron como un problema, porque "España empezaba a sufrir las consecuencias de la crisis del petróleo, que Franco había retrasado vaciando las arcas". Experimentaban lo que Benedetti llamó "el desexilio", el no sentirse de ningun sitio, sentimientos contrapuestos con respecto a los países de recepción y a España. "Es muy normal que los que volvieron te digan que echan de menos Alemania ¡es que han pasado allí 30 años! Muchos siguen utilizando expresiones de los años 50, incluso siguen pensando que España es la de entonces. Y los que se quedaron en Europa, cuando vienen ven qué cosas funcionan mejor en España, pero tienen esa sensación de "en mi pueblo me moría de hambre y aquí conseguí trabajo".También hay que tener en cuenta que aunque un millón se fuera sin contrato, el otro millón sí lo llevaba. Frente a las imágenes de archivo que reflejan la crudeza del entorno laboral y social de la experiencia de estos emigrantes, está la paradisiaca imagen que el Régimen mostraba.

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"Y por otro lado, cuando llegaron a Alemania tenían veinte años y a esa edad te quieres divertir y ellos también se divirtieron mucho, en los barracones, pasando mucho frío, pero se lo pasaron bien y lo cuentan riéndose". "A los alemanes les molestaba tener a españoles de vecinos porque el edificio olía a aceite de oliva y a ajo". Lo experimentaron, como tantas dificultades y humillaciones pero lo ven ahora como una aventura.. La memoría es selectiva y muchas veces quedan los recuerdos mejores "Muchos ahora no se creen lo que ven. Y los que menos se lo creen son los que han tenido un abuelo emigrante. "Pero si mi abuelo me cuenta cosas muy buenas", nos dicen. Y yo no lo dudo, sobre todo los que fueron 3 o 4 años, hicieron unos ahorrillos, volvieron y abrieron un bar. A esos fue a los que mejor les fue".

¿Qué se hizo de aquel esfuerzo y sacrificio que con sus ahorros llenó de divisas a España? Ahora muchos de los que volvieron, están queriendo marchar silenciosamente. Pero la peor y nueva emigración, sangría habría que llamar, es la de tantos jóvenes, "los mejor preparados de la historia", que se van, dejándonos de nuevo envejecidos porque también nos negamos a acoger a los que, de otro continente, intentan llegar a España, a Europa. Nuestra memoria, como de viejos, está padeciendo un Altzeimer ético.

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