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Primaveras pendientes
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Primaveras pendientes

Actualizado 25/05/2019
Fructuoso Mangas

Ahora que andamos a más de media primavera, me atrevo a desear algunas primaveras que se nos retrasan desde hace años, porque la cosa viene de lejos.

En primer lugar me impresiona desde que tengo memoria el invierno de nuestra provincia, desde La Fregeneda hasta Cantaracillo y desde Parada de Rubiales hasta Lagunilla, son 12.000 kms cuadrados y 350.000 habitantes que en cuanto a envejecimiento superan la media nacional y la regional. Basta salir a la calle y mirar a la gente que va y viene cuando los estudiantes están de vacaciones, es una ciudad de tercera edad, dicho sea con todo respeto (yo también estoy y a gusto en ellas, en las dos, en la ciudad y en la edad), pero es la realidad estadística, que a poco que se piense y se mire impresiona un poco. Y la impresión es peor si se recorren los pueblos que no son del alfoz, tienen un futuro muy corto y a muchos se les puede poner ya fecha de vaciamiento definitivo.

La lista de causas es larga, pero valgan tres o cuatro siempre repetidas. La situación geográfica, camino a ninguna parte, reconozcámoslo; el campo, hasta el de regadío, ahogado en los vaivenes de precios y campañas; la falta de materias primas que industrializar y vender; las dos universidades, a la baja cada curso en número de estudiantes; nos queda, en la ciudad, el turismo de Madrid, cada día más barato y más invasivo. Y ese fenómeno dramático de que cada día se cierra algún local, alguna tienda, algún sueño de algún modesto emprendedor. Nos acaban manteniendo en partes casi iguales Bruselas con la PAC y similares, la Administración Pública con sus distintos niveles de funcionariados y el Sistema de Pensiones siempre en peligro.

No aporto soluciones porque no sé si las hay ni cuáles serían, sólo indico un hecho que todos comentamos casi todos los días. Y esto es puro invierno. Otra cosa es la atención tan especial, tan contrastada y tan generosa que debe haber hacia las zonas de más desierto y sobre todo hacia los habitantes que en ellas quedan. Porque eso es puro invierno y requiere mucho abrigo y a la medida.

Y hablando de abrigo y a la medida es a lo que se dedica Proyecto Hombre buscando respuestas adecuadas a cada persona que las necesitan y, para hacer que llegue algo de primavera, sería bueno olvidar miedos sin razón y desterrar prejuicios sin verdad. Lo digo ahora que algunos andan revolviendo no sé qué ríos.

Y ya en otro campo muy distinto debo confesar, aunque sólo sea porque soy católico en esta diócesis de Salamanca, que no puedo anotar en mi cartera la gracia de la rama verdecida, como decía el poeta, en este nudoso tronco de la Iglesia diocesana que celebraba no hace mucho nada menos que la Pascua Florida. Quizás le falta también una primavera. Viene de muy lejos, con sus habilidades y sus torpezas, y ha pasado y superado en esta tierra muchos cambios y avatares y con ese Espíritu que sin duda la empuja saldrá adelante una vez más, pero tiene ahora en unos años una prueba de especial dureza.

Algo de crudo invierno hay en eso. Basta mirar los espacios en los que la Iglesia se mueve hoy, en los que escasean los niños y adolescentes, ya escasos aquí por demografía, con los jóvenes cada vez más ajenos y distraídos y creciendo peligrosamente la edad de los que hace unos años frecuentaban misas, grupos y actividades.

Y hay un detalle que me preocupa, no estábamos acostumbrados a esta situación pero casi de repente nos hemos adaptado a ella con perfecta y hasta argumentada tranquilidad. Parece como que no está pasando nada. Extraño invierno que a veces parece que casi se toma por primavera. Si no fuera demasiado, me recitaría La casa en llamas de B. Brecht. Pero quizás no es para tanto.

En todo caso puede ser, seguro que lo es, que los cristianos de estas tierras tengamos una Pascua pendiente, con todo el cambio, la vida recuperada y la fidelidad renovada que trae cada Pascua. Que no nos distraigan las actividades, tan válidas y tan variadas, ni el culto que hay que atender y que ningún signo nos oculte su significado.

Y por llegar a tres primaveras pendientes, una tercera sería este mal trago político, destemplado e invernal, que estamos pasando todos o buena parte de todos entre campañas del voto y días de votación, entre la demostrada impotencia de superar lo particular del partido (por algo se llama así) por parte de todas las ideologías (que a veces parece que ni las hay) y la distancia milkilométrica entre la algarabía de confusos mítines y tristes promesas y la realidad de la casa, la calle, el trabajo y el alma del ciudadano que pasa. Hasta arreglan calles a ver si votamos; y es el colmo. Duro invierno, con mucho ruido, pocas nueces y sin chubasquero. Sin que nada de esto rebaje el honor democrático de elegir a nuestros gobernantes.

Faltaría por llegar una primavera de verdad limpia y florida a esta provincia nuestra tan a la espalda del mundo, a esta Iglesia diocesana tan como si no pasara nada y a nuestro mundo político tan lejos y tan suyo. Habría que pedir con el poeta otro milagro de la primavera.

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