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Año Nuevo, tema viejo
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Año Nuevo, tema viejo

Actualizado 02/01/2017
Redacción

Siempre me ha llamado la atención la particular forma que tienen algunos partidos políticos de interpretar el verdadero significado de la palabra solidaridad. Nuestro diccionario de la RAE lo define como: "adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros". A juzgar por el sentido que ellos quieren dar al término, da la impresión que, antes de apresurarse por modificar la Constitución, deberían hacerlo con dicho diccionario para que figurara esta otra definición: "desmedida atención al propio interés, despreocupándose de los demás".

La desagradable realidad diaria ya se encarga de traernos demasiados actos violentos que tienen lugar muy cerca de nosotros, que son difíciles de evitar y que, lo más grave, están causando la muerte de muchos seres inocentes. En los dos últimos años se han detenido en España más de 150 yihadistas que, caso de continuar en libertad, podrían haber elevado el número de víctimas, aquí o en otra nación europea. Si todo el mundo se encoge de hombros pensando que ya habrá quien se encargue de garantizar nuestra propia seguridad, estaríamos dando toda clase de facilidades al que de antemano carece de la mínima capacidad de raciocino para admitir lo que nosotros entendemos por convivencia.

Las naciones demócratas que entienden lo que es solidaridad, tienen gobernantes perfectamente convencidos de la responsabilidad que adquieren a la hora de garantizar al máximo la seguridad, tanto de los propios conciudadanos como los de su entorno. Por esta razón también se debe pensar en otros países con menos medios que el nuestro, dominados por mafias que trafican arriesgando vidas en travesías sentenciadas a la tragedia, y en los que ya se cuenta con la presencia de otros ejércitos, junto al nuestro, para hacer realidad aquello de que la unión hace la fuerza.

Aún están demasiado recientes los atentados salvajes que han sufrido París, Bruselas o Berlín, que hacen inevitable la psicosis de peligro durante toda aglomeración de ciudadanos que se produzca en cualquier capital. La decisión de inmolarse de esos descerebrados mártires yihadistas hace prácticamente imposible prevenir el momento y el lugar en que puedan llevar a cabo su masacre. Ahora bien, aprovecharse de esta circunstancia para tratar de amedrentar a la población difundiendo falsas noticias en medios de comunicación o por redes sociales, es ponerse a la altura de los terroristas y dar la sensación de que, efectivamente, apetece que se produzca el atentado. El terrorismo de nuestros días se combate, en primer lugar con medios suficientes, tanto humanos como materiales; en segundo lugar con la máxima información posible. En este último apartado tiene mucho que decir el ciudadano de a pie. Todos debemos desarrollar una inquietud observadora, que en muchos casos ha resultado definitiva para la resolución de algunos atentados.

En cualquier caso, está fuera de toda duda la necesidad de mantener unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad capaces de proporcionarnos unas condiciones aceptables de seguridad. Los españoles podemos sentirnos orgullosos del grado de eficacia demostrado por nuestros profesionales de esa seguridad; y más si tenemos en cuenta que estamos hablando de una nación que cuenta con uno de los porcentajes más bajos de gastos de defensa. Y a pesar de ello, tenemos políticos ?con sueldos muy superiores a quienes arriesgan su vida por proteger la de los demás- que exhiben carteles clamando por la acogida de refugiados- sólo carteles, pero sin medidas reales- y, a la vez, claman por rebajar hasta lo mínimo esos Cuerpos y Fuerzas necesarios para hacer realidad la seguridad y la solidaridad. Resulta curioso comprobar la forma que tienen los populistas de enfocar sus políticas de defensa. Todos admiran a países que, si se distinguen por algo, es por su escaso nivel de democracia y por su elevadísimo porcentaje de gastos de defensa. Es como si, para llevar a cabo su política, lo hicieran mirando el telescopio al revés.

Sus métodos han fracasado estrepitosamente en esos países que tanto admiran y, a la vista de los resultados que se desprenden de su nula eficacia en los lugares donde tienen responsabilidad, dedíquense a solucionar problemas reales y no a crearlos; pero háganlo con conocimiento de causa. Por vergüenza torera, traten de justificar el sueldo que les pagamos los demás. No olviden que deberán aprobar el examen de las urnas, y, por lo que se está viendo, tendrán que volver, otra vez, en septiembre.

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