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Las Furias
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Las Furias

Actualizado 06/05/2014
Montserrat González

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Con el sugerente título de Las Furias. Alegoría política y desafío artístico el Museo del Prado ha organizado una de las exposiciones más sorprendentes de los últimos años y que ha contado con un montaje excepcional.

En el inicio de esta historia, como de tantas otras, está Homero, a quien debemos la primera descripción del Hades en el undécimo canto de la Odisea (576-600) y, en ella, la aparición de los cuatro personajes protagonistas de esta exposición: Ticio, cuyo hígado devoraban dos buitres por haber intentado violar a Letona, amante de Zeus y madre de Apolo; Tántalo, intentando inútilmente conseguir alimento por haber servido a los dioses, como festín, a su hijo Pélope; Sísifo, condenado a los infiernos por haber delatado los amores de Zeus con Egina y obligado a llevar una enorme roca hasta la cima de una montaña para ver cómo, una vez allí, la roca volvía a caer al llano y él debía reanudar su penosa labor y por último Ixión, condenado a dar vueltas eternamente en una rueda por haber intentado seducir a Hera.

Por tanto, la primera lectura que nos ofrece esta exposición es la de ilustrar la vida de estos seres mitológicos condenados por desafiar a los dioses y sus desventuras en el Hades. Seres, en cuyas torsiones podemos encontrar un sentimiento de culpa reprimida convertida en fuerza destructiva, en tormentoso remordimiento.

Pese a su origen clásico, las Furias irrumpen en el mundo del Arte en 1548 cuando María de Hungría solicitó a Tiziano para su palacio de Binche, junto a la actual Bruselas, cuatro lienzos con estos cuatro personajes identificados con los príncipes alemanes que habían osado alzarse frente a su hermano, el emperador Carlos V, y a quiénes este había derrotado en 1547 en la famosa batalla de Mühlberg. Por tanto, la siguiente lectura de esta exposición tiene que ver con la alegoría política, concepto totalmente nuevo en la historia del Arte español hasta ese momento. Las historias de Ticio, Sísifo, Tántalo e Ixión significaron la rebelión de los gigantes contra la autoridad de Júpiter, representando las victorias del emperador Carlos V sobre sus enemigos.

Las Furias fueron un auténtico reto para Tiziano, que recibía su primer encargo imperial que no era un retrato y su incursión en la alegoría política. Para ello ejecutó enormes composiciones de una sola figura, de gran monumentalidad y un pathos dramático que sólo podía encontrar en la escultura clásica y en Miguel Ángel, sobre todo tras la estancia de Tiziano en Roma en 1545-46. La exposición muestra un sorprendente dibujo de Miguel Ángel de Ticio de 1532 perteneciente a The Royal Collection, de Londres que constituye el único precedente iconográfico para este tema. Ticio aparece encadenado en una roca, pero lo más sorprendente es que en el reverso de la hoja que había usado para su representación, Miguel Ángel retomó la figura sufriente de Ticio, pero rotándole noventa grados, convirtiéndola en la figura de Cristo resucitado, apenas esbozado. El artista se sirvió de la figura del pecador consumiéndose en el equivalente al infierno pagano para trazar la figura del Salvador. ¿No es fascinante? Lo sagrado y lo profano juntos, las dos caras de una misma moneda, como diría mi buen amigo Roberto García Sanz.

Tiziano también acudió a la escultura clásica como fuente de inspiración para sus composiciones. La figura del Laocoonte, escultura helenística de la Escuela de Rodas cuya exhumación se produjo en 1506 y considerada como "Exemplum artis et doloris", y en palabras de Plinio: "la creación suprema, la más perfecta" supuso un referente para los artistas del Renacimiento. En esta exposición podemos apreciar su importancia a través de un vaciado de 1887 conservado en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y que ocupa el centro de la exposición facilitando un fantástico juego formal entre las creaciones de Tiziano, Rubens y Ribera que rodean el grupo escultórico.

Con el tiempo, las Furias se convirtieron en un vehículo perfecto para expresar la dificultad máxima en el Arte. Este asunto ofrecía la posibilidad de realizar enormes desnudos en escorzos inverosímiles para expresar el dolor de sus protagonistas. La influencia de Caravaggio y su fuerte tenebrismo fueron utilizados por Ribera y los tenebrosi abrumando al espectador con los aspectos más truculentos y las expresiones más desgarradas.

En torno a 1700 esta temática dejó de tener vigencia recuperándose en el siglo XX cuando escritores, artistas y pensadores utilizaron estos mitos como símbolo de lo absurdo del hombre contemporáneo. El propio Camus escribía en El mito de Sísifo la siguiente reflexión, recogida como punto de partida de la exposición: "Los mitos están hechos para que la imaginación los anime". O de la lucha titánica del hombre frente a la adversidad, como fue el caso de Rosa Luxemburgo que los utiliza como ejemplo de lucha y combate contra la explotación obrera.

Y así, las creaciones de Tiziano, Rubens y Snyders o Ribera establecen un perfecto diálogo en torno a la imagen de Laocoonte hablándonos de imitación, originalidad y emulación en el Arte y conversando con el propio visitante, transmitiéndonos una sorprendente variedad a la hora de reflejar actitudes y movimientos ante el dolor o la propia representación de los distintos estados de ánimo ("affetti") con enorme fuerza. Todo ello en un estilo recio y poderoso, como el del mismo Ribera; portentosa su versión de Ticio, 1632, que siempre puede contemplarse en el Museo del Prado.

Para ver más:

https://www.museodelprado.es/exposiciones/info/en-el-museo/las-furias-alegoria-politica-y-desafia-artistico

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