Silencio, se rueda

En medio de la algarabía general, suena el megáfono y una voz sin concesiones anuncia: Silencio, se rueda. Se cortan en seco todas las conversaciones y desaparecen todos los ruidos. Puede iniciarse la escena en medio del silencio total. Esto sucede una y otra vez cientos de veces a lo largo de cualquier película.

¿Dónde encontrar hoy el megáfono adecuado y la voz conveniente para poner algo de silencio social y evitar, al menos de vez en cuando, el ruido que rueda por esa caca de percusión que es la sociedad y el mundo entero? El ciudadano está presionado desde todos los lados, apenas cuenta con medios para liberarse de tanta trampa sonora, la excesiva información que aparece y desaparece no le deja en paz, los anunciantes de todo tipo le persiguen por todos los medios en cuanto se asoma a cualquier esquina real o digital.

Y está además el ruido real, embalado en decibelios, que lo llena casi todo, desde el bar hasta la casa, desde la calle hasta la música de la feria?

Y sin embargo casi teme al silencio, porque ante él se siente inerme y sin saber qué hacer con él; es como un espacio desconocido ante el que se siente perdido, como una herramienta desconcertante que ya no sabe manejar. Alguna que otra vez pienso que en la iglesia, por ejemplo, ya no se sabe qué hacer con el silencio y se meten veinte minutos de sermón en cada misa y siete canciones rellenándolo todo, a veces incluso con pésima calidad musical, y se oculta el silencio y se dilapida la riqueza del mundo interior. Algo de esto pasa con la consabida música de fondo, que disimula el silencio, lo evita con elegancia y manipula algo tan alto y pofundo como la buena música.

Todo esto y más que se podría decir, con algunas precisiones. Porque hay un silencio impuesto que propiamente no lo es y que violentamente tapa la voz libre de quien lo padece y hay un silencio voluntario, no porque no tenga nada que decir sino porque elige callar.

Hay un silencio peligroso, o porque hace pensar o porque deja pensar o porque obliga a pensar. O al contrario porque no dice lo que debiera y calla cuando habría que levantar voz.

Hay un silencio positivo; porque de él brotan las raíces y las ramas del árbol de la vida. Es un silencio sonoro, lleno de ecos de humanidad y de voces de trascendencia.

En resumen, si falta el silencio positivo, la vida se adelgaza hasta extremos mortales. En este sentido el silencio es vida.

No lo olvides: guarda, protege y vive tu silencio y cuídate.