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Los cuatro cardenales de la Pontificia de Salamanca
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Los cuatro cardenales de la Pontificia de Salamanca

Actualizado 09/01/2015
Xabier Picaza

Con el nombramiento de Mons. Ricardo Blázquez se ha completado la "mesa" de los cuatro cardenales que fueron profesores de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca en los años setenta del siglo pasado. Fui su compañero, y así quiero recordarlos por sus nombres (Sebastián y Rouco, Cañizares y Bláquez), cuarenta años después de haberlos conocido, pues son signo y compendio de la iglesia hispana de estos removidos tiempos.

Los cuatro, un aragonés y un gallego, un valenciano y un castellano, son los "ases" de esa baraja cardenalicia de la UPSA de mi tiempo. Quizá haya más, pero no los recuerdo, no forman parte de mi memoria de aquella Universidad donde investigué y enseñé, en mi primera y más ingenua etapa de profesor, desde el año 1972 al 1984, en que me jubilaron por primera vez para retirarme por unos años a Roma.

Dos, Fernando Sebastián y Antonio Rouco estaban ya en Salamanca cuando llegué, y ocupaban los cargos más altos de la universidad (uno era Rector Magnífico, el otro Vice-Rector). Mantenían su autoridad y se complementaban por carácter y oficio. No eran entones mala pareja.

Los otros dos llegaron uno o dos años más tarde. Antonio Cañizares llegó de Valencia, y se asentó primero en Madrid, en la famosa escuela de Pastoral, alternando pronto su docencia en los dos "campus" de la Facultad de teología (en Salamanca y Madrid). Por su parte, Ricardo Blázquez, vino de Ávila y empezó dando clases en la Escuela de Catequesis de San Pío X, siendo pronto Decano de la Facultad de Teología de la sede central de la Universidad.

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Los cuatro son ahora Cardenales de la Santa Iglesia de Roma, los cuatro eran mis compañeros de clase y pasillo, de proyectos de trabajo en parte fallidos, de encuentros de bar y de consejos de Facultad, con ideas teológicas bastante semejantes (aunque podían verse ya principios de las diferencias posteriores).

Dos estaban antes que yo, dos vinieron después de que yo hubiera llegado. Así quiero presentarlos aquí, como los cuatro ases de una baraja. No sé si existe en el mundo otra Facultad de Teología (de una pequeña Universidad de la Iglesia, en una ciudad de provincias de la vieja Castilla) de la que hayan salido cuatro cardenales y tan importantes como estos.

Fueron sin duda tiempos buenos para la Facultad de Teología de Salamanca. Cuatro de sus profesores más significativos pasaron (sin mucho servicio parroquial o diocesano) de la cátedra docente a la episcopal y luego a la púrpura de los cardenales. Cada uno, con su forma y figura, ha marcado la marcha de la Iglesia de España en los últimos cuarenta años. Dos están ya jubilados (Sebastián y Rouco), dos en activo muy activo (Blázquez y Cañizares). Por lo que que fueron quiero recordarles aquí, y por lo que son (jubilados o en activo) felicitarles, sobre todo al próximo cardenal D. Ricardo Blázquez, que fue decano, compañero y amigo en aquellos tiempos gozosos.

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Faltan otros que han sido o que son obispos, compañeros estrictos de cátedra, como son Julián López (de León) y Adolfo González (de Almería). Significativamente falta aquel que en este momento es el más importante de todos Carlos Osoro, ahora arzobispo de Madrid, quizá el hombre de Francisco en España. Osoro fue alumno destacado en esos años, hasta el 1973, pero no formó parte de aquel claustro de profesores.

En aquel "claustro de teología de Salamanca" de los años 70 quedaron "sin ascender" algunos que no eran menos que los anteriores, hombres de talla, que podían haber sido perfectamente obispos y cardenales, entre los que empieza a recordar algunos tras significativos como:

Juan Martín Velasco, Luis Maldonado y O. González de Cardedal,

Ignacio Tellechea, Casiano Floristán y Ramón Trevijano,

Vicente Pindado, Felipe Fernández y Julio Lois,

Senén Vidal, J. M. Sánchez Caro y Jesús Mújica,

J. M. Garijo Güembe, Félix García y D. Borobio,

con Gabriel Pérez, R. Guerrero, J. L. Corzo...

Éstos son algunos de los salmantinos de entonces, no quiero citar a todos. (Como se verá, no había mujeres). Ellos y otros que no he citado no tuvieron en su vida más tope que el ser buenos profesores, tan dignos como los cuatro cardenales que ahora estoy recordando.

Una baraja cardenalicia con cuatro ases de Salamanca

Estos cuatro cardenales encabezan los ases (oros y espadas, bastos y copas...) de la entones famosa Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca, entre los años 1970 y 1984. A cada uno se le podría atribuir uno de esos signos, pero eso lo hará el lector si quiere. Aquí me limito a presentarlos conforme a mi recuerdo, destacando lo "bueno" y distintos de todos y de cada uno de ellos, porque es tiempo de fiesta para aquella vieja Facultad de Teología.

1. El primero en mi recuerdo es sin duda D. Fernando Sebastián (Calatayud 1929)

Así le llamábamos, Don Fernando, o simplemente Fernando. Era un hombre de inmensa autoridad, fue el verdadero renovador de la Universidad Pontificia; sabía dirigir a los profesores, "templar" a los alumnos "levantiscos", abrir espacios de responsabilidad y trabajo compartido. Fue experto en antropología teológica, y los alumnos recuerdan la brillantez de sus clases. Fue quizá (con el Card. Tarancón) la figura más destacada de la "transición" de la Iglesia en el paso de la dictadura de Franco a la incipiente democracia, entre el 1976 y el 1979.

Era hombre en la línea de Montini (Pablo VI), de manera que, aunque fue nombrado obispo de León por Juan Pablo II (el año 1979), nunca fue bien "mirado" en las altas esferas del Vaticano, ni en los tiempos de Juan Pablo II ni en los de Benedicto XVI, teniendo que pasar por años "sin episcopado" (como secretario de la CEE), rotando por diócesis difíciles pero secundarias, mientras ascendía su vice-rector (Antonio Rouco).

Dicen algunos que se hizo duro con el paso de los años, pero fue un hombre franco con el que se pudo hablar. Por otra parte, muchas de sus últimas actitudes político-sociales son muy discutibles, y hasta contrarias a las que él mismo mostró en los momentos clave de la transición religiosa hispana. Quizá tuvo miedo de su primera "apertura teológica", y de su primera visión liberad y evangélica de la Iglesia.

No quiero discutir aquí su teología, sólo quiero recordar lo que me dijo dos veces, una en el bar de la Ponti de Salamanca, otra en una "comida de cofradía" en San Miguel de Aralar: ¡Tú sigue en tu vocación teológica, obedece a tu conciencia! Recuerdo su gesto dialogal, el año 1979, cuando era mi rector y le llegaron "críticas" de los obispos por mi teología: Me invitó a comer con el Cardenal Tarancón, sin imponerme nada, deseándome sólo que me sintiera cordialmente en la Iglesia.

A pesar de sus deseos, mi teología fue no sólo discutida, sino "marginada" (por no decir "condenada" de algún modo). Él también tuvo sus dificultades, y fue a veces marginado como obispo, por motivos que aquí no quiero ni puedo recordar con detalle. Posiblemente se endureció con los años (y así me llamó una vez desde Pamplona, pidiéndome que no hiciera una cosa, pero respetando mi voluntad de hacerla). Pero ofreció los mayores servicios a la Iglesia de España, tanto en su labor como "Rector" de la Universidad Pontificia, como en sus primeros años de obispo y Secretario (1982-1988) y como Vice-Presidente de la Conferencia Episcopal Española (1996-2005), aunque ya bajo la sombra de Rouco, que había sido su "Vice-Rector" en los años de Salamanca.

Se jubiló el año 2007, dando algunas clases en el Seminario de Málaga, y escribiendo algunos libros sobre presencial religiosa, social y política de la Iglesia, pero parecía ya "condenado" a envejecer y morir, fuera de las altas esferas, hasta que para sorpresa de todos, el Papa Francisco le hizo cardenal el 22 de Enero del 2014, pasada ya de largo la barrera de los 80 años. El Papa quiso "premiar" así sus méritos pasados, para retomar su historia antigua.

Sebastián es, según eso, un cardenal "honoris casa", en recuerdo de lo que debía haber hecho y no pudo hacer en la Iglesia Hispana. Es un Cardenal que "invierte" de algún modo el "triunfo" de Rouco, buscando así un equilibrio en lo que ha sido la Iglesia de España desde el 1979 hasta la actualidad.

(SEBASTIÁN AGUILAR, FERNANDO (1929- ).

Pensador y obispo católico español, de la Congregación de los claretianos. Tras realizar los estudios sacerdotales en su Congregación, se especializó en filosofía contemporánea, teología fundamental y pastoral de los sacramentos en la Universidad de y se doctoró en teología en el Angelicum de Roma, con una tesis titulada Maternitatis divinae diversa ratio apud Didacum Alvarez et Franciscum Suarez. Del 1961 al 1971 ha sido profesor en los teologados claretianos de Salamanca y Roma. Desde el 1967 al 1979 ha sido profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca, siendo decano de teología (desde el 1970) y rector desde el 1971, hasta su nombramiento como obispo (1979). Ha sido obispo de León, Secretario y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española y desde 1993 hasta el 2007 arzobispo de Pamplona. Sebastián ha intervenido poderosamente en el proceso de transición de la Iglesia española, tras la caída de la dictadura y el fin del Estado confesional católico (desde el 1975). Defiende una presencia eclesial fuerte, aunque desligada del poder social; tras la separación Iglesia-Estado, que él propugnó en su tiempo, en línea liberal, ha buscado una fuerte afirmación moral y religiosa de la Iglesia en la sociedad.

Su obra teológica fundamental fue: Antropología y teología de la fe cristiana (Salamanca 1973), una obra novedosa y abierta al diálogo social y cultural, que marcó la experiencia teológica y social de muchos españoles. Cf. también:

La conciencia cristiana ante el terrorismo de ETA (Madrid 2002);

Hablemos de la familia: cartas desde la fe (Pamplona 2001);

Escritos sobre la fe, la iglesia y el hombre (Madrid 1996);

Nueva evangelización: fe, cultura y política en la España de hoy (Madrid 1991);

Iglesia y enseñanza (con O. González de Cardedal, Madrid 1997)

(cf. X. Pikaza, Diccionario de Pensadores Cristianos, Estella 2019, 824)

2. El segundo en mi recuerdo de D. Antonio M. Rouco (1936-)

Viene de Galicia. Pasó como estudiante por Salamanca y Alemania, donde llegó a ser profesor de Derecho. Volvió a Salamanca donde fue Vice-Rector, con Fernando Sebastián, y fue nombra luego obispo, siendo aún muy joven (de cuarenta años). Ha sido hasta ayer el hombre de mayor influjo en la iglesia española, que dirigido (¿dominado?) según su criterio, aunque con grandes divisiones.

Andan por ahí dos biografías suyas, una más académica de J. M. Vidal, Rouco. Una biografía no autorizada, Madrid 2014; y otra más hagiográfica, de J. F. Serrano, Rouco Varela, el cardenal de la libertad (2014). Pero prefiero evocar mis recuerdos, un poco a la sombra de Fernando Sebastián, de quien era vice-rector. No sabíamos de verdad lo que pensaba, era un buen "gallego", cercano en el trato directo, quizá un poco misterioso.

Mi compañero Vicente Muñoz le invitaba a comer con frecuencia en nuestra casa, ya sí pudimos conversar de temas de política y de Iglesia. Era liberal, en la línea del socialismo alemán, y se sentía abierto a los cambios eclesiales necesarios en aquel momento, tras el Vaticano II (del 1972 al 1976).

Era canonista en el sentido radical de la palabra, y ponía siempre el Derecho Canónico al servicio de las personas, de la libertad cristiana, de la comunión de la Iglesia, de la renovación carismática de las instituciones religiosas. Yo que venía de la Biblia, pero que había dejado los cánones en el nivel pre-conciliar, solía quedar siempre perplejo y maravillado y agradecido. Era afable y bueno, en el sentido fuerte del término, cariñoso, con cierto humor, aunque siempre un poco enigmático, como con especie de deseo de seguridad.

Pero las cosas parecen haber cambiado cuando le hicieron obispo, el año 1976. Fue el primero al que llevaron en ese momento de la cátedra de teología al episcopado (tras Mons. Setién, a quien habían ordenado obispo el año 1972). Desde entonces no he tenido mucha relación con él, aunque nos hemos encontrado algunas veces, cuando yo iba a examinar a Santiago de Compostela (entre el 197 y el 1980), y después con ocasión de la enfermedad y muerte de mi compañero Eliseo Tourón, decano de la Facultad de Teología de San Dámaso, Madrid (1995).

Él ha sido en los últimos veinticinco años el hombre oficialmente más importante de la Iglesia Española, el hombre de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, incluso candidato a Papa. Recibió a Juan Pablo II en Compostela el año 1989, en las primeras grandes Jornadas de la Juventud y de la re-evangelización de Europa y del mundo en línea de neo-catolicismo. El año 1994 fue nombrado arzobispo de Madrid, y allí ha seguido hasta la fecha de su jubilación su jubilación (2014).

Creo que nadie ha conocido ni conoce de verdad su pensamiento (he leído algunas de sus obras y discursos, y no he logrado captarlo). Pero es evidente que ha pensado y actuado al servicio de un tipo de Iglesia universal y española, colocando a los hombres de su línea en los puestos fundamentales de la administración episcopal. Algunos se alegran de su "retirada", otros piensan que su época ha pasado, y que es mejor pasar página. Le quedan dos años como "cardenal elector", es muy posible que no vuelva a estar en un Cónclave. Parece que en Roma ya no le consultan. Pero sigue siendo un hombre importante. No me disgustaría hablar con él como en los viejos tiempos, sin "carga" de cargos ni de "expulsiones". Le dediqué una página en mi diccionario:

ROUCO VARELA, ANTONIO MARÍA (1936- ). Pensador y obispo católico de España. Estudió Teología y Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Salamanca (1954-1958) y en la de de Múnich, doctorándose en 1964 con una tesis sobre la Iglesia y el Estado en el siglo XVI. Fue profesor en el Instituto de Derecho Canónico de la Universidad de Munich (1966-1969) y en universidad Pontificia de Salamanca (1969-1976), donde fue Vicerrector, siendo nombrado después obispo de Santiago de Compostela y más tarde de Madrid (1994) y cardenal de la Iglesia (1998). Ha sido (1999-2005) y es (desde el 2008) Presidente de la Conferencia Episcopal Española. Ha sido un gran profesor de Derecho Canónico. Como obispo defiende una presencia institucional y jurídica de la Iglesia en la sociedad, en línea de recuperación social de los valores cristianos, con cierta añoranza del estado de cristiandad, al menos en España. Entre sus libros:

Staat und Kirche im Spanien des XVI. Jahrhundets, München 1965 (Munich 1965; versión cast. Estado e Iglesia en la España del siglo XVI, Madrid 2001);

Sacramento e diritto: antinomia nella Chiesa (Milano 1972, con E. Corecco);

Relaciones Iglesia-Estado en la España del siglo XXI (Salamanca 1996);

Los Fundamentos de los Derechos Humanos: una cuestión urgente (Madrid 2001);

España y la Iglesia Católica (Madrid 2006). (cf. Diccionario de Pensadores Cristianos, Estella 2010, 786)

3. El tercero es Antonio Cañizares (1945- ).

Le conozco desde hace casi cuarenta años. Vino de Valencia, y empezó siendo desde muy joven profesor de Catequética en la Universidad Pontificia de Salamanca (1972-1992), alternando la docencia en los "campus" de Salamanca y Madrid. Desde 1975 fue también profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequesis (del que fue directos, entre 1978 y 1986), separándose de la Pontificia de Salamanca y afiliándose a San Dámaso de Madrid. Estuvo desde entonces al servicio de la "Comisión de la Congregación para la Doctrina de la fe", siendo su secretario entre el 1985 y 1992, en que fue nombrado Obispo de Ávila. Estos son algunos de los momentos de su "curriculum" episcopal:

1992, Obiso de Ávila.

1997, arzobispo de Granada.

2002 Arzobispo de Toledo y Primado de España

2006, nombrado cardenal por papa Benedicto XVI

2008: Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, con sede en Roma

2014, vuelve a España como Arzobispo de Valencia.

Ha vuelto a España con bastante "poder", pero no es Arzobispo de Madrid (Osoro), ni presidente de la Conferencia Episcopal (Blázquez). Es muy distinto de Rouco, más capaz de dialogar con todos, hombre de Benedicto XVI, mas que de Juan Pablo II. No parece conectar del todo con el Papa Francisco, aunque es muy hábil y sabrá abrirse un hueco en el nuevo camino de la Iglesia.

Ciertamente, el tiempo de de la "dirección eclesial" de Rouco y Cañizares ha terminado, no porque haya sido malo lo que han hecho, sino porque pertenece una época ya pasada. Pero Cañizares es muy capaz de reinventarse, y lo hará bien (en un sentido distinto al de Rouco).Escribí en este blog hace ya algún tiempo:

El Card. Cañizares y un servidor hemos empezado corriendo desde bases comunes, tras el Vaticano II, pero tenemos responsabilidades muy distintas, y visiones algo diferentes de la reforma" de la Iglesia. Ambos nos juzgamos católicos y queremos "servir" a la misma Iglesia, pero ya no concuerda nuestra forma de entender el evangelio y la misión del cristiano en el momento actual (aunque creamos en el mismo Jesús y estemos en la misma Iglesia). No quiero (ni puedo) criticar a Cañizares, porque le conozco demasiado bien. Pero puedo y debo mostrar nuestras diferencias, que no son personales, sino de "lugares" en la Iglesia.

Cañizares era un hombre de la "reforma litúrgica" de Benedicto XVI, de quien decía, en una entrevista, años atrás:

El gran aporte del Papa (Benedicto XVI) , en mi opinión, es que nos está llevando hasta la verdad de la liturgia. Con una sabia pedagogía, nos está introduciendo en el auténtico espíritu de la liturgia (como dice el título de unas de su obras principales antes de convertirse en Papa).Él, ante todo, está siguiendo un sencillo proceso educativo que pretende ir hacia este espíritu o sentido auténtico de la liturgia para superar una visión estrecha de la liturgia que está muy arraigada. Sus enseñanzas tan ricas y abundantes en este campo, como Papa y también antes de serlo, así como los sugestivos gesto que están acompañando las celebraciones que preside, van en esta misma dirección. Acoger estos gestos y estas enseñanzas es un deber que tenemos si estamos dispuestos a vivir la liturgia de un modo conforme a su misma naturaleza y si no queremos perder los tesoros y las herencias litúrgicas de la tradición. Además, constituyen un verdadero don para la formación, tan urgente y necesaria, del pueblo cristiano.

Cañizares tiene una visión "tradicional" de España:

Es un momento difícil el que estamos atravesando ahora en España. No es fácil tampoco para los obispos. No creo, por otra parte, que España sea la abanderada o la vanguardia de políticas laicistas. El laicismo, evidente o escondido, y las políticas laicistas, están difundidos en casi todas partes; en algunos países más que en otros, y en algunos con muchísimo poder y fuerza. Hay una fuerza, aparentemente imparable, comprometida en introducir el laicismo en todo el mundo o, lo que es lo mismo, a borrar de la conciencia de los hombres al Dios revelado en el rostro humano de Jesucristo, su Unigénito. Es cierto que en España este laicismo tiene connotaciones especiales, tal vez por toda su historia y su misma identidad. España está sufriendo una transformación muy radical en su mentalidad, en su pensamiento y en los criterios de juicio, en sus costumbres y en los modos de actuar, en su cultura, en resumen, en su naturaleza o identidad. Esto, además, se manifiesta en una gran y profunda crisis o ruptura moral y de valores, tras la cual se esconde una crisis religiosa y social y una fragmentación del hombre. Sin embargo, al mismo tiempo, las raíces y los fundamentos que sostienen a España y la parte más genuina de ella derivan de la fe cristiana, encuentran sustento en ella y en lo que ella cree. Y estas raíces no han desaparecido ni desaparecerán. Un conjunto de leyes, como la del aborto que ha sido aprobada en el Parlamento, además de otros factores, es sin duda el signo de la transformación en acto.

Tengo la certeza absoluta de que España cambiará y volverá al vigor de una fe viva y de una renovación de la sociedad. No podemos bajar la guardia, ni bajar los brazos que deben estar tendidos hacia Dios en una súplica confiada y permanente. Es esencial que, en primer lugar, recupere su vitalidad y su vigor teologal y religioso; que Dios, que se nos ha dado en Jesucristo, sea realmente su centro y su más firme fundamento para ser capaces, como en otros momentos, de crear una nueva cultura y hacer surgir una buena sociedad. Esto es posible. Y, además, nada es imposible para Dios.

Así pensaba, así hablaba Cañizares en una famosa entrevista del año 2011 (cf. http://www.vidanueva.es/2011/02/25/antonio-canizares-solo-la-vida-liturgica-podra-volvernos-verdaderamente-a-dios-2/ ) que yo presenté y comenté en este blog (http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2011/03/07/p290857#more290857 ). Aquellos eran tiempos distintos, "actuaba" como Papa Benedicto XVI y Cañizares era su "ministro" de liturgia para la Iglesia Universal, en Roma. Con la llegada del Papa Francisco (año 2013) aquel "experimento" de Ratzinger-Cañizares fracasó o quedó relegado a un plano muy secundario.

Evidentemente, Cañizares tuvo que dejar Roma, y el Papa Francisco le buscó y encontró una "sede" apropiada: Arzobispo de Valencia (finales del 2014).

Desgraciadamente, no tengo una página dedicada a Cañizares en mi Diccionario de Pensadores Cristianos, aunque quizá la mereciera por sus trabajos de catequesis (más de una vez me invitó a colaborar en su revista de "Teología y Catequesis" (San Dámaso, Madrid) y en la colección de libros que dirigía en la Editorial Marova (donde publiqué con su visto bueno mi obra: Evangelio de Jesús y praxis marxista). Ha escrito dos obras principales:

-- Su tesis en teología: Santo Tomás de Villanueva, testigo de

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