Hay que inventar respiraciones nuevas.
Respiraciones que no sólo consuman el aire,
sino que además lo enriquezcan
y hasta lo liberen
de ciertas combinaciones taciturnas.
Roberto Juarroz
En la Biblioteca Pública Municipal Gabriel y Galán han puesto en marcha una actividad que cuenta con la colaboración de todos sus lectores para que llegue a buen término. Nos invitan a poner por escrito nuestros cinco libros favoritos, aquellos que por una u otra razón han dejado huella en nuestra memoria lectora y fueron leídos, quizá, en algún otro verano. La idea es hacer una exposición con los más votados y publicar al mismo tiempo una Guía de lectura, con el objetivo de acercar esos libros a otros posibles lectores.
Es algo muy sencillo, pero ya se sabe que este tipo de propuestas son las que al final mejor funcionan. Y si no, recuerden cómo nos movemos las personas a la hora de elegir no sólo libros, sino películas, ropa o restaurantes: la recomendación de amigos es lo que suele primar por encima de todo.
Es verdad que las prescripciones de los profesionales siempre nos ofrecen un plus de seguridad, pero buscar su complemento en la horizontalidad de los iguales, es decir, que sean los otros lectores quienes además nos hablen de sus libros, también son efectivas.
Recuerdo, como ejemplo para afirmarme en lo dicho, algo que presencié en una de las librerías más sugerentes que he conocido: la bretona Dialogues, hace ya la friolera de veinticinco años. En las diferentes secciones que la conformaban, donde, por cierto, ya en aquel tiempo uno disponía de sofás para consultar los diferentes títulos, los libros expuestos iban circundados por una faja en la que los lectores escribían sus opiniones sobre el título en concreto.
Es seguro que ahora hay más de una librería y biblioteca que hacen esto o cosas parejas de manera habitual, y eso que habremos ganado en información complementaria sobre la recomendación de libros que merecen la pena, como también ocurre con la propuesta de la biblioteca municipal. Encontrarse con una selección de títulos, más allá del marketing y las novedades editoriales, basándose solamente en lecturas que nos resultaron apasionantes, que dejaron un poso que nos incita a volver a ellas o descubrirlas con otros ojos, no es cosa baladí.
La propuesta de las bibliotecarias de la Gabriel y Galán, me ha hecho recordar que hace un artículo o dos que no les recomiendo o hablo de lecturas que me han conmovido y revuelto las meninges. Así que me pongo a ello, constatando que, curiosamente, todas ellas han sido gratificantes lecturas veraniegas.
La primera tiene que ver con algo que solemos practicar de forma más habitual cuando llega el buen tiempo. Su título es Elogio del caminar, y comienza de esta manera tan sugestiva: El caminar es una apertura al mundo. Restituye en el hombre el feliz sentimiento de su existencia. Lo sumerge en una forma activa de meditación que requiere una sensorialidad plena. A veces, uno vuelve de la caminata transformado, más inclinado a disfrutar del tiempo que a someterse a la urgencia que prevalece en nuestras existencias contemporáneas. Caminar es vivir el cuerpo, provisional o indefinidamente. Recurrir al bosque, a las rutas o a los senderos, no nos exime de nuestra responsabilidad, cada vez mayor, con los desórdenes del mundo, pero nos permite recobrar el aliento, aguzar los sentidos, renovar la curiosidad. El caminar es a menudo un rodeo para reencontrarse con uno mismo.
David Le Breton es su autor; antropólogo y sociólogo francés, interesado por la construcción social y cultural del cuerpo humano, en este libro reflexiona, con un texto formalmente muy cuidado, sobre las diferentes significaciones que puede tener el camino. Juega con las lecturas que entrelazan el goce físico de moverse, con la reflexión que el deambular produce en quien lo practica.
Lo que me lleva a dar un nuevo paso y hacerles mi segunda recomendación: hablo de un texto clásico que, desde hace algunos años, recobra un cierto protagonismo entre nosotros, gracias a las referencias de autores como Auster, Manguel o Vila-Matas.
En este caso se trata de un viaje interior ¡alrededor de una alcoba!, donde el autor, Xavier de Maistre, se encuentra confinado durante 42 días por cuestiones que ustedes mismos descubrirán cuando lean el libro. En ese desplazamiento íntimo, obligado por las cuatro paredes que lo rodean, se plantea reflexiones tan lúcidas como: ¿Y por qué rechazaría los gozos esparcidos en el difícil camino de la vida? Son tan escasos, están tan diseminados, que habría que estar loco para no pararse, e incluso desviarse del camino para recoger todos aquellos que están a nuestro alcance. Nada hay más atractivo, en mi opinión, que seguir las ideas siguiendo su rastro, como el cazador persigue la presa sin pretender seguir ninguna ruta. De modo que, cuando viajo por mi habitación, rara vez recorro una línea recta; voy de mi mesa hacia un cuadro que está colocado en un rincón, de allí parto oblicuamente para ir a la puerta; pero aunque al partir mi intención sea dirigirme allí, si me encuentro en el camino con mi butaca, no me lo pienso, y me acomodo de inmediato. Qué excelente mueble es una butaca, es sobre todo de lo más útil para cualquier hombre meditativo.
Las pisadas que va dando este artículo, como descubrirá el avezado lector, nos van llevando de las cosas del afuera hacia las del adentro, y comprobamos gozosos que la lectura nos permite caminar en las dos direcciones, al mismo tiempo, y sin ningún problema.
Pero entrando en ese juego libérrimo del pensamiento que nos propone Maitre en su texto, quería hacerles dos nuevas y últimas propuestas de lectura, aparentemente más tradicionales, pero que, al final y a la postre, veremos que siguen la senda propuesta por los dos autores citados hasta el momento.
Juguemos primero con el resbaladizo concepto de afuera y hablemos, aunque sea mínimamente, de El libro del verano, de la autora finlandesa Tove Jansson, que recoge diferentes secuencias veraniegas en la relación, no siempre fácil, entre una abuela y su nieta en una isla del golfo de Botnia. Con un tono un tanto ascético pero no exento de lirismo, la naturaleza del lugar (el afuera) es el tercer protagonista de la historia.
El último texto nos habla de interiores, de una zona que, por cierto, conocí con el libro de la mano. Se trata de Trás-os-Montes. Un viaje portugués, de Julio Llamazares. No, no es una guía sobre esta región portuguesa. Recoge las impresiones de un viajero, (las del autor relatando en tercera persona), que siempre se ha movido para no llegar a ninguna parte, desviándose, según sus propias palabras, y que en este caso lo hace por una comarca como huida del tiempo. Relata lo que ve y siente, por ese motivo se puede hablar de un viaje literario, o lo que sería lo mismo, un viaje interior (el adentro).
Si las lecturas se les quedan cortas, porque el verano, si no nos acucia el tiempo marcado por lo que denominamos responsabilidades, se presta a cierta elasticidad. En ese caso, digo, les recomiendo consultar las recomendaciones que las bibliotecas amigas, las que tienen más a mano, suelen hacernos para estos tiempos caniculares.
Por mi parte, les propongo que echen un vistazo a las recomendaciones ofrecidas en alguno de mis artículos, junto a las últimas que me han llegado de la Biblioteca Pública Municipal Torrente Ballester y la Biblioteca CIVICAN de Pamplona. O los libros (también para los más pequeños) que seleccionan el Club Kiriko y Un punto curioso.
Hay, ciertamente, otras muchas lecturas que en sus paseos o caminatas estivales, a poco que fijen su mirada, se pueden encontrar, si deciden leer > verano.
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