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“Hasta llegar a la bofetada hay un maltrato previo con insultos y vejaciones que nadie protesta y ...
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Marta del Pozo Pérez, profesora de Derecho Procesal

“Hasta llegar a la bofetada hay un maltrato previo con insultos y vejaciones que nadie protesta y ...

Actualizado 16/11/2014
Rosa Fernández

Coautora de 'Violencia de género e igualdad en el ámbito rural', afirma a SALAMANCArtv AL DÍA que las mujeres cada vez piden menos protección y no denuncian porque no confían en la Justicia

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Marta del Pozo Pérez, profesora de Derecho Procesal de la USAL, es junto a Carmen Delgado, Marta León y María Luisa Ibáñez autora del libro 'Violencia de género e igualdad en el ámbito rural' presentado esta semana en Salamanca. En el prólogo, José Ángel Domínguez, vicerrector de Promoción y Coordinación, escribe que "ojalá que en próximos años textos como éste sean sólo dignos de estudio por los/as historiadores/as que, desde una sociedad igualitaria, se dediquen a desentrañar porqué en la sociedad que hoy vivimos no se había alcanzado la igualdad".

Se habla mucho de violencia de género en el ámbito urbano pero apenas se conoce lo que ocurre en el medio rural, ¿por qué surgió este libro?

El origen fue una propuesta de Caja Duero para realizar conferencias, después lo planteamos al Instituto de la Mujer, vio el proyecto viable y nos lo concedió durante tres años. Nos pareció que era la manera más adecuada de llegar a las mujeres del ámbito rural, con conferencias y entregándoles el libro, para tener una guía de consulta fácil con preguntas y respuestas y otra de recursos para saber dónde tienen que acudir.

¿La mujer rural maltratada se siente más indefensa?

Sí. No hay perfil de mujer maltratada, es un tabú que hay que erradicar. Puede ser cualquiera, pero si vive en una zona rural lo tiene más difícil para acceder a recursos o información, a la formación, tiene más presión ambiental y añadida que no se tiene en grandes núcleos de población. No es igual denunciar en Salamanca que en un pueblo pequeño.

¿Qué puede hacer una maltratada que depende económicamente de su maltratador?

Lo tiene difícil en un momento de crisis económica. Asistir a una de nuestras charlas que son interdisciplinares, donde le damos información, aclaramos dudas y ayudamos. Hay que intentar llegar a ellas como sea, por eso hemos tenido claro que tenía que ser en zonas rurales, en Salamanca ya hay información.

¿Cómo reaccionan cuando van a pueblos pequeños?

Todas las mujeres se muestran agradecidas, nos cuentan cuestiones personales, a algunas las derivamos a asociaciones que trabajan muy bien. Se emocionan al contar su sufrimiento en épocas duras. Es gratificante que una mujer te diga que por primera vez alguien ha verbalizado lo que ella ha sentido, esta experiencia ha sido una de las mejores de nuestra carrera docente e investigadora.

Violencia física que puede llevar a una mujer a la muerte y psicológica, ¿cuál se da más en el entorno rural?

Ese es otro tabú. Se piensa que el maltrato es la bofetada, pero hasta llegar ahí existe un maltrato previo y sutil, menosprecio, vejaciones, insultos que nadie protesta y todos toleran. Hay maltrato psicológico, físico y económico, al controlarle el dinero y no dejarles ni un euro para café, no permitirle relacionarse con sus amigas? Normalmente, antes del maltrato psicológico existe el físico, pero el psicológico es una huella que queda en el alma de por vida, por eso es muy importante la asistencia psicológica especializada a las víctimas de violencia de género.

No hay un perfil único de mujer maltratada, pero tampoco de maltratador. En el libro hacen referencia al 'pitbull' y al 'cobra'.

No lo hay, pero hay estudios psicológicos con dos grandes bloques de maltratadores. Uno es el 'pitbull', que aparentemente no tiene problemas, está integrado en la sociedad y bien valorado, pero que es peligroso porque actúa como un perro de presa y cuando su mujer decide contarlo es cuando sufre el mayor riesgo para su vida, serían el 80% de los maltratadores. El resto, se englobaría en los 'cobra', una persona fría, calculadora, cómoda en el conflicto, sin problemas cuando su mujer lo deja porque la sustituye y vuelve a maltratarla.

¿Le preocupa que haya jóvenes con comportamientos machistas y denigrantes hacia la mujer?

Tenemos una gravísima preocupación, hay dos franjas de edad, una de 60-75 años donde no estamos llegando bien, ni funcionando las normas jurídicas y se genera un repunte de la violencia en el ámbito de la pareja o expareja y otra, la de los jóvenes. Me preocupa que las chicas de 15-20 años se piensen que es normal determinadas actitudes que tienen sus parejas hacia ellas de control, imposición, de no permitirle determinada ropa. Ahora el control por las redes sociales es brutal, es una cuestión de educación y me preocupa que no tengamos una asignatura que eduque en y para la igualdad desde la infancia. En nuestros grados no tenemos asignaturas que traten estos temas, salvo en Enfermería y ahí tenemos la dificultad de llegar a determinados estudiantes. Deberíamos haber aprovechado la reforma para introducir asignaturas transversales de igualdad, para un arquitecto, médico, matemático o criminólogo; o asignaturas optativas que formen en igualdad. Se trabaja a nivel de máster y doctorado, se hacen cursos extraordinarios, pero no estamos llegando a nuestros estudiantes. Hay que educar en relaciones de amor igualitarias, si un hombre somete, domina o pisotea no te quiere porque no te deja ser tú misma y los celos son siempre malos, eso es una señal de alarma y maltrato; esto es un nuevo terrorismo, tendría que ser una cuestión de Estado.

¿La pérdida de referentes en los jóvenes puede influir en ese repunte de la violencia?

El problema es que no tienen más que a personas chabacanas que ven en los medios de comunicación, los referentes de las jóvenes no son mujeres independientes y de ellos no son hombres igualitarios. Hay que plantearse cada día qué es lo que puedo hacer yo en mi día a día por erradicar la violencia. A lo mejor hay que empezar por no reír ante un chiste machista. Estamos perdiendo muchas oportunidades y cuando más avance, más difícil será canalizarlo, se nos escapará de las manos. Pero hay que intentarlo, luchar la sociedad.

¿Por qué hay mujeres jóvenes que ven con naturalidad el control casi enfermizo que realizan sus parejas de su vida, de sus movimientos?

Estamos dando un mal mensaje a los jóvenes. Les estamos haciendo identificar a las chicas el amor romántico con el control, los celos, la posesión o el sometimiento y no tiene nada que ver. Además, los estereotipos de la sociedad reproducen mujeres jóvenes que no son las reales, en música, libros, películas? cuando eso no se contrarresta con la educación tenemos un granero de potenciales agresores y víctimas.

¿En qué están fallando las leyes?

Ha llegado el momento para reflexionar y ver si hay que realizar cambios en la Ley Integral. Llevamos diez años, hay que hacer un balance serio y riguroso, porque el maltrato no deja de crecer y siguen muriendo mujeres. La Ley puede hacer más, el control telemático se tiene que incrementar. Hay que aprovechar los recursos que tenemos y hay que conseguir que los magistrados y magistradas que estén al frente de un juzgado de violencia sobre la mujer de verdad tengan perspectiva de género, que sepan lo que es. Porque hay resoluciones judiciales que llaman mucho la atención. Ahora cada vez se dan menos órdenes de protección, nos tenemos que plantear por qué. Las mujeres cada vez piden menos protección, denuncian menos y menos condenas y hay un gran problema, no confían en la Administración de Justicia. Hay que replantearse lo que estamos haciendo.

¿Por qué siguen aumentado los casos de maltrato?

Hay muchas razones. No hay educación en y para la igualdad, no aislamos socialmente a los maltratadores, no los señalamos; nos reímos de los chistes machistas, hay series y libros con estereotipos de género, sigue habiendo publicidad sexista, mezclamos la violencia de género con otras cosas o se repiten micromachismos. Todo ese caldo de cultivo hace que, a pesar de los esfuerzos, no se llegue, aunque seamos más los y las igualitarias, pero no damos los pasos adecuados. Si a eso se suma la desconfianza de la mujer en la Justicia, la falta de recursos, los recortes?tenemos la situación actual. Ahora es muy duro para la mujer denunciar, siempre es ella la que tiene que esconderse, sin asistencia psicológica especializada, no tiene ayudas; es duro decidirse para encontrarse con una situación terrible, huyendo de su casa, porque eso la culpabiliza.

En ocasiones son otras mujeres de su entorno las que apuntan a la víctima.

Sí, mujeres y hombres. Siempre hay un sector de la población que justifica la violencia de género con expresiones como qué le habrá hecho ella, qué le diría, él tendrá un mal día?pero hay que dejar claro que el maltratador no es un enfermo, es una persona corriente, es autor de un hecho delictivo y como tal hay que tratarlo. Hay que meterlo en prisión, hay que aislarlo de la sociedad. Todavía el maltrato sutil ?chiste, vejación? lo conocemos en nuestro entorno y nadie lo para, todos tenemos la culpa porque lo consentimos.

¿Ve el final de la violencia de género?

No soy nada optimista. Es difícil de erradicar, con ese repunte de las generaciones jóvenes, me asusta cuando una chica considera normal que su novio le envíe 150 wasap en media hora y le haga preguntas para controlarla. Y las amigas le refuerzan en su posición. Al chico eso no le pasa, le dirían sus amigos 'déjala, qué pesada, te está vigilando'. Tenemos un problema de socialización desde la infancia y hay que trabajar en esto porque de lo contrario tendremos generaciones perdidas, desigualitarias. El asesinato es el final de la violencia, pero las macroencuestas del Instituto de la Mujer calculan que cada año hay más de dos millones de mujeres víctimas de violencia de género en España, de todas las edades y clases sociales. Lo estamos haciendo muy mal a todos los niveles, educativos, legislativos, judiciales o políticos; es culpa de la sociedad en general. Nos quedan décadas de trabajo, hay que realizar un análisis riguroso y hay que intervenir ya y dar un giro al enfoque.

Fotos: Jennifer Hocke

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