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La hipocresía del fair play
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La hipocresía del fair play

Actualizado 02/05/2014
Manuel Rodríguez Fraile

¿Juego limpio o juego libre? Esa es la cuestión.

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Es innegable que en estas últimas semanas nuestro país es el centro del fútbol europeo. Exportamos jugadores, porteros, entrenadores. Nuestro equipos están presentes en los todos los grandes torneos, pero los intereses deportivos ? también los comerciales y políticos ? se continúan doblegando al poder de los "petrodólares" lo que vacía de contenido aquel el lenguaje que incluía valores como "rivalidad regional o local" "orgullo de vestir la camiseta" "gol del honor" "prestigio del club" o "la dignidad de participar" Cierto que algunas de estas expresiones aún se escuchan pero carentes casi por completo de su original significado. Y es que hoy el deporte se ha transformado en espectáculo, en un negocio más. Un negocio con mucho ánimo de lucro. Los socios son ahora accionistas y las competiciones deportivas, de cierto nivel, entretenimientos carísimos. Y si algunos se empeñan siguen defendiendo que es un "arte" ¿por qué no está gravado con el 21% de IVA?

Qatar Investiment Group (QIG) es la empresa propietaria del Paris Saint Germain y ahora quiere irrumpir en el mundo del baloncesto. El dueño de QIG es un jeque qatarí que ha colocado a otro jeque amigo suyo en la Presidencia del prestigioso club de fútbol francés. Otra empresa del este mismo país ? Qatar Airways - es el "generoso" sponsor del Barcelona CF. Igualmente "generosos" son los patrocinios que Fly Emirates (líneas aéreas de los Emiratos Árabes Unidos) tiene suscritos con equipos como el Real Madrid, el Arsenal o el Milán. Sólo por poner algún ejemplo de las millonarias aportaciones de capital procedente del petróleo que mueve este gran negocio que es hoy la farándula futbolística.

Los "astros de balompié" esos a los que califican como "galácticos" y otras estrellas del deporte, disfrutan de salarios a todas luces desorbitados, en ciertos casos ofensivos para el común de los mortales, gozan de ventajas en sus impuestos, cuentan con la atención sanitaria de prestigiosas y lujas instalaciones con tecnología de vanguardia y son cuidados por los mejores profesionales. Y, por si el negocio de por sí no fuera suficientemente lucrativo para los protagonistas y dirigentes de este esperpéntico mundo, se realizan contratos de dudosa legalidad con menores de edad, se desvían fondos a cuantas particulares, se escamotean impuestos.

Los inmensos recursos económicos procedentes del petróleo están secuestrando el mundo del deporte, también algunos otros "dineros" de dudoso origen. En medio de este turbio panorama los protagonistas más relevantes de muchas disciplinas deportivas protagonizan campañas para promocionar el "fair play".

¿Juego limpio? ¿Acaso es juego limpio la falta de honestidad de altos responsables inculpados, cuando no cumpliendo ya condena, por delitos de estafa, falsedad documental o evasión de impuestos? ¿Acaso es juego limpio, por parte de las Federaciones mundiales o europeas de los distintos deportes conceder la celebración de juegos, torneos o campeonatos a países que no se distinguen precisamente por el talente democrático de sus dirigente o con regímenes que violan de forma permanente - y con el consentimiento silencioso de la Comunidad Internacional - los derechos de muchos de sus ciudadanos? ¿Acaso es juego limpio, el tráfico y uso de sustancias dopantes?

¿Juego limpio? No. Más bien free play, juego libre porque parece que las elementales reglas, muchas de ellas no escritas, que debieran estar vigentes, ya no tienen ningún sentido y todo vale para rentabilizar las inversiones.

Y yo, me pregunto, si el deporte es, según dicen, motor de multitudes, generador de recursos económicos, potente herramienta para la educación de las futuras generaciones ¿no podría también considerarse un elemento de política exterior en el más respetable sentido del término? ¿Podría ser una medida efectiva, frente a ciertos gobiernos, que el Comité Olímpico Internacional les negase la celebración de unos Juegos si no demuestran avances contrastables en el respeto de los derechos de las mujeres, o que las Federaciones de fútbol, automovilismo, tenis, baloncesto o motociclismo rechazaran sus solicitudes para que en dichos países tuvieran lugar torneos o campeonatos a modo de "medidas de presión"? Tal vez, ese cuestionamiento internacional serviría de algo. Lo cierto es que las repercusiones económicas serían importantes y no creo que los responsables de dichos organismos, bien pertrechados tras su engañosa imagen de deportividad, estén por la labor.

Pan y circo, en la actualidad casi más circo que pan. En mi opinión, sin una mínima ética humana y deportiva, únicamente a base de pagar generosamente hipócritas campañas multimillonarias sobre fair play en el deporte, terminaremos por hacer buena la frase del Barón de Montesquieu: "El deporte gusta porque halaga la avaricia, es decir, la esperanza de poseer más."

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