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Alma de Árbol (VII): el Castaño
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Alma de Árbol (VII): el Castaño

Actualizado 23/02/2015
Javier González Alonso

Como ya he señalado en otra columna, para los celtas los árboles representaban el nexo de unión entre el cielo, a través de su copa, la tierra, gracias a su tronco, y el inframundo, con sus raíces. Además, simbolizaban el círculo de las estaciones, asociando invierno y muerte y primavera con renacimiento. Los druidas consideraban que cada ser humano llevaba un árbol en su interior al que había que alimentar para crecer espiritualmente. Es más, al nacer un niño, los celtas tenían la costumbre de plantar un árbol, que se convertía en compañero y consejero del recién nacido durante toda su vida. Al igual que cada cual se cuidaba de su árbol, era frecuente que la persona, al morir, fuera enterrada bajo él, o su cuerpo fuera metido en el tronco del árbol abandonándolo sobre la corriente del río más próximo. No es inverosímil que, con el tiempo, esta costumbre de utilizar la madera de árbol terminara en dar lugar a lo que hoy llamamos ataúdes.

Las primeras evidencias de cultivo del Castaño, Castanea sativa, son de hace 3.700 años, en Turquía, desde donde, popularizado por el Imperio Romano, se extendió por toda Europa. La castaña, su fruto, servía para elaborar pan con la que alimentar a sus tropas, a la vez que también servía para los caballos. Decir cultivo y, por lo tanto, extender, no significa que los castaños no estuvieran ya en determinados "abrigos climáticos" donde se refugiaron tras la última glaciación, que empezó hace unos 100.000 años y terminó hace unos 12.000 años.

Siendo, como fue, la principal fuente de hidratos de carbono en zonas montañosas, muchos pueblos conocían las castañas como "pan del bosque". En alguna casa antigua que he pernoctado, en la zona de la portuguesa Serra da Estrela, en la cocina había un altillo de madera enrejada sobre la chimenea para secar las castañas y así poder consumirlas durante todo el año. Al contrario que aquí, en Portugal es muy frecuente ver repoblaciones con Castaños, basta con darse un paseo por la zona antes mencionada o, incluso, por Tras-os-Montes, para comprobarlo. Además de por el abandono de las labores agrícolas en nuestro agro, los castañares se están viendo diezmados por una enfermedad llamada "tinta", por la coloración negra que toma la zona atacada bajo la corteza.

Las castañas eran los frutos sagrados de la diosa celta de los árboles, las fuentes, los ríos y los caballos: Epona, la guardiana de lo que los Druidas consideraban sus templos: los bosques. También ha dotado a estos deliciosos frutos de connotaciones mágicas, convirtiéndolas en fantásticos amuletos, pues atraen la suerte y la prosperidad, a la vez que protegen de los enemigos y espíritus malignos. La condición imprescindible para que desarrollen su poder mágico es que han tenido que estar en contacto directo con el suelo y, al año siguiente, ser enterradas, devolviéndolas al sitio donde pertenecen: la tierra.

Sin necesidad de creer en la magia ancestral, lo que sí está comprobado científicamente son las propiedades curativas que poseen las diferentes partes del castaño: las hojas, con sus propiedades calmantes, antitusivas y expectorantes, son usadas en infusión para ciertas enfermedades del aparato respiratorio, como la bronquitis, la tos y el asma; por sus propiedades astringentes y bacteriostáticas, la infusión de hojas también es usada para calmar la faringitis, curar heridas y llagas en la boca, o usarse como champú natural para el cabello rubio. Por su parte, la decocción de corteza puede ser utilizada para detener diarreas persistentes, gracias a la gran cantidad de taninos que posee, o para combatir la disentería.

En la zona sur de Salamanca es donde más ejemplares pueden encontrarse en la provincia, aunque tampoco es raro encontrarlos por otros lugares, formando bosquetes, como en ciertos cañones de Arribes. En Los Santos, encontramos el Castaño del Tío Trazas, con figura de protección, al igual que los Castaños de El Hueco, en Valero. Como solemos hacer con todo lo que tiene que ver con la naturaleza, estos ejemplares centenarios han sido agredidos de las más increíbles maneras. Estos ejemplares, siendo magníficos, se ven empequeñecidos con el Castaño de los Cien Caballos, situado en la ladera del Etna, en Sicilia, cuyo perímetro midió en 1780 la friolera de 58 metros de diámetro. También está protegido, declarado por la UNESCO "Monumento Mensajero de la Paz del Mundo", ya que, entre otros motivos, "junto a este árbol uno siente la armonía con la naturaleza, en paz con nuestros semejantes y con el Universo (?) el ánimo encuentra su equilibrio y el cuerpo su bienestar"? toda una lección natural.

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