Ha sido noticia esta semana el uso del vehículo propio por parte de los médicos y enfermeros en su jornada laboral. Los sindicatos rechazaban que la Junta de Castilla y León planteara establecerlo como obligación para los que se fueran incorporando y según parece han quedado en estudiar el asunto en un grupo de trabajo. El hecho en sí me despierta una pregunta elemental: si no es una obligación que médicos y enfermeros conduzcamos nuestro propio coche entre consultorios, ¿qué alternativa hay para llevar a cabo la tarea? Y a continuación otra: ¿es viable una flota de quince o veinte vehículos a la puerta de cada centro de salud?
Me contesto que hay otras muchas medidas que bien podrían aumentar la motivación de la plantilla y mejorar la calidad de las condiciones laborales. Es verdad que si vivimos en un lugar diferente al de trabajo es una decisión personal, pero no es menos cierto que en casi todas las demarcaciones de Atención Primaria en el medio rural es imprescindible un coche para trasladarse de un pueblo a otro, que a no todos los lugares donde un paciente requiere asistencia es posible llegar a pie en un tiempo razonable y que las propuestas encaminadas a que se muevan más los pacientes que los médicos chocan con múltiples problemas organizativos y, en bastantes aspectos, mermarían la calidad de la atención sanitaria.
Me respondo también que si los sindicatos no han conseguido que a cada médico de área se nos proporcione un ordenador con el que trabajar y nos toca buscar cada mañana el del compañero al que sustituimos difícilmente nos van a prestar un coche para serpentear la comarca y en la que ya conocemos veinte, treinta, o hasta cuarenta y tantos consultorios. La realidad cotidiana de las periferias y el mundo imaginario de los "grupos de trabajo" en Valladolid, ya se sabe? Si de esas sesudas sesiones surge alguna ayuda para renovar el parque móvil de los sanitarios, bienvenida sea, porque a kilómetros no nos gana nadie. Mientras tanto, y ojalá por muchos años, seguiré llevando mi coche por carreteras que de vez en cuando recuerda la diputación provincial de turno, montaré a algún paciente cuando sea necesario, bajaré la ventanilla para preguntar donde vive la señora Purificación o el señor Justo, y recibiré en el maletero algún obsequio de huerta o de matanza, de viña o de granja, sin declarar más conflicto de intereses que la saludable confianza del médico con sus pacientes.
En la imagen, monumento al médico rural en Potes (Cantabria). Ahora ya no vamos a caballo?
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