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Ernesto  Cardenal celebró su 95 cumpleaños con María Ángeles Pérez López
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ACTO CULTURAL

Ernesto  Cardenal celebró su 95 cumpleaños con María Ángeles Pérez López

Actualizado 28/01/2020
Valentín Martín

La poeta y profesora de la Universidad de Salamanca, responsable de la edición, presentó las obras completas del nicaragüense en la Casa de América de Madrid

Cuando Alejandro Sierra, director de Editorial Trotta, le propuso a Ernesto Cardenal agavillar en un solo libro todas sus obras, el cura poeta nicaragüense sólo puso una condición: que la responsable de esas 1.700 páginas fuese la española María Ángeles Pérez López. A ella se confió y a ella entregó lo mejor de sí mismo, que es su poesía a mi modo de ver.

Yo creo que Ernesto Cardenal y María Ángeles Pérez López se llevan muy bien. Se atisba en la condición sine qua non de él y en la pasión con que ella ha hecho su trabajo. ¿Trabajo? Yo creo que ha sido un acto de amor al servicio de todos los mundos que hay en ella: el idioma, la literatura, América, los libros, la universidad, el compromiso.

En el compromiso es donde los veo yo más cerca. Ernesto Cardenal nació con él puesto, antes de cura y antes de ministro de Cultura. Dejó de ser cura durante el tiempo que el Papa Wojtyla quiso. Llevado por su odio al comunismo, el polaco abroncó públicamente al vasallo Cardenal de rodillas este ante el representante de Dios. Dejó de ser cura Ernesto pero no dejó de ser marxista y vigoroso defensor de la teología de la liberación en Latinoamérica, Dejó de ser ministro de Cultura porque a un país tan pobre se le acabaron las perras y suspendió ese departamento. Pero a Cardenal no se le acabó nunca el coraje para cantarle hace poco las cuarenta al presidente Daniel Ortega.

Ernesto Cardenal no fue Premio Nobel porque, después del broncazo público de Wojtyla -a quien se le olvidó que su mano derecha de entonces, Ratzinger, había sido miembro de las juventudes hitlerianas, y que él mismo había acariciado la cabeza de Marcial, fundador de los Legionarios de Cristo y violador de 175 niños- la Academia Sueca no se atrevió. Porque lo de marxista no cuela, después de ver con el título a Pablo Neruda, comunista hasta morir envenado por los generales, lo mismo que Arafat.

Ernesto Cardenal llega a los 95 años debajo de su boina. (Ahora que se lleva tanto acordarse de la España vacía o vaciada, recuerdo que en los 60 los universitarios de Salamanca nos propusimos reivindicar el mundo rural como parte de nuestra cultura y exigir más atención del poder hacia los campesinos. Como gesto, miles de universitarios salmantinos aparecimos durante días con boina. Una tienda de la calle Prior se puso las botas al vender varios cargamentos de boinas).

El de la boina -Ernesto Cardenal- ha escrito mucho, ha peleado mucho, es un traductor fecundo de los latinos, pero también de la literatura norteamericana donde habitan Ezra Pound, Archibald McLeis o Thomas Merton. Y es muy tuno. Porque mandó varios videos recitando algunos poemas. Entre ellos, escogió hermosos epigramas donde relumbra el amor a las muchachas. Cualquier clase de amor es bien recibida, eso ya se sabe.

Cuando la protagonista del acto -nuestra María Ángeles Pérez López- empezó a hablar sucedió lo de siempre: la tarde se paró, el silencio se silenció, y se hizo en la sala otra burbuja de devoción. Ahí se vio que el de la boina que no fue Premio Nobel por culpa del Vaticano, no sólo entiende de muchachas y sus quereres, sino de este raro y hermoso oficio de escribir.

Resultó otra vez que no sabes qué admirar más en María Ángeles, si su sabiduría a la hora de hilar todos los universos que tengan que ver con la levadura sustancial que nos congrega en torno a ella -en este caso Ernesto Cardenal- sino cómo es capaz de mantener viva la candela de la atención sin que decaiga un instante, seducidos todos por su palabra. No sé si fue media hora o así (el tiempo en torno a María Ángeles, cuando ella se pronuncia, vuela) pero nos dimos cuenta los que allí estábamos de que a una frase suya seguiría otra bien nutrida de perfiles y conocimientos inéditos o semiolvidados. En media hora de María Ángeles Pérez López, caben todos los 95 cumpleaños de Ernesto Cardenal. Y así, casi un siglo sabe muy rico y a poco.

Recitó Sara del Río, la chiquilla de bachillerato que quiere ser actriz. Empezó con el poema de Ernesto Cardenal quizás más difícil, por largo y porque lleva dentro, además de bellísimas imágenes líricas, una bomba de relojería. Porque si hay algo que diferencia a Cardenal del resto de poetas, es que en ese mismo tiempo en que se mataba sin parar, él se atrevió a escribir al mundo "Oración por Marylin Monroe". El verso final "¡Contesta tú al teléfono"! Es una acusación, un directo a la mandíbula de los asesinos.

Y mientras oía a Sara del Río recitar esa Oración, me vinieron a la memoria muchas cosas que estaban sembradas en mí desde años, por la aportación de Luis Gasca y otros investigadores.

Aclaremos: a Marylin Monroe no la compartieron los hermanos Kennedy. Primero fue novia del Kennedy grande, cuando el Kennedy grande ejercía de presidente. Y ahí cometió un error que estuvo a punto de costarle la vida. Fue cuando el 19 de mayo de 1962 ella apareció por sorpresa en el Madison Square Garden de Nueva York cantándole happy birhtday, Mr. President ante más de quince mil personas. A quien mataron luego fue al presidente y no lo mató Oswald.

Posteriormente fue novia del Kennedy chico, que iba para presidente. Mataron al Kennedy chico, aunque no lo mató Sirhan. Tener un palestino a mano para echarle la culpa siempre viene bien.

¿Y quién explica el "suicidio" de Marylin? Oficialmente el caso se cerró como muerte voluntaria por sobredosis de nembutal. Pero ¿dónde estaba el frasco vacío de las pastillas de nembutal que ella se había tomado? ¿Y por qué en el estómago de Marylin el forense no encontró rastro de nembutal? Donde sí había grandes dosis de nembutal era en su sangre. ¿Quién se lo había inyectado si en su habitación no había ninguna jeringuilla?

Ernesto Cardenal, en su poema "Oración por Marylin Monroe" se apiada de su soledad, la ve como un astronauta perdido en el espacio, pero no deja pasar por alto el último gesto de ella intentando pedir socorro por teléfono. La condición de poeta de Cardenal no le empuja al lirismo y va reptando hacia la verdad.

Cerró el acto el Niño de Elche. Y fue un instante mágico, como corresponde a un poeta casi centenario, una leyenda, por parte de un cantaor que siempre estuvo unido tanto a Ernesto Cardenal como a María Ángeles Pérez López, por el compromiso. Lo que hizo el Niño de Elche es lo que la noche poética pedía y sólo él supo verlo. Después lo supimos: el Niño de Elche tiene desde hace muchos años en su mesita de noche tres libros con la poesía de Ernesto Cardenal. Lo que sucedió fue la consecuencia de un amor.

Todo ello pasó en la Casa de América, donde no hay mar que nos separe a los de allí y a los de aquí. Está en los escasos corazones de la belleza de Madrid, junto a la alcaldía que Gallardón se inventó acompañando a La Cibeles, y que nos dejó un rastro de deuda de 8.000 millones de euros que aún estamos pagando.

Antes fue el Palacio de Linares, donde Berlanga rodó su película "Patrimonio nacional" y donde habitan los fantasmas de José Murga y Raimunda, hija de una cigarrera de Lavapiés que se casaron a pesar de ser hermanos y saberlo. Y que contra a la prohibición papal de tener relaciones sexuales, no pudieron resistirse a la tentación de la carne y de ahí nació la niña Raimundita, a quien emparedaron viva.

Embebido por el hermoso palique de María Ángeles Pérez López no me di cuenta de escuchar el eco de Raimundita. Pero camino de casa, sí que me acordé de Carmen Díez de Rivera que también se enamoró de su hermano Ramón, hijo de su padre Serrano Suñer. Estos dos sí pararon a tiempo.

Parar: hay noches que no debería pararse nunca.

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